Combinar el activismo con el quietismo

Hay dos grandes herejías respecto a la santificación que han plagado a la Iglesia por siglos: el activismo y el quietismo. Ambas distorsiones son culpables de eliminar uno de los lados de la paradoja. En el activismo, la obra de Dios es obviada por la justicia propia del ser humano. En el quietismo, la lucha humana es obviada por un proceso divino automático.

El activismo es el credo de la persona con justicia propia. No necesita de la asistencia divina para alcanzar la perfección. La gracia es despreciada, vista como un remedio que solo necesitan los débiles. El activista puede levantarse con sus propias fuerzas. Su confianza está en sí mismo y en su capacidad moral. Quizás lo más arrogante que una persona pudiera decir es: «No necesito a Cristo».

El quietista insulta al Espíritu Santo al insistir en que Dios es totalmente responsable de su progreso o falta de progreso. Si el quietista todavía peca, la suposición tácita es que Dios no ha estado haciendo bien Su obra. El credo del quietista es: «Soltar y dejar que Dios actúe». La lucha no es necesaria, la resistencia a la tentación no es necesaria. La santificación es obra de Dios, de principio a fin.

Dios nos llama a perseguir la santidad. La búsqueda debe realizarse con fuerza y determinación. Debemos resistir hasta el punto de derramar sangre, luchar contra potestades, golpear nuestros cuerpos, gozándonos en la certeza de que el Espíritu Santo está en nosotros ayudando, disponiendo, dando convicción y animando.

Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios

¿Eres un activista que rechaza la ayuda de Dios o un quietista que insiste en que Él es totalmente responsable de tu progreso espiritual o de la falta del mismo?

Para estudiar más a fondo

Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.