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Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El reino de Dios.
Las cruzadas, la persecución, las revueltas, la educación y las concepciones seculares de la justicia social son algunos de los medios que se han utilizado en intentos vanos por construir el reino. Las acciones equivocadas provienen de concepciones erróneas, y Jesús dejó claro que Su gobierno es sobre las almas antes que sobre la tierra. Si el evangelio de Dios revierte la caída de Adán, la vida y el señorío humanos solo pueden recuperarse mediante una solución espiritual al problema del pecado. Daniel muestra a los líderes mundiales sujetos a una gloriosa figura celestial (Dn 7:13-14). Los Salmos y los profetas dejan claro que el tiempo y el espacio no pueden limitar el dominio futuro de David (Sal 8:1-9; 72:17; Is 9:6-7).
El propósito de todo el Evangelio de Juan es espiritual. Él ofrece al Verbo encarnado, mediante la recopilación de señales y dichos, para que los lectores puedan creer y recibir la vida eterna (Jn 20:30-31). El vocabulario explícito del reino está muy ausente en su libro. Prefiere términos como «vida eterna» que evitan cualquier connotación política humana. El nuevo nacimiento, dado soberanamente por el Espíritu, es esencial para entrar en el reino (Jn 3:3-8). La adoración espiritual que Dios desea hace que la geografía sea irrelevante (4:19-24). El futuro Rey calma a las multitudes descarriadas cuando el fervor nacionalista alcanza un punto de ebullición (6:14-15). Este Pastor real salva a las ovejas no al rechazar a Roma, sino al entregar Su vida (10:10-18). Su cruz es Su corona, la cual recibe después de ser levantado sobre la tierra (12:32-34). Al sentarse en gloria tras Su resurrección, la efusión del Espíritu Santo le da vida a la misión evangélica (16:7-14). Jesús le ruega al Padre por la unidad y la fe espirituales de Su rebaño (17:16-23). Pedro demostrará su amor alimentando a las ovejas con la verdad (21:15-18).
El arresto y el juicio de nuestro Señor anulan toda esperanza terrenal. Cuando Pedro saca una espada, debe guardarla rápidamente mientras la oreja de Malco es reemplazada (18:10-12). El Mesías cede pasivamente ante los injustos tribunales humanos (18:13 – 19:16). Pilato quiere saber si Jesús es realmente culpable de sedición y, si no lo es, cuál es la naturaleza de Su dominio (18:33-37). Las palabras y obras previas proporcionan una amplia prueba de que el reino que Él gobierna no es Judea ni Jerusalén (18:36) y, por tanto, «no es de este mundo» o «de este lugar». Todos deben escuchar que «Jesús es Rey» para que los creyentes puedan ser liberados de este sistema mundano, malvado y condenado. Todas las concepciones mundanas del reino son repudiadas sistemáticamente; en cuanto a origen y destino, el reino de Cristo es trascendente, de otro mundo, espiritual y eterno.
Por lo tanto, los cristianos ciertamente deben promover la verdad individualmente. Las necesidades diaconales se suplen por amor a la verdad. Sin embargo, la tarea corporativa central es el ministerio de la Palabra en la tierra. Cuando la iglesia se reúne, la prioridad principal debe ser la predicación del Cristo crucificado, sellada en los sacramentos y reforzada (de ser necesario) a través de la disciplina. La obra misionera empapada de oración, la difusión del evangelio, la traducción a una lengua vernácula, la catequesis doctrinal y la distribución de literatura son usadas por el Espíritu para convencer, convertir y conformar a pecadores y santos a Cristo. Esta Palabra de vida es el instrumento por medio del cual Jesús extiende Su dominio; el Hijo del Hombre la usa para llamar a las almas a salir de las tumbas, para alimentar a Sus ovejas y para someter a corazones rebeldes que se rinden gustosamente en arrepentimiento y fe. Y si nuestro Señor enseñó en lagos y colinas mientras estuvo en la tierra, nosotros gritamos desde los tejados para impulsar Sus afirmaciones reales.