Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las parábolas de Jesús.
«Jardines imaginarios con sapos reales en ellos». Así es como un escritor ha descrito las parábolas de Jesús. Son historias imaginarias pero se relacionan con la vida real. Son jardines imaginarios pero en ellos hay sapos reales. A menudo esos sapos somos nosotros.
Mateo 20:1-16 inicia con una situación común en el mundo antiguo: un hacendado necesita obreros, así que, contrata a algunos jornaleros. A medida que avanza el día, necesita más trabajadores. Por lo que regresa varias veces hasta que solo falta una hora antes de que termine la jornada.
Pero luego el dueño de la viña hace algo extraño. Al final del día, llama a todos los obreros y les paga a los que solo trabajaron una hora, el salario completo de un día. Este acto impresionantemente generoso provoca un murmullo en el grupo. Los obreros que trabajaron el día completo hacen rápidamente los cálculos: «Si estos que trabajaron solo una hora recibieron un denario, entonces nosotros ganaremos un buen dinero», probablemente piensen. Esperan que este sea su día de suerte.
En la parábola, Jesús les recuerda que todo lo que tienen proviene de Dios, que todas sus bendiciones son por la generosidad de Dios, no por su propio obrar.
De modo que podemos entender que cuando a los obreros les llegó el pago y se les puso en sus manos extendidas y cubiertas de ampollas el mismo salario que a aquellos que fueron contratados más tarde, no estaban muy contentos que digamos. Se pusieron furiosos, lo suficiente como para quejarse abiertamente ante su benefactor. El dueño les responde diciendo que les había pagado la cantidad justa que habían acordado y que como él elija gastar su dinero, incluyendo la decisión de ser generoso con aquellos que tuvieron menos oportunidad de trabajar, depende de él. Los trabajadores quejosos no habían sido tratados injustamente. Su tormento emocional se debía a expectativas basadas en su envidia, no en la injusticia.
En la historia de la Iglesia, han existido muchos intentos de explicar esta parábola. Algunos han sugerido que las cinco contrataciones distintas representan cinco etapas de la historia mundial durante las cuales Dios ha llamado a Su pueblo hacia Sí mismo, o diferentes etapas en la vida en las que una persona puede convertirse en cristiano. El punto es que Dios es bondadoso con todos y le da la bienvenida a todos a Su reino, sin importar cuándo son llamados. Algunos dicen que la parábola es una imagen del reino futuro de Dios donde todos los salvos reciben el cielo, no importando cuánto hayan trabajado para Dios. Pero la más amplia y quizás más popular interpretación es que esta parábola es simplemente una imagen de la increíble y maravillosa gracia y generosidad de Dios, o en pocas palabras, del evangelio.
Cada una de estas interpretaciones tiene algo de verdad en ella. Pero existe algo más que debemos ver. La clave está en prestar atención al contexto que Mateo nos da para esta parábola. La historia que precede a nuestra parábola es acerca del rico, líder de una sinagoga, que termina no siguiendo a Jesús debido a que su amor por sus posesiones era demasiado grande (19:16-22). Ante esto, los discípulos estaban conmocionados. Jesús entonces les promete recompensas asombrosas por haber dejado todo lo que tenían para seguirle (vv. 23-30). Esta promesa de que los discípulos se sentarían en doce tronos consume tanto sus pensamientos, que poco después Jacobo y Juan ya estaban deseando ser los que se sentaran en los tronos más cercanos a Jesús (20:20-28).
Ese contexto muestra que esta parábola va dirigida directo a nuestros corazones, a esos problemas gemelos de la autocomplacencia y la envidia. Cuando el joven rico se alejó con las manos vacías pero a los humildes discípulos se les prometió ser gobernantes, era imposible para ellos el no ser un poco autocomplacientes, enorgullecerse un tanto de su sabio logro, de su mejor elección de seguir a Jesús. En la parábola, Jesús les recuerda que todo lo que tienen proviene de Dios, que todas sus bendiciones son por la generosidad de Dios, no por su propio obrar. Los discípulos no son mejores que el hombre rico. Al mismo tiempo, Jesús presiona directamente en nuestros corazones, que son propensos a la envidia. Jesús desafía a Sus discípulos a no mirar lo que otros tienen y tornarse amargados y celosos. La rivalidad es destructiva para el alma porque todo en la vida es un regalo que proviene de Dios.
Por lo tanto, esta parábola nos da una visión de la generosa gracia de Dios hacia nosotros y hacia otros. Encontramos vida cuando fijamos nuestros ojos, no horizontalmente en lo que otros tienen, sino verticalmente, en la generosidad del Dueño de toda la tierra, el Rey Jesús, que nos llama amigos y nos provee sabia y generosamente.
Dr. Jonathan T. Pennington es profesor del Nuevo Testamento y director de estudios de doctorado Ph.D. del Southern Baptist Theological Seminary en Louisville, Kentucky, y es ministro asociado de predicación en la Sojourn East Church. Es autor de varios libros, incluyendo The Sermon on the Mount [El Sermón del Monte] y Human Flourishing [El florecimiento humano].
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