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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XIV
Llevaba varias décadas muerto y enterrado, pero la iglesia quería dejar un mensaje claro. Sus restos fueron exhumados y quemados, un final apropiado para el «hereje» John Wycliffe. Wycliffe explicó una vez lo que significaban realmente las letras del título CARDINAL (CARDENAL): «Capitán de los Apóstatas del Reino del Diablo, Insolente y Nefario de Lucifer». Y con eso, Wycliffe solo estaba comenzando.
Wycliffe rechazó la doctrina de la transubstanciación, que afirma que los elementos del pan y del vino en la Cena del Señor se convierten en el cuerpo y en la sangre reales de Cristo. Estaba en contra de la absolución sacerdotal, se pronunció contra las indulgencias y negó la doctrina del purgatorio. Rechazó la autoridad papal. En cambio, afirmó que Cristo es la cabeza de la iglesia. Además, tenía una profunda creencia en la inerrancia y autoridad absoluta de las Escrituras. Creía plenamente que la iglesia de su tiempo había perdido el rumbo. Solo la Escritura proporcionaba el único camino de vuelta. Ahora vemos por qué la Iglesia romana medieval quería hacer una declaración contra Wycliffe.
John Wycliffe ha sido llamado a menudo «la estrella de la mañana de la Reforma». Jan Hus, otro reformador previo a la Reforma, se sintió obligado a expresar su deuda suprema con Wycliffe. Aunque vivió mucho después de la muerte de Wycliffe, Martín Lutero también se sintió obligado a reconocer las reformas pioneras de John Wycliffe. Lutero se apoyó en los hombros de Hus, quien se apoyó en los hombros de Wycliffe. Hus, Lutero y los demás reformadores estaban en deuda con él. Nosotros también. Wycliffe fue verdaderamente «la estrella de la mañana de la Reforma».
El término estrella de la mañana se ha utilizado alternativamente para referirse a la estrella Sirio o al planeta Venus. Aparece más brillante antes del amanecer, el momento en que la oscuridad todavía domina, pero también el momento de la promesa, el momento del amanecer y del nacimiento del sol. Así que, John Wycliffe se sitúa históricamente entre la oscuridad y la luz del mañana.
John Wycliffe nació alrededor de 1330 y murió el 30 de diciembre de 1384. Su siglo fue uno de creciente desilusión con la Iglesia romana medieval. Había desilusión con la jerarquía de la iglesia y también con la piedad de la iglesia (o la falta de ella). Eran tiempos de malestar. El largo reinado de la noche, de las tinieblas, había cobrado factura, especialmente en los laicos. Ellos soportaron el peso de una iglesia descarriada. Tal vez nadie era más consciente de esto que John Wycliffe.
Los estudios de Wycliffe
La Universidad de Oxford se convirtió en el hogar de Wycliffe en 1346, durante su adolescencia. Tan pronto como Wycliffe llegó a Oxford, fue testigo de toda la pompa y circunstancia de la convocación, que incluía una misa en honor a la familia real y los académicos de Oxford. Más tarde, Wycliffe se acostumbró a las rutinas académicas de asistir a las conferencias y debates. Wycliffe se sentó bajo la tutela del teólogo Thomas Bradwardine y el filósofo William Ockham, y se vio influenciado profundamente por ellos. Estudió ampliamente, aprendiendo ciencias y matemáticas; derecho e historia y, por supuesto, filosofía. En Oxford, Wycliffe pronto pasó del rango de estudiante al de estudioso, y más tarde se convirtió en maestro del Balliol College. Los primeros escritos de Wycliffe serían en el campo de la filosofía.
Sin embargo, el estudio de la Biblia, y más tarde de la teología, captaron su atención y despertaron su interés. Wycliffe obtuvo el título de doctor en teología, lo que le permitió dar clases sobre el tema. También se vio envuelto en la política eclesiástica en la década de 1370, en la que la crisis del papado llegaría a su punto culminante, poniendo fin al papado de Aviñón y marcando el regreso del papa a Roma. Wycliffe recurrió a su amplia formación, aplicando su perspicacia y su competencia filosófica a los apremiantes problemas eclesiásticos y teológicos de su época.
Las tesis de Wycliffe
Lutero tenía sus famosas «95 tesis». Aunque no tenía tantas, Wycliffe tenía sus propias tesis (es decir, argumentos) contra la iglesia. Una de las tesis declara: «Existe una iglesia universal, y fuera de ella no hay salvación. Su cabeza es Cristo. Ningún papa puede decir que es la cabeza». Por esta y otras ideas, el papa Gregorio XI condenó a Wycliffe.
Pero Wycliffe tenía amigos en las altas esferas y su condena tuvo poco efecto. La madre del joven rey Ricardo II estaba a favor de Wycliffe, al igual que John de Gaunt, el tío del joven rey, que ejercía una gran influencia. Estos partidarios influyeron en el Parlamento en contra del papa y a favor de Wycliffe. En Oxford, los estudiantes y la facultad se unieron a su apoyo.
