Dios se revela a Sí mismo y a Su plan para el mundo y la humanidad en formas que abordan nuestras mentes y nuestros corazones con poderosas imágenes de belleza, quebrantamiento, necesidad, redención, amor y perdón, entre muchas otras. Algunas de estas imágenes de nuestra relación con Dios están contenidas en metáforas religiosas que Dios usa para hablarnos. En este artículo, reflexionaremos sobre las metáforas religiosas del sacerdocio, las ofrendas y los sacrificios.
En el libro de Éxodo encontramos por primera vez una idea que aparece a lo largo de la Biblia: Dios ha escogido a un pueblo para que sea Suyo con el propósito de manifestar al mundo Su plan redentor. Eugene Merrill dice que el éxodo de Israel es el evento histórico y teológico más significativo del Antiguo Testamento, ya que destaca el acto más poderoso de Dios a favor de Su pueblo, un acto que los llevó de la esclavitud a la libertad, de la fragmentación a la solidaridad, de ser el pueblo de la promesa (hebreos) a ser la nación del cumplimiento (Israel).
Es a través de esta metáfora religiosa del sacerdocio que Dios le da una nueva identidad a Su pueblo.
A través de Israel, Dios establecerá Su Reino al hacer de cada hombre y cada mujer sacerdotes que servirán al Rey de reyes. Ya no servirán a Faraón sino que serán consagrados al servicio del Señor.
«Ahora pues, si en verdad escucháis Mi voz y guardáis Mi pacto, seréis Mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque Mía es toda la tierra; y vosotros seréis para Mí un Reino de sacerdotes y una nación santa». Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel (Ex 19:5-6).
Es a través de esta metáfora religiosa del sacerdocio que Dios le da una nueva identidad a Su pueblo. Ahora son un pueblo escogido para llevar a cabo los planes de Dios. Esta nueva nación representará la inevitable realidad de un mundo restaurado conforme a los propósitos del Creador. Además, en esta misma metáfora vemos que, al igual que los hebreos cuando salieron de Egipto, aquellos que hoy están en Cristo también encuentran una nueva identidad, un nuevo propósito y la libertad de la esclavitud del pecado y la culpa.
Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable;pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia (1 Pe 2:9-10).
El pueblo redimido por el cordero de la Pascua en Egipto y el pueblo redimido por Cristo en la cruz vivirán juntos para proclamar las maravillas y excelencias de Aquel que los salvó de la oscuridad de la separación y los trajo a la luz de la gracia y la comunión. La metáfora religiosa del sacerdocio representa su nueva posición como posesión atesorada de Dios, pero también le da a Su pueblo una misión que cumplir, un nuevo propósito de dar a conocer el nombre del Señor en toda la tierra.
Aquellos que son llamados a ser sacerdotes de Dios disfrutarán de una relación íntima con su Salvador, y Él se deleitará en ellos. Dios describe a Su pueblo escogido como fragante aroma de Cristo para Dios (2 Co 2:15). Esto significa que Dios se deleita en ellos y se regocija en la comunión con ellos que fue hecha posible a través de la obra de Cristo. La salvación ha sido alcanzada, y las vidas del pueblo de Dios —en todo cuanto hagamos— ahora son como incienso ofrecido a Dios. Ser fragante aroma de Cristo para Dios es servir a Dios en cualquier llamado que tengamos en el mundo. Para el pueblo de Dios, todo es una oportunidad para honrar Su nombre: la maternidad, los negocios, la docencia, el arte, los deportes, la ciencia o cualquier otra área de la vida. La esencia del oficio sacerdotal y de la vida cristiana es la adoración, un llamado a buscar maneras de exaltar Su nombre y de estar consagrados a Él en todo cuanto hagamos. Oswald Chambers, el reconocido ministro escocés, dijo lo siguiente respecto a la devoción misionera: «Los hombres y mujeres que Nuestro Señor envía en Sus empresas son de lo más ordinario, pero con una devoción dominante a Él mismo, forjada por el Espíritu Santo». Esta devoción dominante hacia Dios es lo que se espera del pueblo de Dios.
En el Nuevo Testamento, por medio del apóstol Pablo, Dios también nos da las metáforas religiosas de las ofrendas y los sacrificios para describir las maneras en las que los creyentes encuentran su identidad en su relación con Dios. Pablo dice que ha sido llamado al servicio sacerdotal para que, por medio de Cristo, los gentiles puedan ser una ofrenda aceptable a Dios. Esto significa que, a través del evangelio, ahora los gentiles también son parte de este Reino de sacerdotes que fue inaugurado en el monte Sinaí.
… para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda que hago de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo.Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios (Rom 15:16-17).
Pablo también utiliza la metáfora del sacrificio al describir su vida y su servicio como «libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe» (Flp 2:17). Su uso del lenguaje del Antiguo Testamento (Lv 1) demuestra que Pablo sabe que su vida se está consumiendo así como las ofrendas que eran dedicadas en el altar se consumían en adoración agradable y sacrificial a Dios.
De la misma manera, Jesús habla sobre el tipo de vida que Sus seguidores deberían vivir al morir a este mundo y ofrecerse a sí mismos como sacrificios a Él: «Y decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”» (Lc 9:23).
Cuán emocionante es entender a través de estas metáforas religiosas lo que significa ser redimidos, amados y perdonados al hoy vivir para la gloria de Dios.
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