Retratos de la sabiduría
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Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: Las doctrinas de la gracia
El calvinismo no tiene cinco puntos. El calvinismo, tal como se resume en sus grandes confesiones y catecismos, nunca pretendió reducirse a esos cinco puntos. Sin embargo, los arminianos presentaron cinco ataques contra la enseñanza reformada y sobre el quinto punto, escribieron:
De que [aquellos que están incorporados en Cristo] sean capaces por negligencia, de abandonar los primeros comienzos de su vida en Cristo, regresando de nuevo a este mundo presente, de apartarse de la doctrina pura que les fue dada, de perder una buena conciencia y de abandonar la gracia, esto primero debe ser determinado con más detenimiento de las Sagradas Escrituras.
Los arminianos en 1610 no estaban seguros de la doctrina de la perseverancia. Pero en los años siguientes, enseñaron cada vez más que los verdaderamente regenerados podían caer de la gracia y perderse.
Evidentemente, los arminianos temían que la doctrina de la perseverancia convirtiera a los cristianos en negligentes, perezosos y autoindulgentes. Parecían imaginar que los reformados enseñaban que la vida cristiana es como un tren que va cuesta abajo, que basta con ponerlo en marcha y correrá por su propio impulso.
El gran Sínodo de Dort (1618–19) respondió a las dudas y temores arminianos de forma clara y práctica. Recordó a todos los cristianos que Dios preserva a los Suyos para que no caigan de la gracia. Pero los preserva a través de los medios que ha designado, y mediante Su Espíritu se asegura de que hagan buen uso de esos medios.
Los Cánones de Dort abordan el tema de la perseverancia en el quinto capítulo de doctrina. En quince artículos, el quinto capítulo expone una notable declaración bíblica y pastoral de la enseñanza reformada. Comienza reconociendo que el pecado sigue siendo un problema en la vida de los cristianos regenerados. Puesto que el pecado es un problema diario y afecta incluso a nuestras mejores obras, debemos volvernos de nuevo a Dios cada día:
Lo cual [el pecado cotidiano] les da motivo constante [a los cristianos] para humillarse en la presencia de Dios, refugiarse en Cristo crucificado, mortificar progresivamente la carne por el Espíritu de oración y los santos ejercicios de la piedad, y desear la meta de la perfección, hasta que, librados de este cuerpo de muerte, reinen con el Cordero de Dios en los cielos (artículo 2).
Es evidente que aquí no hay un sentido mecánico o automático de la preservación. La responsabilidad humana y el ir activamente a Dios se sostienen como fruto de la gracia de Dios.
Vemos aquí cuán importantes son los medios para perseverar en la fe. Los cánones mencionan, primero, el cultivo de la humildad y la fe en la vida cristiana. No debemos ser orgullosos, como si hubiéramos logrado algo por nuestras propias fuerzas, sino que debemos reconocer nuestras debilidades y apartar la mirada de nosotros mismos y mirar hacia Cristo. Uno de los medios clave para cultivar la humildad es la oración. En la oración, reconocemos que Dios es la fuente de toda fuerza y esperanza en nuestras vidas. El segundo artículo también anima a realizar «los santos ejercicios de la piedad» además de la oración. Aquí se hace énfasis en la lectura de la Biblia y en participar fielmente en la adoración con los demás creyentes. Los cánones reconocen que ni siquiera los regenerados, abandonados a sí mismos y a sus propias fuerzas, perseverarían. Solo la gracia fiel y perseverante de Dios puede sostener a los regenerados cuando se enfrentan a las tentaciones del pecado.
Los cánones reconocen que los santos de Dios pueden caer en pecados terribles, de los que David y Pedro son claros ejemplos. Tales pecados terribles acarrean consecuencias terribles:
Con tan grandes pecados ofenden enormemente a Dios, se hacen reos de muerte, contristan al Espíritu Santo, interrumpen el ejercicio de la fe, hieren de manera grave su conciencia, y pierden a veces por un tiempo el sentido de la gracia; hasta que el rostro paternal de Dios se les muestra de nuevo, cuando retornan de sus caminos a través del sincero arrepentimiento (artículo 5).
Aquí vemos de nuevo cuán personal es la relación entre el creyente y su Dios en la verdadera teología reformada. Este artículo también muestra que la doctrina de la perseverancia no fomenta en modo alguno la indiferencia ante el pecado. El compromiso con la búsqueda seria de la santidad es un principio central del cristianismo reformado.
