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29 junio, 2023


Hisopo
4 julio, 2023La unidad de la raza humana


En 2020, una maestra de Nevada dijo a su clase que tenían que declarar sus diversas identidades y características, y que luego se las puntuarían según su «privilegio» u «opresión». Identificarse como blanco o cristiano se definía como opresivo. Se le pidió a los alumnos que «deshicieran y desaprendieran» sus «creencias, actitudes y comportamientos derivados de la opresión». Un estudiante, William Clark, sabía que algo iba mal cuando le dijeron que «desaprendiera» el cristianismo, pero lo amenazaron con suspenderlo y no graduarse si no cumplía.
Esa actividad en clase fue una aplicación práctica de la teoría crítica de la raza, que es uno de los temas más polémicos en la sociedad y en la iglesia hoy en día. En nombre del «antirracismo», se anima a muchos niños en la escuela a ver todo en categorías raciales. Pedir a los niños que se vean a sí mismos, y a los demás, como culpables de privilegios o víctimas de la opresión es extremadamente divisivo.


La Biblia arroja una luz brillante sobre esta ideología divisoria. La Escritura enseña la unidad de la raza humana (Gn 1:26; 7:21; 10:32; Mt 19:4; Hch 17:26; Ro 5:12-21; 1 Co 15:21-28, 45-49). Todos estamos más relacionados entre nosotros de lo que la mayoría de la gente imagina. No existen identidades absolutas de «negro» o «blanco». Sin embargo, reconocer nuestra unidad esencial como seres humanos no significa que no pueda respetarse también la variedad étnica y cultural. Dios es glorificado cuando la diversidad de los pueblos se une para honrarle (Ap 5:9).
En un mundo caído, la injusticia, el abuso y la explotación son realidades desagradables (Ec 4:1; Ro 3:9-19). La sensación de que esto está mal viene dada por Dios. Nuestro Creador justo y recto ha puesto Su ley moral en nuestros corazones (Ro 1:18-32; 2:14-16). Nuestro deseo de justicia atestigua que hemos sido creados a Su imagen.
A menudo, los cristianos han estado en la primera línea de la insistencia en que todos deben ser educados, ya que todos deben tener acceso a la Palabra de Dios. La convicción bíblica de que todo ser humano debe ser tratado con respeto subyacía en los esfuerzos por abolir la esclavitud. Las libertades y los derechos que valoramos en las sociedades libres se basan en la convicción de que todos los seres humanos, hechos a imagen de Dios, son iguales en dignidad.
A pesar de todo esto, muchos consideran hoy que el cristianismo es opresivo. En cambio, la teoría crítica de la raza se inculca mediante el entrenamiento de la sensibilidad, la formación en prejuicios inconscientes y programas de diversidad, equidad e inclusividad. Pero buscar la justicia sobre la base de una visión del mundo que ha rechazado a Dios solo empeora las cosas. La teoría crítica de la raza es una rama de la teoría crítica, una escuela de pensamiento que se propuso destruir toda pretensión de verdad trascendente. La hostilidad al cristianismo bíblico era, y es, parte de su ADN. Las disciplinas tradicionales (ciencia, historia, etc.) han tratado de comprender el mundo tal como es. Pero la teoría crítica trata de como cambiar el mundo para lograr la equidad (es decir, la igualdad de resultados en lugar de la igualdad de oportunidades). La teoría crítica trata de desestabilizar la sociedad persuadiendo a la gente para que considere toda autoridad como opresiva, todas las afirmaciones de verdad como sospechosas y todas las palabras como carentes de sentido en última instancia. La teoría crítica sostiene que las explicaciones universales, los códigos morales, la religión e incluso los códigos legales, la razón, la lógica y la ciencia no son más que medios con los que los privilegiados protegen su posición y mantienen a los oprimidos en el suelo.
Este proyecto destructivo comenzó en las universidades, pero ha capturado a todas las grandes instituciones de Occidente. La sociedad se fractura en grupos y las personas se enfrentan entre sí en una carrera armamentística de victimismo. Se resta importancia a la responsabilidad moral individual mientras la culpa se percibe en términos colectivos. El privilegio se considera un pecado que nunca puede ser eliminado. La humanidad se divide entre unos que tienen acceso a ciertas experiencias y otros que no y que, por tanto, no pueden comprender las experiencias del otro grupo. Esto niega nuestra capacidad de relacionarnos con los demás. Bloquea la capacidad que Dios nos ha dado de comunicarnos con nuestros semejantes y confiar en ellos. Es una restricción miserable de las interacciones sociales. También es el resultado de negar a Dios como fuente de verdad externa y universalmente disponible.
La Biblia nos enseña que Dios es el dador de vida, que todo ser humano ha sido creado a Su imagen, y que cuando descuidamos o despreciamos a nuestros semejantes afrentamos a su Hacedor (Pr 14:31; 17:5). La única garantía cierta de la libertad y la dignidad humana es creer que fuimos creados por Dios. Las ideas evolucionistas están directamente detrás de la «ciencia» defectuosa de la eugenesia, que a su vez alimentó la malvada idea de la supremacía racial.
Considerar a las personas principalmente en función de los grupos a los que pertenecen reduce la probabilidad de respetarlas por lo que son. Se pierde el respeto universal que merecen todos los seres humanos. También se pierde el respeto particular que se debe a los individuos por su propio carácter, virtud o logro. Las verdades bíblicas de la creación y la redención apuntan a la unidad esencial de la raza humana y al respeto que debe otorgarse a cada individuo.
La Biblia nos enseña que todos somos pecadores; todos somos moralmente responsables; todos podemos ser perdonados. Cuando hemos reconocido nuestra propia pecaminosidad y experimentado el perdón de Dios, estamos capacitados para perdonar a los demás. En una época de polarización y división social, la capacidad de demostrar humildad y perdón es contracultural y hermosa.
Es justo buscar la justicia y oponerse al racismo. Pero la cosmovisión bíblica es el único fundamento firme para la defensa de la dignidad humana y la armonía social. Transigir con una ideología que se propone destruir las afirmaciones de la verdad trascendente es catastrófico. Nos regocijamos al proclamar que nuestro Dios trino es el fundamento de la verdad, la justicia y la moralidad. Él es digno de la alabanza de todos en todas las naciones y en todas las épocas (Sal 72:8-11).