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¿Ha enterrado la ciencia a Dios?
8 noviembre, 2021
¿Pueden los incrédulos hacer buenas obras?
10 noviembre, 2021El trauma de la santidad
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Cuando leemos los escritos de los ateos del siglo XIX, nos encontramos con que no estaban particularmente preocupados en probar que Dios no existe. Estos ateos implícitamente asumían la no existencia de Dios. En cambio, dijeron que después de la Ilustración, ahora que sabemos que no hay Dios, ¿cómo podemos explicar la presencia casi universal de la religión? Si Dios no existe y la religión humana no es una respuesta a la existencia de Dios ¿por qué es que la humanidad parece ser incurablemente homo religiosus? ¿Por qué la humanidad en todas sus culturas parece ser incurablemente religiosa? Si no hay Dios, ¿por qué hay religión?
Una de las respuestas más famosas y populares fue el argumento ofrecido por Sigmund Freud. Como psiquiatra, Freud sabía que las personas le tienen miedo a un montón de cosas diferentes. Tales temores son entendibles, pues hay una amplia variedad de cosas en nuestro mundo que representan un peligro claro e inminente a nuestro bienestar. Otras personas pueden levantarse individualmente con ira y tratar de asesinarnos, o pueden unirse y atacarnos a gran escala en la guerra. Además del ámbito humano de peligro y miedo, también está el ámbito impersonal de la naturaleza, particularmente en épocas anteriores, cuando la gente no tenía la protección contra la naturaleza que disfrutamos en este mundo de tecnología moderna. Aunque los terrores naturales en ocasiones nos siguen atemorizando, la gente en el pasado estaba más expuesta a tormentas, hambrunas e inundaciones. En aquel tiempo, cuando las enfermedades como el cólera o alguna plaga podían borrar poblaciones enteras, la vida se veía más frágil y la naturaleza más amenazante.
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Hoy en día percibimos que la ciencia de alguna manera tiene la responsabilidad de controlar las indomables fuerzas de la naturaleza, como huracanes, tornados, inundaciones e incendios. Y de muchas maneras, la ciencia ha sido exitosa en ayudarnos a prevenir que los desastres naturales provoquen lo peor y ella nos ayuda a recuperarnos más rápidamente cuando la naturaleza nos agrede. Pero, Freud decía, el dilema de los hombres de antes era cómo lidiar con estas cosas en ese tiempo en que era más duro y más difícil recuperarse de su impacto destructivo. Puedes negociar con un agresor humano, firmar un tratado de paz con un poder extranjero o de alguna manera negociar tu seguridad con personas que pueden amenazarte, pero ¿cómo negociar con enfermedades, tormentas o terremotos? Estas fuerzas de la naturaleza son impersonales. No tienen oídos para escuchar. No tienen corazones a los cuales podamos apelar. No tienen emociones.
Entonces, Freud argumentó, la religión emergió cuando los humanos personificaron la naturaleza y la convirtieron en alguien con quien pudieran negociar. Los seres humanos inventaron la idea de que los desastres naturales eran habitados por espíritus personales: el dios de la tormenta, el dios del terremoto, el dios del fuego y los dioses relacionados con diferentes enfermedades. Estos dioses estaban a cargo de las fuerzas naturales y causaban desastres. Habiendo personalizado estos peligros, los seres humanos podrían aplicar las técnicas que usamos para negociar con fuerzas hostiles personales a las fuerzas impersonales de la naturaleza. Podemos, por ejemplo, suplicar al dios de la tormenta, orar al dios de la tormenta, hacer sacrificios al dios de la tormenta y arrepentirnos frente al dios de la tormenta para quitar una amenaza. Eventualmente, los seres humanos consolidaron todos estos dioses en una sola deidad que estaba en control de todas aquellas fuerzas de la naturaleza y a la cual podían suplicar.
Estoy fascinado por el argumento de Freud porque es una explicación razonable de cómo la gente puede volverse religiosa. Es posible, teóricamente, que pueda haber religión aun si no existiera Dios. Sabemos que somos capaces de imaginar cosas que en realidad no existen. De hecho, la Biblia está repleta de críticas a la falsa religión que inventa ídolos.
Sin embargo, hay una diferencia entre posibilidad y realidad. Eso que Freud dice que es posible no significa que realmente sea así. El mayor fallo en su teoría es esta: si es cierta, ¿por qué, entonces, fue «inventado» el Dios de la Biblia? Este Dios santo, que vemos en la Escritura, causa un trauma mucho mayor en aquellos con quién Él se encuentra que cualquier desastre natural. Vemos, por ejemplo, como hasta el justo Isaías fue completamente desecho al encontrarse cara a cara con el Dios de Israel (Is 6:1-7). El bien intencionado Uza cayó muerto por intentar sostener el arca de su santo Dios (2 Sam 6:5-10). Pedro, Jacobo y Juan reaccionaron a la revelación de la divinidad de Cristo y a la capacidad de escuchar la voz del Padre primeramente con terror y no como si fuera una bendición (Mt 17:1-8).
¿Por qué, para redimirnos de la amenaza del trauma, inventaríamos un Dios cuyo carácter es infinitamente más amenazante que cualquier otra cosa que tememos? Puedo imaginar a la humanidad inventando un dios benevolente o hasta un dios malo que sea fácil de aplacar. ¿Pero acaso inventaríamos un Dios santo? ¿De dónde viene eso? Pues no hay nada en el universo más aterrador, más amenazante para el sentido de seguridad y bienestar de una persona, que la santidad de Dios. Lo que vemos a lo largo de las Escrituras es que Dios gobierna sobre todas las fuerzas amenazantes que nosotros tememos. Pero este Dios, en Sí y por Sí mismo, nos atemoriza más que cualquiera de estas otras cosas. Nosotros entendemos que nada es una mayor amenaza a nuestro bienestar que la santidad de Dios. Por nuestra propia cuenta, ninguno de nosotros inventaría al Dios de la Biblia, el Ser que es una amenaza a nuestro sentido de seguridad más primitivo y fundamental, peor que cualquier acto de la naturaleza.
Martín Lutero y los otros reformadores entendieron la naturaleza santa de este Dios. Para ellos, la recuperación del evangelio era una buena noticia porque conocían el trauma que produce la santidad y que la única forma de soportar la presencia del juicio del Dios santo era estar cubierto en la santidad y justicia de Cristo. Quinientos años después de la Reforma protestante, la Iglesia necesita desesperadamente hombres y mujeres que comprendan el trauma de la santidad de Dios porque, al comprender esa santidad, vemos que el evangelio es lo único que puede darnos la confianza de que, cuando nos reunamos con este Dios cara a cara, Su santidad nos abrazará y no nos arrojará al juicio eterno. Que Dios y Su gracia nos otorgue a todos nosotros una visión renovada de Su santidad majestuosa.
Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.