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Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El reino de Dios.
En el cuarto capítulo de su Evangelio, Marcos agrupa tres de las parábolas de Jesús sobre el reino donde las semillas son la metáfora clave. En los versículos 1-9, Jesús habla de un sembrador, de la semilla sembrada y de los diferentes suelos donde cae la semilla. En los versículos 13-20, Jesús procede a explicar esta parábola. En los versículos 26-29, Jesús da otra parábola basada en una semilla; esta se conoce popularmente como la parábola del crecimiento de la semilla.
En cierto modo, el significado de la parábola es evidente: el que siembra no controla el proceso mediante el cual una semilla brota y crece. El sembrador tampoco controla la cosecha. El apóstol Pablo parece reflejar el punto de esta parábola en 1 Corintios 3:5-7: «Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento». El reino de Dios se manifiesta en este mundo a través del ministerio de la Palabra (la siembra y el riego de la semilla). Como bien señala Pablo, la siembra y el riego se realizan mediante instrumentos humanos (ver también Ef 4:15-16), pero Dios es la causa eficiente de cualquier fruto que crezca.


En Marcos 4:30-32 encontramos la tercera parábola del capítulo basada en una semilla. Jesús pregunta: «¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos?». Continúa diciendo que es como un grano de mostaza, el cual es muy pequeño. La conclusión común de esta parábola es que, así como la semilla de mostaza va creciendo gradualmente, el reino de Dios progresa desde algo pequeño hasta algo más grandioso y espléndido. Cuando vemos a los 120 reunidos en el aposento alto después de la ascensión de Cristo y luego vemos cómo el número aumenta al incluir a hombres y mujeres de toda lengua, tribu y nación, podemos ver claramente que el grano de mostaza ha crecido.
Pero además de referirse al crecimiento gradual del reino, tal vez Jesús está enfatizando otro punto aquí. Después de todo, Su punto de referencia es un grano de mostaza. Un observador señala: «Donde vivía Jesús, la mostaza era prolífica, una hierba común y robusta. Podía aparecer en cualquier lugar y empezar a multiplicarse». Además, el grano de mostaza crece hasta convertirse en un arbusto; no en un gran roble, sino en un arbusto (un arbusto fornido y quizá bastante denso, pero sigue siendo un arbusto). De hecho, quizás las palabras de Pablo en 1 Corintios 1:26 nos ayudan a entender mejor esta parábola: «Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles». El crecimiento del reino no solo es gradual, sino que cuando juzgamos según los estándares del mundo a veces ni parece haber crecimiento. Pablo continúa diciendo: «… y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios» (vv. 28-29).
Tal vez esta parábola habla acerca de nuestra tendencia a definir el crecimiento y la fuerza según criterios mundanos. Tal vez el grano de mostaza y el arbusto en el que se convierte son un recordatorio de que el crecimiento del reino puede ser diferente a lo que imaginamos.