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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de la revista Magazine: El Sermón del monte
Nos resulta difícil entender la palabra «piedad». Pero ¿qué significa? Para algunos, ser piadoso puede significar una actitud de santidad que, en el mejor de los casos, resulta desagradable y, en el peor, está llena de orgullo espiritual. Para otros, ser piadoso está profundamente arraigado en la historia del pietismo evangélico de los moravos, que influyeron en John Wesley y, por tanto, en todo el despertar evangélico del siglo XVIII hasta nuestros días. Probablemente la mayoría de las personas piensa que la piedad es una serie de «disciplinas espirituales» que un individuo practica.
El capítulo 6 del Evangelio de Mateo, el centro del famoso Sermón del monte, es entonces instructivo de varias maneras interesantes para nuestras presunciones de lo que significa la piedad y cómo ponerla en práctica. En primer lugar, observa la lista de temas que elige nuestro Señor. Dar, orar, ayunar —hasta aquí, todo normal en términos de lo que esperaríamos bajo el tema de la piedad— y luego otra vez el dinero, esta vez desde un ángulo diferente, lo que tal vez no sea tan sorprendente dada la dificultad preponderante que la mayoría de los seres humanos tienen con el dinero y las posesiones. Pero luego Jesús termina con una larga sección sobre la ansiedad o la preocupación, que no es exactamente una «disciplina espiritual» como tal, y en medio de ese pasaje está una de las afirmaciones más conocidas del Sermón del monte sobre buscar primero el reino de Dios.
En segundo lugar, pero aún más importante, fíjate en el contraste continuo que se da a lo largo de este capítulo. Una y otra vez, Jesús dice a Sus seguidores que no sean «como ellos», los que hacen alarde de piedad, sino que sean «como estos», los que solo les importa que Dios sea todo su auditorio. Puedes ver este contraste en Mateo 6:1-2, donde Jesús describe el comportamiento exhibicionista de los donantes de aquel tiempo y luego dice a Sus seguidores: «No toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres». Es decir, que no sean como ellos, sino que: «Cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha» (Mt 6:3).
Puedes ver el mismo contraste cuando Él enseña sobre la oración: «Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas» (Mt 6:5). Así que no sean como ellos sino que: «Cuando ores, entra en tu aposento…» (Mt 6:6).
Podemos ver el mismo contraste en la enseñanza de Jesús sobre el ayuno: «Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas…» (Mt 6:16). En cambio, «Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro…» (Mt 6:17). No seas como ellos, sino sé así.
La única ruptura en este patrón se produce con la enseñanza de Jesús sobre los tesoros en el cielo. No sigue explícitamente el mismo tipo de formulación, pero el contraste está implícito: «No acumulen para sí tesoros en la tierra» (Mt 6:19), dando a entender que eso es lo que hace mucha gente. No debemos ser como ellos. En cambio: «Acumulen tesoros en el cielo…» (Mt 6:20).
La enseñanza de Jesús al final del capítulo sobre la preocupación o la ansiedad vuelve a tener el mismo contraste. Habiendo descrito toda la ansiedad que proviene de correr tras las cosas de este mundo, Él dice: «Los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas…» (Mt 6:32). Así que no sean como ellos, más bien: «Busquen primero Su reino y Su justicia…» (Mt 6:33).
Así que para entender lo que Jesús está diciendo aquí sobre la piedad debemos entender los dos grupos que Él está contrastando en Su enseñanza. Están aquellos a quienes Jesús llama hypokriteai o «hipócritas» (Mt 6:2, 5, 16) y está otro grupo al que llama ethnikoi, «gentiles» (Mt 6:7, 32). Cuando se trata de dar, orar y ayunar, debemos evitar el ejemplo de los hipócritas. En cuanto a los gentiles, debemos cuidarnos de su ejemplo de oración, pero también de manera particular de su ejemplo ante la ansiedad. Es de suponer que tanto los hipócritas como los gentiles tienen un problema cuando se trata de acumular tesoros en la tierra.
