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Nota del editor: Este es el octavo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Sal y luz
A mi padre y a mi abuelo les encantaban los aforismos, frases cortas y memorables de sabiduría. Además de heredar ese amor, en lo personal me fascinaron el desarrollo y el uso de los aforismos. Mi fascinación creció como respuesta a mi vocación pastoral. ¿Cómo puedo decir algo con una economía de palabras que sea memorable y preciso y que comunique sabiduría bíblica? Es desafiante y gratificante en la conversación y en la predicación.
En Colosenses 4:6, el apóstol Pablo escribe: «Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona». Gran parte de este texto queda plasmado en este aforismo: «Di lo que en verdad quieres decir, piensa lo que vayas a decir y nunca seas cruel al decirlo».

LAS PALABRAS CORRECTAS
Proverbios 25:11 nos dice: «Como manzanas de oro en engastes de plata / Es la palabra dicha a su tiempo». Efesios 4:29 dice: «No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento».
La comunicación es posible porque fuimos creados a imagen de Dios, pero nunca es neutral. Quizá hayas oído este aforismo engañoso: «Palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me harán daño». La realidad es que las heridas de los palos y las piedras no tardan mucho en cicatrizar, pero las palabras hirientes duelen profundamente y perduran interminablemente.
Hemos sido salvados por la «palabra de vida» que nos trajo a Cristo; por lo tanto, los cristianos necesitamos hablar palabras de vida incluso en las situaciones más difíciles. Jesús dijo: «Sea el hablar de ustedes: “Sí, sí” o “No, no”» (Mt 5:37). Habla con la verdad y con amor incluso cuando trates temas difíciles. No elijas palabras que destruyan, contaminen o envenenen a los demás. Cuanto más difícil sea el tema, más cuidadosa debe ser la elección de las palabras.
LA FORMA CORRECTA
La Escritura nos llama a hablar con un lenguaje «sazonado como con sal» (Col 4:6), que refleje la gracia de Dios. El lenguaje depende en gran medida del tono y la forma de hablar. La misma frase, con las mismas palabras, puede comunicar dos mensajes totalmente distintos, dependiendo del tono.
EL MOMENTO CORRECTO
Hablar en el momento correcto significa hablar según la necesidad del momento. Pensemos en los amigos de Job. Dijeron algunas cosas correctas y usaron algunas palabras correctas, pero en última instancia fueron destructivos porque hablaron en el momento equivocado. El Predicador exhortó en Eclesiastés 3:7 que hay «tiempo de callar, y tiempo de hablar». Santiago 1:19 dice: «Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar».
En mi bolsillo llevo una tarjeta que utilizo cuando me reúno con alguien. Tiene tres preguntas para impulsar nuestra conversación y un acróstico: WAIT («espera» en inglés), que significa «Why am I talking?», lo que se traduce como «¿Por qué estoy hablando?». Mi padre me desafiaba a ser alguien que aprende. También me dijo que hay un momento en la vida en el que es imposible aprender: mientras hablamos. El silencio es necesario para escuchar y saber cómo y cuándo responder.
LAS RAZONES CORRECTAS
En la comunicación redentora es esencial transmitir sabiduría desde nuestro corazón a la vida de los demás. Los cristianos no deben hablar solo para escucharse a sí mismos; tampoco debemos comunicarnos solo para aliviarnos de una carga.
La comunicación redentora no es para la gratificación propia, sino para la edificación del destinatario. Un amigo querido con el que me encanta hablar siempre empieza nuestras conversaciones diciendo: «Harry, hijo mío, te quiero, y hay algo que necesitas oír». Sé que lo que está a punto de salir de su boca saldrá de su corazón con las palabras adecuadas, con el tono adecuado, en el momento adecuado y por las razones adecuadas: para la gloria de Dios y para mi edificación. Desde sus primeras palabras, está claro que no habla para su beneficio, sino para el mío.
Santiago es claro: la lengua es difícil de controlar y tiene un gran impacto cuando se usa. Si habla desde un corazón lleno de pecado, derramará el veneno del mal (ver Stg 3:1-12), pero si habla desde un corazón sazonado con la sal de la gracia, derramará «sabiduría de lo alto» (Stg 3:17). Así pues, el asunto en la comunicación redentora no es la lengua, sino el corazón: «El corazón del problema es el problema del corazón». Elige las palabras correctas dichas de la manera correcta en el momento correcto por las razones correctas. J.C. Ryle dijo acertadamente: «Di la verdad con amor. La verdad sin amor es barbarie; el amor sin verdad es crueldad».