Nota del editor: Este es el 12vo de 13 capítulos en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El Mesías prometido.
Según la leyenda, el rey Arturo se encuentra en la isla mística de Ávalon, esperando regresar para rescatar a Gran Bretaña en su momento de mayor necesidad. Un día, el más oscuro de todos, aparecerá el futuro y definitivo rey de Gran Bretaña. Arturo es, por supuesto, un personaje mitológico. Pero el profeta Miqueas sabía de un verdadero Rey cuyos orígenes eran «desde tiempos antiguos» (Miq 5:2) y que vendría de forma inesperada a rescatar a Su pueblo.
Miqueas, contemporáneo de Isaías, habló la Palabra de Dios a Israel en tiempos de gran peligro. Debido al pecado de Samaria (el reino del norte de Israel) y de Judá (el reino del sur), los israelitas sufrirían un ataque devastador. El poderoso imperio asirio llegaría y conquistaría al pueblo de Dios; Samaria quedaría como «un montón de ruinas en el campo» (Miq 1:6) y el desastre incluso llegaría «hasta la puerta de Jerusalén» (v. 12). Gran parte de la culpa recaía sobre los líderes de Israel.
Los orígenes de Cristo son mucho más antiguos que David, que Abraham o incluso que la creación misma.
Estos gobernantes, lejos de proteger y proveer para su pueblo, estaban matando y devorando como caníbales. Ellos se «comían la carne [del] pueblo, les [desollaban] su piel, [quebraban] sus huesos, y los [hacían] pedazos como para la olla, como carne dentro de la caldera» (Miq 3:3). No es de extrañar que años más tarde el profeta Jeremías resumiera el mensaje de Miqueas citando una de sus predicciones más premonitorias:
Miqueas de Moréset profetizó…
«Sión será arada como un campo; Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas, y el monte del santuario será como los lugares altos de un bosque» (Jer 26:18, citando Miq 3:12).
En este mundo oscuro y peligroso, Miqueas habló no solo palabras de juicio, sino también de esperanza. En nuestro versículo, esta esperanza se centra en un lugar humilde y un Gobernante celestial.
Un lugar humilde
Las buenas noticias de Miqueas comienzan con: «Pero tú…» (Miq 5:2). Samaria quedó reducida a escombros, Jerusalén se encuentra en ruinas, pero hay esperanza para alguien. Curiosamente, ese «alguien» no es una persona sino un lugar: Belén Efrata. «… de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel» (Miq 5:2).
En lugar de salir de la poderosa Jerusalén, la capital de Judá, con su palacio real, el Rey y Rescatador saldría de la humilde Belén. Belén era prácticamente inexistente: un pequeño pueblo justo al suroeste de Jerusalén. Sin embargo, en algún momento entre 700-730 a. C., Miqueas profetizó que este pueblo insignificante sería el lugar de nacimiento del Mesías.
Y así sucedió. En el Evangelio de Mateo, leemos que Jesús nació «en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes» (2:1). En la providencia de Dios, el emperador romano había emitido una orden para que todo ciudadano regresara a su ciudad natal. Y así, María y José salieron de Nazaret para viajar a Belén. Puede que el emperador haya estado planeando un censo, pero Dios se estaba asegurando de que se cumpliera la palabra que Él envió a través de Miqueas.
Al igual que en los días de Miqueas, Israel tenía un gobernante codicioso y despiadado. Herodes el Grande se reveló como otro «rey caníbal» cuando ordenó la matanza de todos los niños varones en Belén, y engendró a Herodes Antipas, quien luego sirvió la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja. Pero en medio de la oscuridad, el Rey había venido. De hecho, la profecía de Miqueas se cita cuando Herodes pregunta a los principales sacerdotes y escribas dónde se suponía que naciera el Cristo. Ellos responden: «En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta» (Mt 2:5).
Un Gobernante celestial
Pero Miqueas nos dice más que solo el lugar de nacimiento de este Gobernante. También nos enteramos de los orígenes de Su familia. Este Gobernante será uno cuyos «orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad». ¿Qué nos dice Miqueas sobre Cristo?
Dado que la profecía está dirigida a Belén, por un lado es probable que esta sea una alusión al hijo más famoso de esa ciudad. El rey David, el padre fundador de la línea real de Israel, nació en Belén, muchos años antes de la profecía de Miqueas. El futuro gobernante saldría de esta raíz: Jesús es descendiente de David, el rey de la antigüedad. Tiene sangre antigua y real.
Pero creo que Miqueas nos está contando algo más. Los orígenes de Cristo son mucho más antiguos que David, que Abraham o incluso que la creación misma. El Salmo 74:12 nos dice que «Dios es mi rey desde la antigüedad», usando la misma expresión que usa Miqueas para describir a Cristo. Miqueas insinúa que los orígenes de Jesús no son solo davídicos sino divinos. Él es Dios el Hijo, y al ser Dios, no tiene principio. El siempre ha existido.
Así que, lejos de los pasillos del poder, Jesucristo, descendiente de David a través de Su padre adoptivo, José, nació en Belén. Dios mismo vino a gobernar y a rescatar. Su apariencia no era impresionante. Su lugar de nacimiento era desfavorable. Pero Dios siempre obra de esta manera: es a través del mensaje débil y necio de la cruz que somos rescatados del pecado, una amenaza mucho mayor que los asirios de Miqueas. Y cuán apropiado es que Belén signifique «casa de pan». Un lugar de nacimiento apropiado para Aquel que, en marcado contraste con Herodes y los reyes caníbales de los días de Miqueas, vino a alimentar a Su pueblo. El Pan de Vida, acostado en un pesebre, un comedero, en la Casa de Pan.
El Rev. Jonty Rhodes es ministro de Christ Church Central Leeds en Leeds, Inglaterra. Es autor de Covenants Made Simple: Understanding God’s Unfolding Promises to His People.
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