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En el otoño, tuve el honor de dictar una clase de eclesiología, la doctrina de la Iglesia, en el Reformation Bible College. Durante nuestro primer día de clases, hice esta pregunta: ¿Cuándo comenzó la Iglesia? Uno de mis estudiantes hizo esta observación: «Bueno, depende de lo que usted quiera decir con “la Iglesia”».
Tenía toda la razón. Si entendemos la Iglesia simplemente como un fenómeno del nuevo pacto, no comenzó hasta Pentecostés o quizás la Última Cena. Sin embargo, si entendemos que la Iglesia es parte del plan eterno de Dios para Su creación, veremos que de hecho ella comenzó mucho antes que el nuevo pacto fuera inaugurado, aunque bajo el nuevo pacto la Iglesia alcanzó su expresión más plena.
La teología reformada se diferencia de algunas otras tradiciones teológicas al afirmar que la Iglesia en realidad precede al nuevo pacto. Como afirma la Confesión Belga en su artículo 27: «Esta Iglesia ha existido desde el principio del mundo y existirá hasta el fin del mundo; esto resulta evidente por el hecho de que Cristo es un Rey eterno, lo cual, sin súbditos Él no pudiera ser». Según mi experiencia, muchas personas tienen dificultades para entender que la Iglesia ha existido desde el inicio. Pero cuando miramos cuidadosamente las Escrituras a la luz de la misión que Cristo le dio a la Iglesia, creo que queda claro que la Iglesia no comenzó en Jerusalén, sino en Edén.

LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Seguramente, todo cristiano podrá estar de acuerdo con que Mateo 28:18-20 establece la misión fundamental de la Iglesia. Esta misión nos dice que la Iglesia debe llevar a cabo varias tareas:
- Hacer discípulos de Jesús: multiplicar los seguidores del único Dios verdadero en Cristo.
- Bautizarlos en el nombre del Dios Triuno: administrar y recibir los sacramentos.
- Enseñarles a guardar/obedecer a Jesús: instruirlos a que guarden los mandamientos del Dios único y verdadero en Cristo.
- Ir por todo el mundo: hacer las tres cosas mencionadas arriba a nivel mundial.
Si estos mandatos le pertenecen a la Iglesia, entonces, presumiblemente, cualquier entidad que posea estos mandatos es la Iglesia. Vamos a ver cómo encontramos los componentes de la Gran Comisión, y por ende la Iglesia de Cristo, a lo largo de la historia bíblica.
DE ADÁN A MOISÉS
Génesis 1-2 describe la creación de Adán y Eva, y narra cómo fueron colocados en el huerto del Edén. En este acto de creación, Dios les da una misión que de hecho es paralela a la Gran Comisión de maneras significativas. Primero, encontramos el mandato de multiplicarse. A Adán y Eva se les ordenó tener muchos hijos (1:28). Sin embargo, no debemos pensar que eso simplemente significaba dar a luz a muchos bebés. Adán y Eva caminaban con Dios en el huerto, teniendo comunión con Él y aprendiendo de Él (3:8). Él hablaba con ellos. De seguro, Adán, Eva y sus hijos debían seguir hablando entre ellos acerca del Señor incluso cuando Él no estuviera visitándolos. En otras palabras, su tarea en el huerto involucraba reflexionar en el Señor y Sus palabras, ser enseñados por Él y sobre Él. Es decir, en el huerto, Adán y Eva estaban convirtiéndose en Sus discípulos. Nuestros primeros padres debían multiplicar los seguidores del Dios único y verdadero, enseñándoles a guardar Sus mandamientos.
Además, en el huerto del Edén encontramos un sacramento. Génesis 2:9 nos dice que en el medio del jardín estaba el árbol de la vida, que impartía vida continua a los que comieran de él (ver 3:22). No debemos pensar que el árbol tenía una particularidad especial que le daba a su fruto el poder inherente de impartir vida sin considerar nada más. El árbol impartía vida debido a que estaba conectado con las promesas de Dios. Podía otorgar vida por la confianza de Adán y Eva en el Señor, confianza que se manifestaría en su disposición a hacer lo que Él dijo. El árbol era una señal visible de una gracia invisible; comer de él producía vida porque Dios había prometido dar vida a Adán y Eva si ellos confiaban en Él y demostraban esa confianza al seguir Sus reglas con respecto a qué comer, qué no comer y las otras tareas que les fueron dadas en el jardín. Siempre y cuando ellos participaran en fe, nuestro Creador les renovaría la vida.
