El objetivo de hacer teología

Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Cómo hacer teología
Todos sabemos que los teólogos escolásticos de la Edad Media tenían un gran interés en los ángeles. «¿Cuántos ángeles pueden bailar sobre la cabeza de un alfiler?», se preguntaban. Los cristianos modernos consideran la pregunta como insignificante y ridícula, y ciertamente, así expresado, puede parecerlo. Pero tal vez le sería permitido a un teólogo medieval preguntar: «¿Por qué, entonces, ustedes los modernos tienen que pasar por tantos adornos y tarjetas de ángeles y querubines en las tiendas cristianas antes de encontrar un libro sobre el Dios eterno?».
De hecho, esta pregunta sobre cabezas de alfileres y ángeles que bailan contiene toda una serie de preguntas adicionales: ¿Los ángeles bailan y, de ser así, por qué? Porque bailar (al menos en la Escritura) es normalmente una señal de gozo. ¿Por qué estarían gozosos? ¿Y qué decir de la cabeza de un alfiler? Bueno, esto plantea preguntas intrigantes sobre qué tipo de criaturas son los ángeles. ¿Ocupan espacio como nosotros? ¿Cómo se mueven por el espacio según parecen hacerlo en la Escritura? Si realmente creemos en un universo sobrenatural y en un Dios que tiene millares de criaturas celestiales como Sus siervos, estas preguntas sobre la rama celestial de la familia de Dios son intrínsecamente interesantes, incluso si la Escritura no nos da todas las respuestas en sus más de trescientas referencias a los ángeles. Piensa en esto mientras pasas frente a los adornos: ¿Hemos llegado a ser tan miopes en nuestra perspectiva de la realidad que tenemos poco interés en la forma en que Dios gobierna el cosmos?
De hecho, los teólogos medievales creían que los ángeles también eran teólogos. Hay una theologia angelorum, una teología de los ángeles. Si nosotros «hacemos teología», ¿por qué no lo harían los ángeles también? Quizás haya algo que podamos aprender de ellos (después de todo, cantamos el himno Alabado sea, alma mía, el Rey del cielo, con su línea «Ángeles, ayúdennos a adorarlo»). Entonces, con mis disculpas a C. S. Lewis y Orugario, imagina a un joven estudiante escribiendo a su casa desde el Seminario Teológico Gabriel después de sus primeros días como un ángel de primer año:
El profesor Miguel ahora nos ha dado tres brillantes cátedras de T.S.A (Theologia Systematica Angelorum) 101 y pensé que mis notas les interesarían. Aquí están:
Al llegar al tercer tópico. Refiérase nuevamente al filósofo humano Aristóteles: El fin último a la vista debe ser lo primero a considerar para usar los medios que lleven a ese fin. Por lo tanto, siempre comienza con «el fin».
Hoy: Tercera cátedra. Tercera pregunta: «¿Cuál es el fin principal del hombre?». Comparar con los informes angelicales de la Asamblea de Westminster terrenal del siglo XVII: «El fin principal del hombre es glorificar a Dios, y gozar de él para siempre».
Esta respuesta es paralela al tema de ayer: «¿Cuál es el fin principal de los ángeles?».
Vimos que la respuesta es: «El fin principal de los ángeles es el de glorificar a Dios y gozar de Él para siempre».
Las razones de esto se derivan de (a) el carácter de Dios, (b) la naturaleza en general de la creación y (c) la naturaleza y función de los ángeles en particular.
Esto nos preparó para la consideración del fin principal de los ángeles en su dimensión terrenal en relación con el fin principal idéntico del hombre.
Pero el profesor Miguel enfatizó nuevamente: Recuerden la conclusión a la que llegamos en la primera clase cuando hicimos la pregunta más importante (es decir, la pregunta teológica no diluida), una pregunta audaz. «Cuál es el fin principal de Dios?». ¿Y la respuesta? «El fin principal de Dios es el de glorificar a Dios y gozar de Sí mismo para siempre».
Obsérvese, la gloria y el gozo divinos son el fundamento del gozo humano y del gozo angelical. Ambos encuentran su centro y causa en el gran Yo Soy: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La teología humana, la teología angelical, la teología divina, todas tienen en vista el «disfrute» que proviene de la gloria y de glorificar a Dios.
Comparar con el poeta humano Charles Wesley (siglo XVIII humano). Los ángeles también podemos cantar:
«Que la tierra y el cielo se unan,
Los ángeles y los hombres concierten».
El profesor Miguel dijo mucho más, pero debo apresurarme a cenar: ¡El postre de esta noche es pastel angelical!
¡Estoy aprendiendo mucho! Con mucho amor, Septimus.
Una fantasía, por supuesto, pero ayuda a aclarar el punto. La teología es una actividad gozosa y gloriosa porque, en última instancia, se trata de la gloria y el gozo de nuestro Dios. Su objetivo es el de los ángeles, y de hecho es el de Dios mismo: esta combinación de glorificar a Dios y gozar de Él, que para el incrédulo es una contradicción definitiva, pero para los cristianos es el descubrimiento de nuestro destino.
Cercano al Señor Jesús, nadie ha plasmado de manera más plena lo que esto significa que el apóstol Pablo. Sus trece cartas (que suman apenas setenta páginas de la Biblia que tengo en mi escritorio) resultan ser más pesadas de lo que un hombre puede levantar, tan densamente repletas de teología en todas sus formas. ¿Y el estilo? Soli Deo Gloria [a Dios solo sea la gloria].
