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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: La doctrina del futuro
El tema del reinado milenario de Cristo a menudo suscita intensos debates entre los cristianos contemporáneos. Cuando se aborda el tema, no pasa mucho tiempo antes de que el debate se rebaje a discusiones sobre los tres puntos de vista predominantes: el premilenialismo (en sus formas histórica y dispensacional), el amilenialismo y el posmilenialismo. Lo lamentable de estos debates es que se centran en preguntas relacionadas con el momento exacto del milenio. ¿El milenio ocurre antes o después de la segunda venida de Cristo al final de la presente era de la historia redentora? ¿La resurrección de los creyentes se produce antes o después del milenio? Aunque estas preguntas son importantes, fácilmente pueden desviar la atención del punto principal de la visión de Apocalipsis 20. También tienden a fomentar una interpretación de este pasaje que no tiene en cuenta el testimonio del Nuevo Testamento en su conjunto.
Sin embargo, cuando abordamos la visión del milenio de Apocalipsis 20 dentro del marco del libro de Apocalipsis en particular y del Nuevo Testamento en general, podemos entender el gran tema de que el reinado de Cristo ya comenzó y triunfará al final cuando Cristo venga a recibir a Su esposa, la iglesia, en su estado glorificado (Ap 21-22). Tomando prestado el título del excelente comentario de Dennis Johnson sobre el libro de Apocalipsis, los aspectos presentes y futuros de la historia de la redención implican nada menos que el triunfo del Cordero de Dios, que es también «el León de la tribu de Judá» (Ap 5:5-6).
Para apreciar el significado de la visión del milenio en Apocalipsis 20, es importante recordar el propósito y la estructura del libro de Apocalipsis en su conjunto. El propósito de Apocalipsis es consolar y animar a las siete iglesias de Asia Menor (Ap 2-3), sus destinatarios originales, y a todas las iglesias de Jesucristo a lo largo de la historia posterior a las que estas iglesias representan. Esto significa que todas las visiones del libro, incluida la visión del milenio, deben considerarse desde la perspectiva de esta pregunta: ¿Cómo habría animado esta visión a los destinatarios originales del libro?
La estructura de este libro es especialmente instructiva. Comienza con un prólogo inicial en el que se describe a Cristo como «el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra» (Ap 1:5). Jesucristo ya es el Rey resucitado, ascendido y reinante. Aunque murió, ahora vive para siempre y tiene «las llaves de [es decir, el poder sobre] la muerte y el Hades» (Ap 1:18). Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores, que camina entre los «siete candelabros», que representan a las iglesias, y sostiene firmemente en Sus manos las «siete estrellas», que representan el ministerio de la Palabra de la iglesia (Ap 1:20). Después de esta impresionante revelación de la realeza de Cristo, el libro registra las cartas de Cristo a las siete iglesias, seguidas de una extraordinaria visión que revela a Cristo como el único digno de romper los siete sellos del rollo que representa los amplios propósitos de Dios para el curso de la historia (Ap 4-5).
A continuación, el cuerpo principal del libro registra una serie de visiones (a menudo organizadas en secuencias de siete, que representan todo el alcance de la historia redentora). En estas visiones, vemos una representación simbólica de lo que ocurrirá en el transcurso de la época actual de la historia redentora. Estas visiones narran la historia de la redención desde la primera venida de Cristo hasta Su regreso al final de los tiempos. A pesar de la complejidad de estas visiones, su enfoque principal es el triunfo del Cordero junto con Su pueblo. Cuatro archienemigos de Cristo y de Su iglesia surgen en el curso de la historia redentora: el dragón, la primera bestia, la segunda bestia o el falso profeta, y la falsa iglesia, la ramera Babilonia. En orden inverso al de su aparición, estos oponentes serán vencidos por Cristo uno por uno. En el triunfo de Cristo, triunfa Su pueblo. La visión del milenio cierra el cuerpo principal del libro y le sigue una serie final de visiones que describen el triunfo definitivo de Cristo en los nuevos cielos y la nueva tierra.
Cuando se interpreta Apocalipsis 20 a la luz del propósito y la estructura del libro del Apocalipsis, un punto queda bastante claro: Cristo, el Cordero de Dios, prevalecerá sobre todos Sus enemigos y los de Su pueblo. Nada frustrará el poder de Cristo para reunir, proteger y preservar a Su iglesia hasta que Su reino venga en su plenitud. Así como, paradójicamente, el Cordero de Dios es el León de la tribu de Judá, de igual manera la iglesia perseguida de Jesucristo vive y reina con Cristo, incluso frente a la oposición y la muerte.
Como mi profesor Anthony Hoekema le recordaba a menudo a sus estudiantes, el reinado de Cristo representado en Apocalipsis 20 es el mismo reinado del que habla todo el Nuevo Testamento. El Cristo resucitado y ascendido tiene «toda autoridad […] en el cielo y en la tierra» (Mt 28:18). Gente de toda tribu, lengua y nación están siendo redimidas por la sangre del Cordero. El Cristo resucitado reinará hasta que haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies, incluido el postrer enemigo que es la muerte misma (1 Co 15:25-26). Como nos recuerdan los evangelios, Cristo vino a atar y a saquear la casa del hombre fuerte (Mt 12:29; ver Lc 10:17-18). En palabras del propio Cristo: «Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Pero Yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo» (Jn 12:31-32).