Difícilmente podemos hablar acerca del árbol de la vida sin aludir al árbol del conocimiento del bien y del mal en Génesis. Comer de este árbol traería la muerte (2:16-17). Aquí tenemos una referencia a lo que podríamos llamar disciplina eclesiástica. Adán y Eva serían expulsados del jardín, lejos de la bendición de Dios, si comían del árbol prohibido. Bajo el nuevo pacto, expulsamos a las personas de la Iglesia a través de la excomunión, alejándolas de la bendición de Dios, por sus pecados graves, impenitentes y persistentes.
Finalmente, la misión de Adán y Eva era mundial. Dios les dijo que ejercieran dominio sobre la creación (Gn 1:26-28). Me falta espacio para desarrollar esto en su totalidad, pero las palabras hebreas utilizadas aquí comunican la idea de que este era un llamado a expandir las fronteras del Edén. Adán y Eva debían llevar el mundo ordenado del huerto a toda la tierra. El lugar donde los seres humanos tenían comunión con Dios y lo adoraban debía extenderse por el mundo.
Bajo Noé, también vemos la mayoría de estas cosas. A Noé le fue dado dominio sobre la creación y le fue dicho que fructificara y se multiplicara al igual que a Adán y Eva (9:1-7). Se le dieron mandamientos y enseñanzas que aprender y obedecer. Por lo tanto, él y los que seguían al Dios único y verdadero tenían la misma misión «eclesial» dada a nuestros primeros padres de multiplicar discípulos en todo el mundo. La única excepción aquí es que no está del todo claro si Noé tenía un sacramento. El arcoiris puede reunir los requisitos, pero no es algo tangible como el árbol de la vida o, más tarde, el bautismo. Al menos podemos decir que el arcoiris era una señal de la promesa de Dios, y, en ese sentido, es similar a un sacramento (9:8-17).
Con Abraham, la presencia de la Iglesia queda especialmente clara. Aquí se vuelve evidente que la Iglesia cumplirá su misión solo por la gracia de Dios, ya que Dios promete bendecir al mundo a través de Abraham (Gn 12:1-3). La Iglesia constituida a partir de la familia de Abraham recibiría la bendición del conocimiento de Dios, cumpliendo con su misión mundial en el poder de Dios. A Abraham se le ordenó obedecer al Señor y enseñar a sus hijos a hacer lo mismo: el discipulado. También se le dio la señal y el sello de la circuncisión, que se convirtió en el sacramento principal de la Iglesia del antiguo pacto. Además, los que no obedecían el mandato de circuncidarse debían ser disciplinados por la Iglesia y cortados, expulsados, del pueblo (17:1-14).
Cuatrocientos años después de Abraham, la Iglesia recibió una expresión aun más formal en el pacto realizado en Sinaí. Aquí nuevamente encontramos una expresión mundial de la misión de la Iglesia a pesar de que Israel estaba separado de las naciones. Deuteronomio 4:1-8 explica que a través de la adoración y la obediencia al Señor por parte de Israel, otros pueblos serían atraídos al Dios de Israel. El discipulado (enseñar a las personas a obedecer al único Dios verdadero) era clave para el antiguo pacto. Debía ocurrir al nivel de la familia, con los padres enseñando a sus hijos los mandamientos de Dios, y al nivel de la comunidad general, con los sacerdotes y levitas enseñando la ley en las ciudades de Israel (6:4-9; 33:10). Además, la multiplicación también era un factor porque, al seguir los términos del pacto, los israelitas serían bendecidos con muchos descendientes (28:1-6). Finalmente, los sacramentos aparecen en el pacto mosaico, siendo los más notables la circuncisión y la Pascua (Ex 12:48), pero quizás podríamos también incluir todos los sacrificios y las fiestas del antiguo pacto. Asimismo, allí se encuentra la disciplina eclesiástica. Bajo el antiguo pacto, una persona podía ser cortada (ejecutada o expulsada de la nación) por varios pecados y delitos (p. ej., Lv 18:29).