Siéntate durante un hora con una concordancia y busca los versículos en las cartas de Pablo que contengan las palabras «gloria» y «glorificar». Te dejará sin palabras, al menos metafóricamente. La gloria de Dios es el polo magnético de su pensamiento. Él la había visto en la faz de Jesucristo (2 Co 4:6). Y aquellos que han visto esta gloria nunca podrán estar satisfechos a menos que prueben más y piensen más claramente en ello. Como un joven que ha visto una «gloria» en una joven (1 Co 11:7), anhelamos saber más, meditar con amor y describir con elocuencia. La teología es simplemente elocuencia acerca de Dios, provocada por Su gloria.
Romanos del 9 al 11 nos proporciona una ilustración ampliada. ¿Recuerdas la referencia del profesor Miguel a Aristóteles? El fin explica el principio. Romanos 9-11 es, de hecho, impulsado desde su punto final: «A Él sea la gloria para siempre. Amén» (11:36). ¿Qué lleva a Pablo a esta conclusión? Leer el pasaje hacia atrás —ver cómo él «hace teología»— nos llevará a algunas respuestas.
«Hacemos teología» con un ojo enfocado en la gloria de Dios porque Él es el origen, el gobernador y el fin de todas las cosas (11:36).
Esta gloria es manifestada —aunque no es comprendida totalmente— en las riquezas de Su gracia, la inteligencia de Su sabiduría, la plenitud de Su conocimiento, la naturaleza insondable de Sus juicios y la naturaleza inescrutable de Sus caminos providenciales (11:33-35). Pablo bebe profundamente, pero el océano de la verdad permanece intacto.
Al trabajar hacia atrás, ahora descubrimos cómo el razonamiento teológico de Pablo lo llevó a esta conclusión de toda el alma.
Él acaba de trazar los caminos del Señor (11:1-32). El tratamiento de Dios con los judíos y gentiles revelan tanto Su misericordia como Su juicio; el misterio del endurecimiento de Israel muestra la gravedad del pecado contra la gracia; la plenitud de los gentiles y la salvación de «todo Israel» revelan la sobreabundancia de Su amor y la certeza de Su plan. Pablo está haciendo teología de una manera histórica-redentora, bíblica-teológica. Este no es el lugar para hacer una exégesis de su significado preciso, sino simplemente para contemplar con asombro y humildad los caminos de Dios.
Pero, continuando este viaje a la inversa, descubrimos a Pablo exponiendo el camino de la salvación en Cristo (10:1-21). La maravilla del evangelio es su sencillez, su proximidad, su universalidad (vv. 6-13). Dios otorga Sus riquezas a todos los que lo invocan, sin importar su origen étnico o su pasado. Y detrás de todo esto se encuentra la seguridad de que aunque los propósitos de Dios parezcan haber sido frustrados por la incredulidad, en realidad ocurre lo inverso. Su Palabra nunca falla (9:6-33). Dios ciertamente «se mueve de una manera misteriosa» y «planta Sus huellas en el mar» donde pueden desaparecer inmediatamente, pero Él nunca falla en Sus intenciones.
Estos tres capítulos, entonces, son quizás la teología más importante que se puede encontrar en las cartas de Pablo. Pero lo que revelan es que las doctrinas de la creación (de Él), la providencia (por medio de Él), la redención (por Él) y la consumación final (para Él) son todas moldeadas por este único gran fin: la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
No debemos dejar este tema sin notar que «hacer teología» de esta manera tiene profundas implicaciones y efectos prácticos.
Lo que desencadenó toda la exposición de Pablo aquí fue su «gran tristeza y continuo dolor» de corazón por sus parientes (9:2). Él anhela que sean salvos (10:1). ¿Por qué? Un paso más hacia atrás, en Romanos 1-3, proporciona la respuesta. Es por su pasión por la gloria de Dios. Él ve la tragedia de la condición del hombre: hecho a imagen de Dios y para Su gloria, pero en el pecado cambiando la gloria de Dios por criaturas e ídolos (1:23). El pecado es de hecho «cualquier falta de conformidad con la ley de Dios, o transgresión de ella» (Catecismo Menor de Westminster 14). Pero su resultado es que no alcanzamos la gloria de Dios (Rom 3:23) y perdemos tanto nuestra corona como nuestro destino. Si vemos esto, la condición caída de nuestros parientes y sus repercusiones son realmente desoladoras. Entonces, aquellos que «hacen teología» para la gloria de Dios deben también estar preparados para el dolor (9:2) y tener la disposición de sacrificarse (v. 3) y de evangelizar (10:14-17).
Además de actuar como catalizador, la forma en que Pablo «hace teología» tiene repercusiones que cambian vidas. Romanos 9:11 – 11:36 es una bisagra a los capítulos 12-16 y especialmente a las primeras palabras de estos capítulos (12:1-2). La misericordia que Dios muestra (11:30-32) requiere la consagración incondicional a Él expresada en la no conformidad con el mundo y la transformación a la imagen de Cristo, en última instancia, para reflejar Su gloria. Pero ¿cómo ocurre esto? Al «hacer teología» para Su gloria y para Su placer. Porque la transformación tiene lugar «mediante la renovación de vuestra mente» (12:2).
Hay una grandeza en esta perspectiva porque da sentido a la realidad cósmica; nos humilla y nos exalta; nos conduce a nuestro verdadero «fin». En el resumen de Tomás de Aquino, la teología enseña sobre Dios, es enseñada por Dios y conduce a Dios. ¿Qué más podemos pedir si en verdad el fin principal de hombres y ángeles es el de «glorificar a Dios y gozar de Él para siempre»?