El corazón y la mente
29 agosto, 2023Orando el Salmo 51
2 septiembre, 2023Predica para persuadir
Los pastores son divinamente llamados a predicar la Palabra de Dios. Deben hacerlo persuasivamente, tal como lo hizo Pablo en Hechos 18:4: «Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, tratando de persuadir a judíos y a griegos». Los predicadores deben tratar de persuadir a sus oyentes no solo para que escuchen y reciban la verdad de Dios, sino también para que la apliquen. Desafortunadamente, como ha observado Michael J. Kruger, la persuasión es «la única cosa importante que falta en la mayoría de los sermones». Al ofrecer estos tres pensamientos sobre la predicación persuasiva, mi objetivo es animar a mis colegas pastores a predicar de manera más persuasiva.
EL PODER DEL ESPÍRITU
La predicación persuasiva está cimentada en la confianza en el poder del Espíritu Santo para convertir a los pecadores. Cuando estés detrás de tu púlpito cada domingo, recuerda que estás predicando a una congregación compuesta tanto por ovejas como por cabras. Una iglesia local tendrá creyentes e incrédulos. Las iglesias no son perfectamente puras. Tanto los incrédulos como los creyentes necesitan el evangelio: los primeros para su salvación, los segundos para su santificación.
Predicar a los incrédulos es como hablar a los muertos. Vemos esta imagen en Ezequiel 37 cuando Dios encargó a Su profeta que profetizara a huesos secos, simbolizando la condición espiritual de «toda la casa de Israel» (v. 11). Como estos huesos secos, los hijos de Israel estaban espiritualmente muertos. Dios ordenó a Ezequiel que les dijera: «Huesos secos, oigan la palabra del SEÑOR» (v. 4). ¿Cómo puedes persuadir a estos huesos para que escuchen la Palabra de Dios cuando de hecho están muertos? Aquí es donde necesitas estar totalmente convencido del poder sobrenatural del Espíritu para hacer que los pecadores espiritualmente muertos vivan juntamente con Cristo (Ef 2:5).
Por lo tanto, predica con plena convicción en la capacidad de Dios para salvar incluso a aquellos que piensas, humanamente hablando, que son imposibles de ser salvos. Con esta convicción, persuade a los miembros creyentes de tu iglesia para que no dejen de compartir el evangelio y orar por la conversión de sus seres queridos y amigos incrédulos.
SOBERANÍA DIVINA Y RESPONSABILIDAD HUMANA
La predicación persuasiva abarca tanto la soberanía divina como la responsabilidad humana. Llamar a los incrédulos a arrepentirse de sus pecados y creer en Cristo puede parecer ilógico. Después de todo, a menos que Dios vivifique las almas muertas, no pueden arrepentirse y creer, por lo que parecería tener más sentido que Dios abriera primero sus corazones al evangelio, antes de que los llamemos al arrepentimiento y a la fe. Aunque esto nos parezca más lógico, no es el patrón bíblico. Por ejemplo, Dios ordenó a Ezequiel que proclamara Sus palabras al pueblo de Israel antes de regenerarlos. «Y profeticé como Él me había ordenado, y el espíritu entró en ellos, y vivieron» (37:10). Aquí aprendemos cómo Dios ordinariamente usa la proclamación de Su Palabra para regenerar pecadores. Y aunque los incrédulos están espiritualmente muertos —y por lo tanto son incapaces de creer por sí mismos— tienen el deber de creer para su salvación. El mensaje del evangelio es claro: «Cree en el Señor Jesús, y serás salvo» (Hch 16:31). Nadie puede esperar ser salvo a menos que crea. De hecho, así como a los pastores se les ordena predicar el evangelio, a los incrédulos se les ordena creer en el evangelio.
Por lo tanto, la predicación persuasiva no vacila en ofrecer el evangelio gratuitamente e instar a los no regenerados a arrepentirse y creer. La predicación hipercalvinista, por otro lado, argumentará que ya que los incrédulos son incapaces de creer porque están muertos en sus pecados, no tienen el deber de creer en Jesús para salvación. Por lo tanto, apelar a ellos para que vengan a Cristo por fe no solo es irracional, sino antibíblico.
Por el contrario, la predicación persuasiva sostiene tanto la soberanía divina como la responsabilidad humana: es decir, no podemos creer a menos que Dios nos conceda la fe, pero tenemos la responsabilidad de creer. El Espíritu es nuestro máximo convencedor, pero los predicadores están llamados a ser persuasores. Pero ¿cómo concilia ambas cosas la predicación persuasiva? Charles Spurgeon abordó el asunto:
Me piden que concilie las dos cosas. Yo respondo, ellas no quieren que se les reconcilie; nunca necesité reconciliarlas porque nunca vi en ellas una discrepancia… Ambas son verdaderas; y dos verdades no pueden ser inconsistentes entre sí. Lo que tienes que hacer es creer en ambas.
CABEZA Y CORAZÓN
La predicación persuasiva se dirige tanto a la cabeza como al corazón, con el objetivo de incitar a poner las manos en acción. Cuando prediques, haz un esfuerzo por entregar sermones capaces no solo de informar a la mente de tus oyentes, sino también de tocar sus corazones y motivar sus manos para que pongan en práctica lo que se ha predicado.
Tristemente, algunos pastores predican como periodistas o conferenciantes, preocupados solo por impartir conocimientos. Una vez escuché a un pastor decir: «Mi vocación como predicador es simplemente enseñar la verdad de Dios. La aplicación de esta verdad no es obra mía, sino del Espíritu Santo». Pero como Derek W.H. Thomas ha argumentado: «La predicación es enseñanza más aplicación. Sugerir que la predicación es aplicación es exagerar el punto, pero a menos que haya un componente de “¿y entonces qué?”, sería algo menos que predicación». Para que un pastor predique de manera persuasiva, debe conocer a sus miembros lo suficiente como para abordar eficazmente sus necesidades y luchas espirituales.