
La cristología en su contexto
1 febrero, 2025
¿Qué significa «sola fide»?
13 febrero, 2025¿Qué significa «solus Christus»?

Este es el cuarto artículo de la colección de artículos: ¿Qué son las cinco solas?
En cualquier época, ya sea la de los reformadores o la actual, nos vemos tentados a manchar la belleza de Cristo con nuestros ídolos. Juan Calvino dijo que es parte de nuestra naturaleza: «La naturaleza del hombre… es una fábrica perpetua de ídolos… La mente humana, llena de orgullo y osadía, se atreve a concebir un dios según su propia capacidad».
La doctrina de solus Christus fue resaltada durante la Reforma cuando los reformadores identificaron el problema de una iglesia que eclipsaba a Cristo, atribuyéndose prerrogativas que solo pertenecen a Él. Este problema llevó a los reformadores a purgar cualquier cosa que opacara el brillo absoluto de la supremacía de Cristo en nuestra salvación. Los reformadores identificaron claramente este problema y aportaron una solución bíblica y teológica que sin duda tiene aplicación en nuestros días.
El problema de una iglesia fuerte
A principios del siglo XVI, la iglesia ocupaba un lugar central en la vida de las personas en Europa occidental. Con el tiempo, la Iglesia católica romana había pasado de ser la «Compañía de los que han sido salvados» a la «Compañía que ofrece la salvación».
Pero ¿qué significaba «Compañía que ofrece la salvación»? Martín Lutero identificó que la gente estaba esclavizada al sistema sacramental de la Iglesia católica, pues en lugar de buscar a Cristo para presentarse ante Dios, buscaban a la iglesia. Se creía que, debido a Cristo, María y los santos, en la Iglesia católica se contaba con un almacén de gracia en donde los sacerdotes eran los dispensadores a los que tenían que acudir los fieles.
En 1520, Lutero escribió La cautividad babilónica de la iglesia, donde atacó el sistema sacramental de la iglesia. Señaló que dicho sistema representaba una cautividad que se había convertido en su propia Babilonia, que mantenía cautivo al pueblo de Dios desde la cuna hasta la tumba: en la iglesia uno era bautizado de niño, confirmado de joven, casado en la adultez y recibía la extremaunción en el lecho de muerte. Cada uno de estos sacramentos, junto con la ordenación sacerdotal, se veían como los dispensadores de gracia cuando eran administrados por un sacerdote. La gracia conferida tenía su suplemento a lo largo de la vida con otros dos sacramentos: la confesión regular de los pecados a un sacerdote y la recepción de la eucaristía mediante una misa sacerdotal.
Desde la cuna hasta la tumba, el cristiano dependía de la Iglesia católica, atado a los sacramentos para recibir la gracia por la que podía ser salvo.
Lutero observó la Escritura y solo vio dos sacramentos. La consecuencia de sus enseñanzas fue que redireccionó la atención de la Iglesia católica y su clero a Cristo solo, es decir, la salvación no desde una compañía con sacerdotes que abren los grifos de la gracia, por así decirlo, sino la salvación en una sola persona: Jesucristo, el Hijo de Dios.
Despojado de esta ornamentada sacramentología, cabría preguntarse: ¿a dónde acudir en busca de la gracia? Si la Iglesia católica estaba muy equivocada, ¿qué debían hacer los creyentes? ¿A dónde los dirigirían los reformadores como Lutero?
Cada una de las solas se apoya en la primera: sola Scriptura. La Escritura sola es el lugar al que vamos para obtener nuestra imagen de Cristo.
Hay un famoso cuadro de Lutero en la Iglesia de la Ciudad (la Stadtkirche), en Wittenberg, en el que él está de pie en el púlpito predicando. Su mano está levantada con el dedo índice extendido, señalando a Cristo en la cruz. Los creyentes deben mirar a Cristo solo.
Cuando Lutero dijo que «la cruz sola es nuestra teología», fue una afrenta a todo el sistema Católico romano: el solus Christus impulsó todo el programa de reforma de la iglesia, eliminando la contaminación de la tradición creada por el hombre.
Así, Lutero y los otros reformadores, al tratar de reparar los efectos de la enseñanza dañina sobre cómo somos hechos justos ante Dios, eliminaron las tradiciones acumuladas y se centraron en Cristo y en cómo Su persona y Su obra son centrales para nuestra fe.
La solución de un Salvador fuerte
La respuesta de los reformadores a este problema fue el Salvador fuerte revelado en la Escritura autoritativa. Considera 1 Juan 1:1-3:
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos, esto escribimos acerca del Verbo de vida. Y la vida se manifestó. Nosotros la hemos visto, y damos testimonio y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y se manifestó a nosotros. Lo que hemos visto y oído les proclamamos también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. En verdad nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo.
Por un lado, los reformadores no tenían ningún problema cristológico con la Iglesia católica romana de su época. Es decir, Jesucristo como poseedor de dos naturalezas —verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre— en una sola persona era la cristología clásica que los reformadores llevaron adelante en su propia enseñanza.
Como dice Juan, este Hijo estaba con el Padre desde toda la eternidad, pero también ha sido tocado por nuestras manos: un Hijo, tanto divino como humano. Sin embargo, este hermoso Cristo necesitaba ser presentado de nuevo para que la gente viera que Él y solo Él es la fuente y la totalidad de nuestra salvación.
Es como si los reformadores en su predicación y escritos tomaran su pincel y llenaran todo el cuadro de la salvación con nada más que Cristo. Ni siquiera la pincelada más pequeña podría mostrar a la Iglesia católica romana y sus sacerdotes como un agregado a ese cuadro, porque hacerlo sería contaminar el cuadro de la salvación.
¿A dónde fueron entonces los reformadores para completar su cuadro de Cristo? Cada una de las solas se apoya en la primera: sola Scriptura. La Escritura sola es el lugar al que vamos para obtener nuestra imagen de Cristo. Por lo tanto, fueron a lugares como 1 Juan, conscientes de que el libro comienza con una imagen de Cristo y termina con una advertencia de alejarse de los ídolos. Fueron a Colosenses 2:9: «Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en [Cristo]». El Hijo de Dios completamente encarnado, verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre en una persona, es nuestra única esperanza de salvación. En toda Su fuerza Él debe salvarnos, cerrando la brecha con Su poderosa mediación. En Cristo no solo hay humanidad perfecta, sino también «toda la plenitud de la Deidad». El evangelio de la Reforma es la presentación de esto, el anuncio de todo lo que está en Cristo Jesús para la plenitud de nuestra salvación.
Una teología de la cruz
Si al cuadro de la salvación le hacemos agregados por medio de nuestras obras vacías o falsos mediadores, entonces, estaríamos predicando lo que Lutero llamó la «teología de la cruz» en lugar de la «teología de la gloria», y así estaríamos robando a Cristo Su gloria como nuestro Salvador fuerte.
¿Sigue siendo esta una tentación para la iglesia de hoy? Puede que adopte formas diferentes a las de la Iglesia católica romana de finales de la Edad Media, pero sin duda lo es.
Siempre nos sentimos tentados a seguir una «teología de la gloria» que contamina la imagen prístina de la salvación que nos da la Palabra. Una teología de la gloria busca a Dios pero evade la cruz, insertando esfuerzos humanos en el proceso de acercarse a Dios. Solus Christus fue necesario en el siglo XVI y sigue siéndolo en el siglo XXI, para recordarnos que nuestra relación con Dios solo puede ser mediada por Cristo solo.