DE MOISÉS A CRISTO
El pacto Mosaico gobernó la vida del pueblo de Dios y estableció la estructura y la práctica de la Iglesia desde el período de Moisés hasta Cristo. Por lo tanto, los mismos principios sacramentales, de discipulado y de multiplicación propios de la misión mundial de la Iglesia fueron aplicados también en este período. Sin embargo, vale la pena señalar que la comprensión de los propósitos globales de Dios para la Iglesia se fue profundizando durante los varios siglos que transcurrieron entre Moisés y Jesús. Con el tiempo, el enfoque mundial de la misión de la Iglesia se volvió aun más claro. Jonás fue enviado a predicar a Asiria. El Salmo 68 pide a Dios que bendiga a Israel para que las naciones lo vean y vengan a adorar al Señor. Isaías 42:6 declaró que Israel había sido llamado específicamente como una luz para las naciones. Varios gentiles, incluyendo a Rahab, Rut y Naamán, llegaron a la fe en el Dios de Israel (Jos 2:11; Rt 1:16-17; 2 Re 5).
Además, aunque Israel quebrantó el antiguo pacto y fue al exilio, la bendición comenzó a llegar con fuerza al mundo. Durante el exilio y sus secuelas, se estableció el sistema de las sinagogas, que permitió que los judíos crecieran en su conocimiento de la Palabra de Dios incluso fuera de Israel. Al mismo tiempo, muchos gentiles fueron expuestos al Dios de Israel al visitar estas sinagogas y al hablar con los judíos en Babilonia, Roma y otros lugares. En Persia, el rescate de los judíos a través de los esfuerzos de la reina Ester llevó a muchos persas a unirse al pueblo de Dios (Est 8:17).
La introducción de las sinagogas proporcionó una nueva forma para que la Iglesia del antiguo pacto se involucrara en el trabajo del discipulado. Jesús y los apóstoles claramente aprobaron el sistema de las sinagogas, pues participaron de su adoración y sus actividades de discipulado (Lc 4:16-27; Hch 13:13-43). Además, en el liderazgo de las sinagogas había cargos equivalentes a los oficiales de la Iglesia del nuevo pacto (los ancianos y los diáconos), y gran parte de la adoración corporativa de la Iglesia primitiva estaba basada en la adoración de las sinagogas. Aparentemente, Dios estaba preparando el camino para la Iglesia del nuevo pacto al permitir que Su Iglesia del antiguo pacto desarrollara estructuras de liderazgo y de adoración que los apóstoles utilizarían para la Iglesia del nuevo pacto.
LA IGLESIA ES PARA SIEMPRE
Esta breve mirada a la Iglesia a lo largo de la historia no es exhaustiva. Se podría decir más acerca de su desarrollo, pero quiero señalar brevemente una aplicación importante para nuestro entendimiento de la Iglesia como resultado de este estudio. Dado que la Iglesia también estaba presente bajo el antiguo pacto, y dado que la Iglesia del antiguo pacto incluía tanto a creyentes como a incrédulos (todos los varones israelitas eran circuncidados, incluso los que rechazaron al Señor cometiendo idolatría), entonces no podemos decir que la diferencia entre las Iglesias del antiguo y el nuevo pacto es que la Iglesia del nuevo pacto incluye solo creyentes, al menos no todavía. Un día eso será cierto, pero hasta que Jesús regrese, habrá personas sin fe verdadera en Cristo que se unirán a la Iglesia visible mediante una profesión externa de fe. Nos esforzamos y oramos para impedir que eso suceda, pero ocurrirá. Mientras esperamos que Jesús regrese, la Iglesia del nuevo pacto incluye a todos los creyentes profesantes y a sus hijos, incluso a aquellos que no confían realmente en Jesús.
A su vez, esto tiene repercusiones para nuestra visión de los sacramentos. Bajo el antiguo pacto, las personas se unían a la Iglesia mediante la circuncisión antes de poder hacer profesión de fe si eran hijos de los miembros de la Iglesia. Si ese era el caso y la Iglesia existía entonces bajo ese pacto, nosotros deberíamos seguir el mismo principio al bautizar a los hijos de los que han profesado fe en Cristo durante esta era del nuevo pacto.
Sin embargo, eso no significa que no exista un avance real bajo el nuevo pacto mientras esperamos que Jesús regrese. Claramente, la Iglesia del nuevo pacto tiene una mejor comprensión de su misión. Además, el mundo está uniéndose a la Iglesia de una forma nunca antes vista bajo el antiguo pacto. Incluso ahora, la Iglesia está creciendo en todo el mundo hasta que entre la plenitud de los elegidos. Entonces, la Iglesia incluirá personas de cada tribu y lengua que adorarán al Señor Dios para siempre (Ap 7:9-12).