Dado que «gentiles» debe referirse a la religiosidad no judía del mundo antiguo, principalmente la cultura grecorromana de la época, se deduce que la religiosidad a la que Jesús se refiere con el término «hipócritas» se relaciona con las prácticas de algunos de los judíos de su tiempo. De hecho, Él hace que esa asociación sea irrefutable al mencionar las «sinagogas» en los versículos 2 y 5. No debemos concluir que Mateo quiere decir que todos los seguidores del estilo de vida judío eran hipócritas en su época. Ya poco antes había descrito con afecto la piedad de José y María, por no mencionar que él mismo también era judío. La cuestión es que había líderes religiosos en la época de Jesús que eran hipócritas, que daban muestras de religiosidad, de piedad, pero que no eran auténticos. Del mismo modo, había paganos o gentiles en la época de Jesús que también se habían equivocado en cuanto a la piedad.
Los hipócritas parecen tener una idea correcta de Dios, en términos generales, pero una falta básica de interés en agradarle frente a quedar bien a los ojos de los demás. Por otro lado, los gentiles tienen una idea equivocada de Dios y una visión equivocada de la piedad. Piensan que serán escuchados por sus muchas palabras (Mt 6:7), lo que significa que tienen una especie de idea mágica de la oración que proviene de una visión pagana de Dios. O están ansiosos porque no entienden que nuestro Padre celestial sabe que tenemos estas necesidades básicas (Mt 6:32). Los hipócritas, por el contrario, están mucho más interesados —en la práctica— en lo que piensa la gente que en lo que piensa Dios. Quieren «ser vistos» por los hombres (Mt 6:1). Anuncian sus ofrendas con «trompeta», obviamente para impresionar a la gente (Mt 6:2). O, de nuevo, los hipócritas oran al aire libre, donde todos pueden ver sus oraciones (Mt 6:5), y si están ayunando, se aseguran de parecer realmente miserables para que todos puedan saber que están ayunando (Mt 6:16).
La clave, entonces, para una piedad real, piadosa y bíblica es tanto conocer a Dios como querer agradarle. Tenemos que evitar el error de los gentiles, que piensan que Dios es como una especie de máquina tragamonedas divina, que está obligado a escucharnos y a darnos lo que queremos si oramos el tiempo suficiente y con suficientes palabras teológicas rebuscadas. Además, tampoco debemos pensar que, de alguna manera, Dios está tan alejado del mundo que en realidad no le importa lo que nos ocurra, por lo que lo mejor será que nos aseguremos de cuidar de nosotros mismos. «Dios cuida de los que se cuidan» puede ser una frase muy conocida, pero no es bíblica.
Pero también tenemos que evitar el error de las personas religiosas bien educadas que pueden saber quién es Dios en teoría, pero que en la práctica muestran un comportamiento religioso que traiciona un compromiso fundamental por impresionar a la gente. Qué fácil es ser así, actuar para la alabanza de la gente en todo, desde los actos estándar de piedad como la oración hasta escribir libros y artículos. Esto no quiere decir que debamos ser deliberadamente groseros o imprudentes en el trato con la gente. (Un tema para otro artículo es la necesidad de bondad piadosa en nuestro trato con nuestros semejantes). Pero sí quiere decir que, como dice Jesús, debemos buscar primero el reino de Dios y Su justicia, confiando en que todas estas otras cosas se nos irán añadiendo también, a medida que las necesitemos, y según la sabiduría de nuestro Padre.
Uno de los sermones más influyentes que he leído fue predicado por Jonathan Edwards sobre este texto de buscar primero el reino de Dios. Explicó con bastante detalle que tenemos ante nosotros el mejor trato que cualquiera de nosotros pueda imaginar. Si nos comprometemos a ocuparnos del reino de Dios, de Sus asuntos, de Sus negocios, entonces Él se compromete a ocuparse de nuestros asuntos por nosotros. ¿Quién no se uniría a Dios y dejaría que Él se ocupe de ellos? Ese es el corazón de la piedad del reino. Todos los detalles de lo que significa el día a día se resolverán cuando no solo sepamos quién es Dios, sino que realmente nos comprometamos a buscar primero Su reino. Entonces daremos, oraremos y ayunaremos de verdad, y —quizá lo más importante en esta época de ansiedad— no nos preocuparemos.