


Los discípulos adoran a Dios
9 julio, 2018


Los discípulos confiesan sus pecados
11 julio, 2018Los discípulos tropiezan


Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie “Discipulado”, publicada por la Tabletalk Magazine.
No hay ambigüedad en lo que dice el apóstol Juan en 1 Juan 1:8: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”. Por lo tanto, cualquier noción bien intencionada pero equivocada de perfeccionismo cristiano debe ser descartada. Parece que todas las exhortaciones de Juan en esta carta descansan en tres verdades fundamentales: no debemos pecar (2:1), pecaremos (1:8, 10), y tenemos perdón y propiciación por nuestros pecados (1:9 ; 2:1-2).
Un verdadero sentido de nuestras faltas en cuanto a pensamientos, palabras y hechos magnifica la gracia de Dios que salva a los pecadores.
Mi enfoque aquí está en el hecho de que los cristianos realmente pecan. Esta verdad es el resultado lógico y bíblico de la doctrina de la justificación por gracia solamente a través de la fe en Cristo solamente, cuya justicia nos es imputada incluso cuando nuestra culpa es imputada a Él. Nuestra justificación o buena posición ante Dios no se debe a que en la actualidad somos intrínsecamente justos o a que tenemos justicia infundida en nosotros. Somos justos ante Dios porque Él nos acredita y nos cubre con lo que los primeros teólogos protestantes llamaron una justicia “ajena” o “extranjera”, que por supuesto es la justicia de Cristo. La justicia de Cristo es completa, lo que significa que satisface todas las demandas de la santa ley de Dios.
Además, la justicia de Cristo es de valor eterno, lo que significa que nunca expira. Es esta justicia absoluta,objetiva , e infalible a la cual nuestra fe se aferra en la persona y la obra de Cristo. La fe genuina lleva a los creyentes a la unión con Cristo y, por lo tanto, los cubre objetivamente con Su perfecta obediencia y Su sangre purificadora. Subjetivamente, somos despertados a por lo menos tres realidades: (1) la profundidad de nuestra caída (Rom 7:13-19); (2) un deseo genuino de hacer lo que agrada a Dios (Fil 2:13; es la combinación de la conciencia de nuestra naturaleza caída y este deseo dado por Dios de hacer lo que agrada a Dios lo que crea la tensión de que Pablo habla de en Rom 7:12-25); y (3) conocimiento de la generosidad de la gracia de Dios en Cristo que salva a los pecadores (1 Tim 1:15).
Estar enraizados en estas verdades y estudiarlas a fondo debería permitirnos no solo comprender la veracidad de la afirmación del apóstol en 1 Juan 1:8, sino hacerlo de una manera que no nos haga complacientes con el hecho de que como cristianos, permanecemos pecadores. Por el contrario, un verdadero sentido de nuestras faltas en cuanto a pensamientos, palabras y hechos magnifica la gracia de Dios que salva a los pecadores. Y la gracia de Dios magnificada desencadena la gratitud que se manifiesta en hacer lo que agrada a Dios.
Sí, los discípulos tropiezan, pero Dios usa su tropiezo para mostrarles más y más de la gracia que es más grande que todos sus pecados.