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Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La doctrina de la justificación.
Desafortunadamente, muchos cristianos profesos tienen una comprensión simplista o incluso totalmente incorrecta sobre la justificación. Esto se debe en parte a hombres que a través de los siglos han complicado y opacado esa doctrina. Lo han hecho al borrar las líneas entre la justificación y la santificación, despojando a los cristianos de la seguridad de su salvación al insistir en que no podemos estar seguros de nuestra justificación sino hasta después del juicio final.
Algunos lectores de Tabletalk podrían preguntar: ¿no resolvió la Reforma este asunto? La respuesta es sí, como también lo hizo el apóstol Pablo, Jesucristo, la totalidad del Nuevo Testamento y la totalidad del Antiguo Testamento, más específicamente, Génesis 15:6, que dice: «Y Abram creyó en el SEÑOR, y Él se lo reconoció por justicia». No obstante, aunque los hombres sigan entremetiéndose con la doctrina de la justificación, nosotros permaneceremos firmes en esta doctrina por la cual la Iglesia se mantiene firme o se cae, recordándole al pueblo de Dios esta verdad tan preciosa para que podamos descansar seguros en la promesa de Dios de que todo aquel que cree en Cristo no perecerá sino que tiene vida eterna.

La doctrina de la justificación es ciertamente simple, aunque no debemos tener una comprensión simplista de ella. Por supuesto, no somos justificados por creer en la doctrina de la justificación —somos justificados por medio de la fe sola— pero si no entendemos la doctrina correctamente, seguiremos teniendo dificultades para experimentar efectivamente el pacto que Dios ha hecho con nosotros para nuestra salvación. Además, sabemos que somos justificados por la fe sola y que nuestra fe no permanece sola sino que da fruto: nuestras buenas obras demuestran que nuestra fe es genuina, pero nunca sirven como base para ser aceptados por Dios. De hecho, nuestra justificación no es teórica, pues nuestra santificación lo demuestra.
Según Pablo en Romanos 1-3, si alguien trata de ser justificado por la ley, no será justificado simplemente por ser oidor de la ley, sino que solamente será justificado por Dios si guarda la ley en su totalidad (ver Rom 2:12-16). Sin embargo, sabemos que ninguno de nosotros es justo y que ninguno de nosotros, simples hombres, puede guardar completamente la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios que hemos sido salvados por la gracia sola por medio de la fe sola a causa de Cristo solo. Y no te equivoques, ciertamente somos salvos por obras: las obras perfectas de Cristo al guardar toda la Ley y no por nuestras propias obras. Es por eso que podemos cantar que la sublime gracia que nos salvó también nos guiará feliz, todo por el poder regenerador, sustentador y santificador del Espíritu Santo.