Estas controversias y censuras hicieron poco para disuadir a Wycliffe. De hecho, lo impulsaron más en sus estudios y escritos, resultando en argumentos aún más convincentes contra el status quo religioso, a favor de las reformas. Más tarde, la marea se volvería contra Wycliffe, y él y sus seguidores serían perseguidos.
Dos importantes obras escritas durante la década de 1370 tuvieron una influencia significativa y duradera. En la primera, Sobre el dominio divino (probablemente escrito entre 1373-1374), Wycliffe presenta argumentos contra la autoridad papal. Cualquier autoridad que se tenga en la iglesia se deriva, en última instancia, de mantener la fidelidad a la Palabra de Dios. La autoridad que elude o va en contra de la Palabra de Dios no es autoridad en absoluto y no tiene derecho de gobernar en la iglesia, argumentó Wycliffe. En la segunda obra, Sobre el dominio civil (probablemente escrita entre 1375-1376), Wycliffe defiende que las autoridades civiles no estén a la merced de la iglesia. En cambio, argumenta que los patrocinadores de la iglesia, la realeza y la nobleza de Inglaterra, no necesitan apoyar financieramente a la iglesia ni a los oficiales de la iglesia que están en error o son corruptos. No es sorpresa, entonces, que el papa Gregorio XI condenara a Wycliffe y sus ideas.
Estos libros de Wycliffe llegaron a la lista de libros prohibidos. Pero eso no impidió que llegaran a Jan Hus. Los libros de Wycliffe también influyeron en Martín Lutero. El cautiverio babilónico de la iglesia de Lutero refleja las ideas en Sobre el dominio divino, y los Consejos a la nobleza alemana de Lutero refleja las ideas en Sobre el dominio civil. Finalmente, Thomas Cranmer utilizó estas ideas «heréticas» en sus esfuerzos para persuadir a Enrique VIII de que rompiera con la Iglesia católica romana y estableciera la Iglesia de Inglaterra. Estos libros fueron verdaderamente influyentes.
La Biblia de Wycliffe
Sin embargo, serían otros escritos de Wycliffe los que tendrían una influencia más profunda. En 1378, Wycliffe escribió Sobre la verdad de la Sagrada Escritura. Aquí vemos los inicios de la doctrina tan crucial para la Reforma: sola Scriptura (la Escritura sola). En esta obra, Wycliffe defiende que todos los cristianos tienen el derecho a la Palabra de Dios en su propio idioma. Wycliffe creyó tanto en este principio que dedicó sus últimos años a traducir el texto de la Vulgata Latina al inglés medio. A él se unieron otros, como Nicholas de Hereford y John Purvey. Estas labores culminaron en lo que llegaría a ser el mayor logro de Wycliffe: la Biblia de Wycliffe.
La Biblia de Wycliffe consistió en cientos de manuscritos copiados a mano. Fueron puestos al servicio de la tropa de pastores de Wycliffe, los llamados sacerdotes pobres. Tenían muy poco a su nombre, y probablemente no tenían un aspecto tan impresionante. Un amigo de Wycliffe una vez lo describió como «de complexión delgada, enferma y demacrada». Sus pobres sacerdotes probablemente no se veían mejor. Pero tenían copias de la Biblia.
El legado de Wycliffe
Estos predicadores pasaron a llamarse lolardos. Pronto ese término se amplió para aplicarse a los que seguían las enseñanzas de Wycliffe. Los lolardos crecieron y crecieron. «Uno de cada dos hombres que conoces», decía el dicho, «es un lolardo».
Lolardo es una palabra holandesa que significa «susurrar» o «murmurar». Ya que los seguidores de Wycliffe estaban predicando y enseñando la Biblia en inglés, no en latín, eran ridiculizados como susurradores y murmuradores. Pero no estaban susurrando. Estaban hablando la verdad. Los lolardos incluso tuvieron su momento parecido a la puerta de Wittenberg, clavando una petición en las puertas del Parlamento de Westminster Hall en 1395. Los lolardos extendieron la influencia de Wycliffe mucho más allá de su vida, e incluso hasta la Reforma británica del siglo XVI.
Mientras asistía a la iglesia el 28 de diciembre de 1384, Wycliffe sufrió un severo derrame cerebral, el segundo. Murió dos días más tarde. Post tenebras lux, «después de las tinieblas, luz», es el lema que representa la Reforma de Calvino en Ginebra. El sol salió en la Reforma del siglo XVI y la luz del evangelio ahuyentó a las tinieblas. Pero todos podemos estar agradecidos por los esfuerzos pioneros del erudito de Oxford del siglo XIV, John Wycliffe, la estrella de la mañana de la Reforma.