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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El Sínodo de Dort
No crecí en la Iglesia reformada holandesa. Mis antecedentes son bastante eclécticos —bautizado como católico romano, convertido en la Iglesia cuadrangular, educado en un colegio de las Asambleas de Dios y expastor de jóvenes en una Iglesia pentecostal no confesional— pero no recuerdo haber conocido a ningún holandés hasta que entré en una iglesia reformada holandesa.
La tradición reformada holandesa es muy rica, con una historia en Norteamérica que se remonta al siglo XVII y que ha tenido una enorme influencia. Hagamos un esbozo.
LOS HOLANDESES REFORMADOS EN AMÉRICA
La historia de cómo los reformados holandeses llegaron a América es muy singular. Una década antes del gran Sínodo de Dort, la Compañía holandesa de las Indias Orientales contrató a un inglés, Henry Hudson, para que encontrara un paso por el este para llegar a las Indias. Sin éxito, navegó hacia el oeste y llegó a lo que hoy es Nueva York. Gracias a este inglés, en 1614 la Compañía holandesa de las Indias Occidentales estableció puestos de comercio de pieles en lo que hoy es Albany y Manhattan, seis años antes de que los peregrinos desembarcaran en Plymouth. En 1623 se estableció la primera colonia agrícola permanente en lo que entonces se llamaba Nueva Holanda. Su supervisión espiritual se le encomendó a la Classis (una asamblea regional de iglesias) de Ámsterdam y se enviaron dos laicos conocidos como «consoladores de los enfermos» para que proveyeran cuidado espiritual. No fue sino hasta 1628 que se envió a un ministro regular o «dominie», Jonas Michiels, a Nueva Ámsterdam (en la actualidad la ciudad de Nueva York). Esta congregación, de hecho, continúa hasta hoy como la Collegiate Church of New York [Iglesia Colegiada de Nueva York].
Esta y otras iglesias de la Iglesia reformada holandesa se convirtieron oficialmente en una iglesia reformada autóctona e independiente en 1792, que hoy se conocen como la Reformed Church in America (RCA) [Iglesia reformada en América]. Poco después, en 1822, se produjo una pequeña secesión de iglesias de la Classis Hackensack (una classis del noreste de Estados Unidos). Una cuestión clave era la enseñanza de lo que se llamó «la Nueva Divinidad», o hopkinsianismo (llamado así por Samuel Hopkins). Esta teología enseñaba una forma de pecado original, libre albedrío y satisfacción de Cristo que era diferente a lo que se enseñaba en los Cánones de Dort. Los que se separaron se llamaron a sí mismos True Dutch Reformed Church (TDRC) [Verdadera Iglesia reformada holandesa].
PROBLEMAS EN CASA
De vuelta a los Países Bajos, no solo el racionalismo y el pietismo habían infectado a la Iglesia reformada holandesa, sino que la época napoleónica en especial causó estragos. Tras la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena instaló al exiliado Guillermo, príncipe de Orange y Nassau, como el rey Guillermo I sobre la nueva monarquía constitucional de las provincias holandesas unidas. En 1816, él aprobó una ley llamada Reglamento general que reorganizaba a las iglesias en una Iglesia estatal, llamándola Iglesia reformada (o reorganizada) de los Países Bajos. El orden eclesiástico adoptado en el Sínodo de Dort, que destacaba la autoridad de los consistorios locales (órganos de gobierno de ministros y ancianos), fue sustituido por una estructura jerárquica de juntas creada por el gobierno. La forma de suscripción de Dort, que exigía a los funcionarios de la Iglesia que se suscribieran a la doctrina de las Tres formas de unidad —el Catecismo de Heidelberg, la Confesión Belga y los Cánones de Dort— fue modificada. Anteriormente, la suscripción indicaba que se estaba de acuerdo porque las Tres formas estaban de acuerdo con la Palabra de Dios; esto se modificó de modo que se eliminó la referencia a los cánones, y la suscripción al catecismo y a la confesión se hizo solo en lo que estaban de acuerdo con la Palabra. Un ministro, Simon van Velzen, defendió las Tres formas de unidad ante la junta de su classis, lo que llevó a uno de sus miembros a decir: «Prefiero que me retuerzan el cuello a suscribirme a los Cánones de Dort».
Este malestar llevó a los creyentes concienzudos a reunirse en «conventículos» extraeclesiásticos para leer las obras clásicas reformadas, como parte de un movimiento que recorría las iglesias protestantes de toda Europa, llamado «el Avivamiento». El resultado de este avivamiento fue «la Separación» en 1834. El dominie Hendrick De Cock, de Ulrum, quedó tan impresionado por el celo y la piedad de los miembros de su rebaño que se reunían en conventículos, que empezó a leer la Biblia estatal autorizada de Dort, la Institución de Juan Calvino y los Cánones de Dort. El resultado fue un hombre de convicción cuya predicación empezó a atraer a grandes multitudes. En respuesta, el gobierno lo suspendió de la predicación y más tarde lo depuso del ministerio luego de que escribiera una introducción a un panfleto contra la ley estatal que obligaba a la Iglesia a cantar himnos. En lugar de De Cock, H. P. Scholte predicó y también se opuso a la exigencia estatal de cantar himnos, por lo que en dos semanas también fue suspendido. Esto llevó al consistorio de Ulrum a actuar el 13 de octubre de 1834, en una declaración firmada titulada «Acta de secesión y retorno». A la noche siguiente, la mayoría de la congregación firmó el documento. Otras congregaciones cuyos ministros habían sido depuestos por no cantar los himnos obligatorios y por negarse a bautizar a los hijos de los miembros no comulgantes, se unieron a la Separación. La Iglesia estatal, dirigida por el gobierno, persiguió a los separatistas apostando soldados en sus casas, multando a los que asistían a reuniones de más de veinte personas y encarcelando a los que no pagaban.
