Mateo 19:13-15 presenta el maravilloso relato de Jesús recibiendo a los niños y bendiciéndolos. Los discípulos, pensando que era indignante que nuestro Salvador recibiera a los niños y niñas, intentan alejarlos. Seguramente pensaron que Jesús estaba demasiado ocupado y era demasiado importante como para perder el tiempo con niños. Creían que tenía asuntos más importantes que atender, personas de mayor influencia y poder a las que dirigirse. Pero Jesús no estaba de acuerdo con su apreciación. En este evento, para corregir la perspectiva de los discípulos, Jesús dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a Mí, porque de los que son como estos es el reino de los cielos» (v. 14).
No nos atrevamos a pasar por alto la importancia de las palabras de Jesús. Si los niños no tuvieran capacidad para comprender las cosas de Dios y la persona y enseñanzas de Jesús, tendría sentido mantenerlos a distancia del Salvador hasta que tengan edad suficiente para entenderlo realmente. El hecho de que Jesús acogiera a los niños implica que nuestros pequeños son capaces de comprender y creer las profundas verdades que Él proclama. Puede que tengan una comprensión más sencilla que los adultos sobre estos asuntos, pero eso no hace que su comprensión sea menos verdadera. En realidad, Jesús nos está exhortando implícitamente a no subestimar a los niños y su capacidad.
Cualquiera que haya pasado algún tiempo hablando de la Biblia, de Dios o de otros temas espirituales con niños, pronto se da cuenta de que son pequeños teólogos profundos. Me asombran las preguntas que hacen mis cuatro hijos (cuyas edades oscilan entre los doce y los cuatro años), así como su perspectiva de la verdad divina. Pero no son solo mis hijos. A lo largo de los años, cuando he tenido la oportunidad de enseñar en la escuela dominical o la clase para que los niños participen en la Cena del Señor, he visto a los hijos de otras personas preguntar el mismo tipo de cosas sorprendentes y mostrar una perspicacia similar. Para decirlo de otra manera, los niños y niñas muestran a menudo una comprensión teológica mayor de la que les atribuimos.
Sin embargo, por desgracia, a menudo subestimamos a los niños. Muchas iglesias envían a los niños a un servicio infantil durante el sermón. Las intenciones son buenas, ya que esta práctica está motivada por la preocupación de que la enseñanza sea adecuada a la edad de los niños. Pero supone que los niños son incapaces de entender los sermones ordinarios. Subestima a los niños y divide la reunión corporativa.
La verdad es que a veces esto ocurre porque los pastores no tienen en cuenta la presencia de los niños en la congregación. Eso también subestima a los niños, porque no tiene en cuenta su necesidad de aplicar la Palabra de Dios a sus propias vidas y asume que son incapaces de tomar lo que se dice a los adultos y adaptarlo a sus propias circunstancias.
Ciertamente, hay lugar para una enseñanza personalizada para los niños más pequeños y clases específicas para ellos. Sin embargo, debemos tener cuidado de no subestimar nunca a los niños. Jesús nunca lo hizo.