El artículo 7 explica algo de la forma en que Dios actúa para preservar a los Suyos:
Por medio de Su Palabra y Espíritu, los renueva para arrepentimiento de manera cierta y eficaz, a fin de que se contristen, de corazón y según Dios quiere, por los pecados cometidos; deseen y obtengan, con un corazón quebrantado, por medio de la fe, perdón en la sangre del Mediador; sientan de nuevo la gracia de Dios que se reconcilia con ellos; adoren Su misericordia y fidelidad; y en adelante trabajen más diligentemente en su salvación con temor y temblor.
Aquí los cánones hacen énfasis en que Dios Espíritu Santo actúa a través de y con Su Palabra para crear y mantener el arrepentimiento y la fe en Su pueblo. El arrepentimiento y la fe son los fundamentos de la vida cristiana. La fe confía en Cristo para la justificación y como el fundamento de la santificación. La fe para la santificación conduce al arrepentimiento y a una vida totalmente nueva vivida en Cristo.
A continuación, los cánones hablan de la seguridad que pueden tener los cristianos de que perseverarán en la fe por la gracia de Dios y de la gran bendición que supone dicha seguridad. De nuevo, en respuesta a los temores de los arminianos de que tal seguridad produzca pereza e indiferencia espirituales, el artículo 12 afirma:
Esta certeza de la perseverancia lejos de hacer a los verdaderos creyentes orgullosos y carnalmente seguros, ¡por el contrario, es la verdadera raíz de la humildad, del temor filial!, de piedad verdadera, de paciencia en toda lucha, de oraciones fervientes, de firmeza en la cruz y en la confesión de la verdad y de firme alegría en Dios.
Aquí vemos el robusto realismo del punto de vista calvinista sobre la vida cristiana. La vida tiene sus grandes alegrías, pero también sus muchas penas, algunas derivadas de las consecuencias de nuestros pecados personales y otras de la miseria de este mundo caído. Pero Dios nos fortalece en la paciencia y la constancia en todas las circunstancias.
El artículo 14 se refiere más concretamente al tema de los medios de perseverancia en la vida cristiana:
Como agradó a Dios comenzar en nosotros esta obra suya de la gracia por medio de la predicación del Evangelio, así Él la guarda, continúa y perfecciona por el oír, leer y meditar en él, así como por las amonestaciones, las amenazas, las promesas y el uso de los sacramentos.
Este artículo se centra en la Palabra de Dios y los sacramentos. La Palabra de Dios ayuda a preservarnos en la fe cuando la oímos predicada, cuando la leemos en la iglesia y en privado, y cuando meditamos en ella. El artículo destaca lo que encontraremos en las Escrituras cuando las oigamos, las leamos y las meditemos. Primero, encontraremos exhortaciones. La Biblia nos llama a vivir la vida cristiana fiel y nos instruye sobre el carácter de esa vida. Segundo, encontraremos amenazas. Aunque Dios seguramente nos preservará en la gracia, necesitamos oír las advertencias de Dios como uno de los medios que utiliza para confrontarnos con nuestro pecado y atraernos al arrepentimiento. Tercero, encontramos promesas. El evangelio de nuestro Señor Jesucristo está lleno de promesas y consuelo. Todo cristiano necesita alimentarse regularmente con el evangelio como el verdadero fundamento y la mejor motivación de la vida cristiana.
El artículo también nos remite a los sacramentos. El bautismo y la Cena del Señor son representaciones del evangelio en forma visible. Dios nos fortalece en Sus promesas con la promesa del pecado lavado en Jesús y la promesa de que la salvación se ha realizado en Su cuerpo y en Su sangre, que son el alimento de la vida eterna para nosotros.
El quinto capítulo de doctrina termina (artículo 15) con una nota sobria pero triunfal. Aunque muchos rechazan la doctrina de la perseverancia, es de gran consuelo para el cristiano:
Esta doctrina de la perseverancia… no es comprendida por la carne, es odiada por Satanás, ridiculizada por el mundo, abusada por los ignorantes e hipócritas y combatida por los herejes; pero la Esposa de Cristo siempre la amó con ternura y constantemente la defendió como un tesoro de valor inestimable. Y Dios, contra quien no vale consejo alguno, ni violencia alguna puede nada, se asegurará de que ella lo continúe haciendo. Solamente para Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea el honor y la gloria eternamente.