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Nota del editor: Este es el undécimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El reino de Dios.
La palabra reino aparece solo catorce veces en todos los escritos de Pablo. La mayoría de estas referencias describen el reino como una realidad que será experimentada en el futuro. El único lugar donde Pablo describe el reino como una realidad presente es en Romanos 14:17: «Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo».
A primera vista podría parecer que Pablo está diciendo que el reino de Dios no tiene nada que ver con comer y beber. Sin embargo, en este contexto Pablo en realidad está diciendo que comer y beber son irrelevantes. En estos asuntos triviales, como comer carne y beber vino, el creyente más fuerte debe ceder ante el creyente más débil en lugar de hacer alarde de su libertad de comer y beber lo que quiera.
Al mismo tiempo, Pablo ciertamente no está negando la estrecha conexión que existe en las Escrituras entre el reino de Dios y el comer y beber. Pablo entendía que el reino de Dios en todas sus fases está íntimamente relacionado con el comer y beber.
De hecho, las iglesias caseras a las que Pablo se dirigió giraban en torno a la comida fraternal. Esta comida consistía en algo más que comer y beber. Era un modelo de organización social construido sobre una constelación de valores compartidos como los mencionados por Pablo en Romanos 14:17. Comer y beber eran aspectos secundarios de lo que realmente constituía una comida en el sentido pleno de la palabra. La justicia, la paz y el gozo se consideraban los elementos principales porque eran los ideales compartidos del cuerpo reunido simbolizados en la comida fraternal. La manifestación de estos ideales por el Espíritu Santo constituye la presencia del reino en la iglesia casera. Por tanto, la iglesia casera era un paradigma del reino.
Nota los matices eucarísticos (acción de gracias en la Cena del Señor) en Romanos 14. Dice que tanto el que come como el que se abstiene de ciertos alimentos lo hace «para el Señor… y da gracias [euchariste] a Dios» (ver Rom 14:6). La mesa común de la casa era vista como una extensión de la Mesa del Señor. Esto debería llevarnos a escuchar un eco de la voz de Cristo en las palabras de Pablo: «… y así como Mi Padre me ha otorgado un reino, Yo os otorgo que comáis y bebáis a Mi mesa en Mi reino» (Lc 22:29-30).
Finalmente, nota cómo el reino y el Espíritu Santo están tan estrechamente relacionados que son casi intercambiables. En cierto sentido, podríamos decir que el reino de Dios es el reino del Espíritu. Por sí mismos, la justicia, la paz y el gozo son incapaces de constituir el reino. Solo el Espíritu Santo puede constituir el reino. Es el Espíritu quien hace que el reino esté presente en justicia, paz y gozo.
En este versículo podemos ver que comer y beber nunca son asuntos puramente físicos. Incluso en nuestros días, una comida común adquiere el aura de un ritual. Es solo por el Espíritu que una comida se convierte en lo que siempre debió ser: una muestra del reino en justicia, paz y gozo.