PROPAGACIÓN POR MEDIO DE LA INMIGRACIÓN
En 1847, los ministros y miembros de la Separación habían empezado a emigrar a Estados Unidos y establecer colonias e iglesias independientes en las ciudades de Holland, en Michigan, y de Pella, en Iowa. Estos inmigrantes entraron inicialmente en contacto con la RCA y se unieron a ella. Poco después, un hombre de la iglesia de Holland llamado Gijsbert Haan empezó a llamar a la secesión de la RCA tras recibir información de la Verdadera Iglesia reformada holandesa y luego de asistir a varias congregaciones de la RCA. Sus razones para la secesión eran las siguientes:
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- La predicación del Catecismo de Heidelberg, que era una característica de las iglesias reformadas holandesas desde antes del Sínodo de Dort, era inexistente.
- No se celebraban las cinco «fiestas evangélicas» (Navidad, Viernes Santo, Pascua, Ascensión y Pentecostés).
- El bautismo se administraba en privado en las casas y en la sala del consistorio.
- Los afroamericanos eran segregados de la Mesa del Señor.
- Se aceptaba la afiliación de miembros de logias masónicas.
- Algunos ministros y ancianos se unieron a un servicio de comunión metodista.
- Los himnos y los coros empezaron a tener protagonismo.
- La escuela dominical suplantó la enseñanza del catecismo.
En 1857, las cuatro congregaciones inmigrantes de Holland abandonaron la RCA y se convirtieron en la True Holland Reformed Church [Verdadera Iglesia reformada de Holanda]. A mediados de la década de 1860, estas iglesias empezaron a mantener correspondencia con la Verdadera Iglesia reformada holandesa y en 1890 se produjo una fusión, creando la Christian Reformed Church (CRC) [Iglesia Cristiana reformada].
NO TODO VA BIEN EN EL FRENTE OCCIDENTAL
Por desgracia, los reformados holandeses de Norteamérica estuvieron plagados de controversias teológicas. Tras el comienzo del siglo XX, las luchas irrumpieron en la CRC. Un punto álgido fue Harry Bultema y su libro Maranatha, en el que defendía el dispensacionalismo premilenial y negaba el reinado de Cristo sobre la Iglesia y la unidad del Antiguo y el Nuevo Testamento. Los puntos de vista de Bultema fueron discutidos y condenados por su classis y por los sínodos de 1918 y 1920 por ser contrarios a las confesiones reformadas. Otro conflicto fue por Ralph Janssen, profesor de Antiguo Testamento del Calvin Theological Seminary [Seminario Teológico Calvino] de Grand Rapids, Michigan. Janssen cuestionó la infalibilidad y la autoridad de la Escritura y puso en duda algunos milagros bíblicos, explicándolos por causas naturales. El sínodo de 1922 condenó sus opiniones y lo relevó de su puesto en el seminario.
Lamentablemente, esta tendencia general del cristianismo estadounidense a disminuir la autoridad de la Escritura condujo al declive de la CRC durante las décadas siguientes. Especialmente en los años 60, creció la indiferencia doctrinal resultante de una interpretación más liberal de las Escrituras. Los cambios se hacían notar tanto en la predicación como en las liturgias de algunas iglesias. Los libros de catecismo y los materiales de escuela dominical utilizados en las iglesias empezaron a hacer hincapié en la experiencia humana. Los sermones doctrinales se hicieron más infrecuentes en muchas iglesias y una encuesta publicada mostraba que el Catecismo de Heidelberg ya no se utilizaba en la predicación de la mayoría de las congregaciones. Esta creciente indiferencia doctrinal se convirtió en ignorancia con un desprecio benigno o una aceptación limitada de cuestiones como la evolución y las mujeres ancianas.
OTRA OLA DE SECESIÓN
En la década de 1980, los miembros conservadores de la CRC creaban organizaciones, producían materiales de lectura y desafiaban y condenaban la dirección y las decisiones de varios sínodos. Se produjo una pequeña secesión entre las iglesias canadienses que se denominó Orthodox Christian Reformed Churches [Iglesias cristianas reformadas ortodoxas]. Se formaron otros grupos, como las Consistorial Conferences [Conferencias Consistoriales] y la Christian Reformed Alliance [Alianza Cristiana reformada], que en los años 90 se convirtió en la Alliance of Reformed Churches [Alianza de iglesias reformadas]. Esta tendencia continuó hasta 1995, cuando se constituyó la United Reformed Churches in North America (URCNA) [Iglesia reformada unida de Norteamérica], que celebró su primer sínodo en 1996.
El movimiento reformado holandés, como todos los demás, está inmerso en una lucha constante. Hay crecimiento, hay decadencia; hay reforma, hay deformación que lleva al avivamiento y a la renovación de las sendas antiguas. En este año del aniversario del Sínodo de Dort, escribo como alguien que está agradecido por esta larga lucha y que se encontró trasplantado como forastero en el mundo de las iglesias reformadas holandesas. Estoy agradecido por hombres que han luchado en esta rama de la Iglesia de Cristo, como Geerhardus Vos y su énfasis en el desarrollo de la revelación de la Palabra de Dios, y Louis Berkhof y su fiel apropiación de la teología ortodoxa y piadosa de Herman Bavinck. Estoy en deuda con hombres más recientes que condujeron a la formación de la URCNA: W. Robert Godfrey, una de las principales luces del mundo reformado holandés que, como yo, llegó desde fuera; Cornelis Venema y Kim Riddlebarger y sus escritos sobre la justificación y la escatología; y Michael Horton, que ha conducido a tantos como yo a una reforma moderna.