Nota del editor: Este es el octavo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El temor.
Nos gusta ser aceptados. Ser aceptados es ser deseados. Y el deseo de ser deseado es uno de los impulsos más poderosos del corazón humano. Al ver cómo esta hambre por ser deseados lleva a personas razonables a actuar con tanta desesperación, e incluso necedad, me he preguntado si sus cabezas han sido reemplazadas. Yo mismo he sido un necio desesperado… y tú también.
Ser considerado poco atractivo o indigno de atención es una de las peores categorías posibles en una cultura como la nuestra. He visto más de una vez a una mujer de calidad terminar con un hombre cuestionable, simplemente porque fue el primero en expresar interés por ella en mucho tiempo. Y viceversa. La aceptación es la moneda de nuestras relaciones sociales, se percibe en todo: desde la atracción tácita hacia una persona por encima de otra en una fiesta hasta las diferentes muestras de atención que intercambiamos en las redes sociales. Queremos ser aceptados, y queremos que nos digan: «Me gusta».
¿Cómo podemos interpretar esta experiencia bíblicamente? Veamos algunos temas de las Escrituras que pueden ayudarnos a entenderlo.
Dios nos diseñó para ser aceptados.
El desagrado entre las personas no existía en el huerto del Edén antes de la Caída. Por supuesto, nunca llegamos a ver cómo habría funcionado una sociedad completa bajo esos hermosos árboles. Pero si la relación entre Adán y Eva nos enseña algo sobre las relaciones (no solo el matrimonio) es que Dios creó a las personas para que conectaran entre sí, libres del temor a la vergüenza y el rechazo. Estaban desnudos y no se avergonzaban (Gn 2:25). Pero la maldición del pecado los desconectó, trajo temor y vergüenza, haciendo que las personas se dieran cuenta de lo que estaba mal en ellos mismos y en los demás (3:7). Fueron separados el uno del otro y también de su Creador. Fuimos creados para ser aceptados porque fuimos creados para conectarnos unos con otros.
Ser aceptados significa ser deseados. Ser deseados es parte de pertenecer.
Las personas se sienten atraídas a lo que consideran valioso. El libro de Cantares describe cómo se ve la intimidad restaurada entre un esposo y una esposa, y nos enseña un principio que aplica a todas las relaciones humanas: el vínculo entre el deseo y la pertenencia. Este tema se resume bien en Cantares 7:10: «Yo soy de mi amado, y su deseo tiende hacia mí». En otras palabras, una esposa se siente segura en su relación con su esposo porque él expresa claramente su deseo por ella. Este mismo principio se aplica en el resto de las relaciones humanas: ser aceptados es un elemento clave de la conexión relacional para la que fuimos creados.
No ser aceptados significa no ser deseados.
Lo peor de no ser aceptados es que nos recuerda nuestras características indeseables, las cualidades que no dan la talla. Es una forma de rechazo. Le tememos al rechazo porque fuimos creados para pertenecer a una comunidad.
Esto nos indica que, a fin de cuentas, el temor a no ser aceptados es temor al rechazo. El hecho de que temamos al rechazo no es sorprendente, pues el Señor nos creó para conectarnos unos con otros. Pero Dios nos diseñó para una intimidad aún más esencial. Fuimos creados para pertenecer a Dios. Y esto es lo que empieza a movernos hacia una solución sólida al temor a no ser aceptados por las personas.
Fuimos creados para pertenecer primeramente al Señor.
El Señor nos creó para que le pertenezcamos primero a Él y luego a los demás. El temor a no ser aceptados por las personas puede amenazar ese orden, pues al querer ser deseables a los ojos de las personas, muchas veces menospreciamos el afecto superior de Dios hacia nosotros. Olvidamos que nuestro mayor problema nunca ha sido el rechazo de las personas, sino el de Dios. El temor a no ser aceptados por las personas puede indicar que hemos olvidado el privilegio asombroso de ser recibidos tan profundamente por Dios, que Jesús dice que el Padre ama a Su pueblo con el mismo amor con que lo ama a Él (Jn 17:26). No hay un afecto más profundo en todo el universo.
El Señor te valora (es decir, te acepta y te ama).
Aquí no estoy proponiendo meramente un evangelio terapéutico. Su amor no es simplemente Su intento por asegurarte que eres más deseable de lo que piensas. Su amor es mucho mejor que esto. Significa que Él te valora por razones mucho más profundas que cualquier cualidad que puedas tener o no tener. Él te valora porque te creó como una expresión única de Su propio ser. Aunque tu pecado desfigura esa expresión, la intención de Dios sigue siendo apartarte para Su exclusiva posesión. Él ve la imagen de Cristo en ti (Rom 8:29; 1 Co 15:49).
Todo esto significa que Dios no solo te ama. Él te acepta. Es decir, el afecto que tenía Salomón por su esposa, o Adán por Eva, es tan solo un pequeño reflejo del deseo de Dios por Su pueblo. Él nos valora porque nos ha hecho valiosos al derramar Su amor sobre nosotros en Cristo.
Ser aceptados por Dios es una consecuencia de Su amor. A medida que confíes en ese amor perfecto, el temor a no ser aceptado por las personas irá perdiendo su poder sobre ti.
El Dr. Jeremy Pierre es decano de estudiantes y profesor asistente de Consejería Bíblica en el Southern Baptist Theological Seminary en Louisville, Ky., pastor en Clifton Baptist Church y coautor de The Pastor and Counseling [El pastor y la consejería].
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