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¿Qué significa «solus Christus»?
4 febrero, 2025
¿Qué significa «sola gratia»?
15 febrero, 2025¿Qué significa «sola fide»?
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Este es el quinto artículo de la colección de artículos: ¿Qué son las cinco solas?
En 1571, la Iglesia Reformada de Inglaterra de la reina Isabel I adoptó sus Treinta y Nueve Artículos de Religión. El artículo 11 dejaba claras sus credenciales protestantes sobre la doctrina de la justificación:
Somos considerados justos ante Dios solo por el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, por la fe y no por nuestras propias obras o méritos. Por lo tanto, que seamos justificados por la fe sola es una doctrina muy sana y muy llena de consuelo; como se expresa más ampliamente en la Homilía de la Justificación.
¿Qué significa la expresión «la fe sola» o sola fide? Entender esto es «sano» o beneficioso para nuestra salud y bienestar espiritual. También es una doctrina «muy llena de consuelo» para nosotros en nuestras luchas espirituales.
¿Cómo pueden ser justos los pecadores?
Primero, hablamos de la «fe sola» en relación a la doctrina de la justificación, que consiste en que «somos considerados justos ante Dios». ¿Cómo podemos nosotros ―pecadores― ser justos ante Dios, quien no posee pecado y es santo? Esta es una pregunta antigua: «¿Es el mortal justo delante de Dios? ¿Es el hombre puro delante de su Hacedor?» (Job 4:17). Después de todo, el apóstol Pablo declaró más tarde esta verdad universal: «Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Ro 3:23). La manera en que los pecadores como tú y como yo podemos ser justos ante Dios es la «imputación», es decir, ¡«somos considerados justos ante Dios» por Dios mismo!
El mérito de Jesucristo
Segundo, ¿cómo es posible que un Dios santo y justo nos «considere», a los pecadores, como justos? No puede simplemente barrer nuestros pecados bajo la alfombra y olvidarse de que están ahí, como un niño limpia su habitación. Él es santo, justo y recto; el pecado debe ser castigado. La base sobre la que Dios puede hacer tal declaración es «solo por [debido a] el mérito de nuestro Señor y Salvador Jesucristo». Él cumplió por nosotros la ley que hemos quebrantado; Él derramó Su preciosísima sangre para hacer un sacrificio y una satisfacción por nosotros; Él apartó la ira y la indignación de Dios contra nosotros. En Su sabiduría infinita, la justicia y la misericordia de Dios se encontraron en la cruz de Cristo. Allí, Su justicia condenó a Su propio Hijo para no condenarnos a nosotros. Allí, Su misericordia nos libró de Su ira.
Así pues, hemos sido «justificados gratuitamente por Su gracia» porque «por medio de la redención que es en Cristo Jesús… Dios [lo] exhibió públicamente como propiciación por Su sangre… como demostración de [la] justicia [de Dios]… a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús» (Ro 3:23-26). Dicho de manera negativa, ¿cómo nuestro santo y justo Dios puede «considerar» a los pecadores como justos? Esto «no [es] por [debido a] nuestras propias obras o méritos». No podemos ser justificados por nuestras propias obras (Gá 2:16). En palabras de la homilía antes mencionada, «aunque esta justificación nos es dada gratuita, no se nos otorga tan gratuitamente, al punto que no se necesite el pago de rescate alguno por ella».
Confianza y seguridad
Tercero, es «por la fe», o más exactamente, «por la fe sola», que recibimos la declaración de Dios acerca de nosotros sobre la base de la justicia de Cristo. La fe recibe a Cristo. Es el medio por el que somos justificados; no es la razón: Jesús lo es. Así pues, la fe verdadera, justificadora, no solo cree en la Sagrada Escritura y en todas sus doctrinas, sino que, más aún, es «tener también confianza y seguridad en las misericordiosas promesas de Dios». En otras palabras, la fe no es meramente conocimiento y ni siquiera asentimiento de ese conocimiento. Los demonios tienen esa «fe» (Stg 2:19). Este tipo de «fe» te permite seguir revolcándote en tus pecados:
Porque ¿cómo puede un hombre tener esta fe verdadera, esta segura confianza en Dios, que por los méritos de Cristo, sus pecados sean perdonados, y ser reconciliado con el favor de Dios, y ser partícipe del reino de los cielos por Cristo, cuando vive impíamente, y niega a Cristo en sus obras?
Por eso nosotros, como protestantes, siempre tenemos que afirmar que la justificación por la fe sola no significa que esta fe justificadora viva sola en nosotros sin verdadero arrepentimiento, esperanza, amor y temor de Dios. Sin embargo, en cuanto a que Dios mismo nos considere justos ante Él, sola fide significa que Dios nos justificó por gracia y sin mérito de nuestras obras.
El «qué» de la sola fide nos lleva al «por qué» es importante. Recuerda que es «muy sana y muy llena de consuelo». El beneficio de esta doctrina «alza y expone la verdadera gloria de Cristo, y elimina la vanagloria del hombre». Cuando tú y yo consideramos los dones infinitos que Dios concede, aunque no los merecemos, ¡nos sentimos impulsados a caer de rodillas en humilde adoración! La justificación sola fide no lleva al creyente verdadero a la pereza espiritual, sino
a entregarnos a Dios enteramente con toda nuestra voluntad, corazón, fuerza y poder; a servirle en todas las buenas obras, obedeciendo Sus mandamientos durante toda nuestra vida; a buscar en todas las cosas Su gloria y honor, no nuestros placeres sensuales y vanagloria; temiendo siempre de buena gana ofender a tan misericordioso Dios y amoroso Redentor de palabra, pensamiento u obra…. [a] movernos también por Su causa, a estar siempre dispuestos a entregarnos a nuestros prójimos y, en la medida de nuestras fuerzas, a esforzarnos por hacer el bien a todos los hombres. Estos son los frutos de la fe verdadera: hacer el bien a todos los hombres en la medida de nuestras fuerzas; y, sobre todas las cosas y en todas las cosas, promover la gloria de Dios, quien es el único que nos provee nuestra santificación, justificación, salvación y redención. A quien sea siempre gloria, alabanza y honor por los siglos de los siglos. Amén.
- Thomas Cranmer, «A Sermon of the Salvation of Mankind by Only Christ Our Saviour, From Sin and Death Everlasting» [«Un sermón de la salvación de la humanidad por Cristo solo, nuestro Salvador, del pecado y de la muerte eterna»] en Book of Homilies: A Critical Edition [Libro de homilías: Una edición crítica], ed. Gerald Bray (Cambridge: James Clarke & Co., 2015).
- Ibid
- Ibid