La caída radical del hombre

Cuarta parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul "Escogidos por Dios".
¿Cuán profundo cayó el hombre en el Jardín? ¿Cómo ha penetrado el pecado en nuestras almas? ¿Qué enseñó Jesús sobre la caída del hombre? Aunque podemos consultar a algunos de los más grandes maestros de la historia de la Iglesia acerca de este tema, siempre debemos buscar en el Señor mismo la verdad tal como se encuentra en las Escrituras. En este mensaje titulado "La caída radical del hombre", el Dr. Sproul considera las propias palabras de Jesús con respecto a la habilidad del hombre o la falta de ésta para alcanzar la salvación.

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Transcripción

En nuestra última sesión del estudio de la predestinación, vimos el concepto del libre albedrío, y al final de la clase expuse algunas ideas que fueron presentadas originalmente por Jonathan Edwards y por San Agustín, con algunas referencias a Lutero y a Juan Calvino.

Pero con el debido respeto que les tengamos o no a esos grandes maestros de la historia de la iglesia, creo que todos reconoceríamos que ninguno de ellos individualmente, ni todos ellos colectivamente deben ser considerados autoridades infalibles de enseñanza.

Entonces, debemos continuar con el siguiente paso mientras examinamos todo el tema de la capacidad moral humana, o la falta de ella, y escuchar lo que nuestro Señor mismo enseña, porque aunque podamos estar en desacuerdo con Agustín, Lutero o Calvino o cualquier otro gran maestro, lejos de nosotros esté el oponernos a las enseñanzas de Cristo mismo.

Entonces, en esta sesión, quiero que prestemos atención a algunas declaraciones cruciales que hizo Jesús con respecto a la capacidad del ser humano, o la falta de ella.Pongamos atención, en primer lugar, al sexto capítulo del evangelio de Juan, donde Jesús dice en el versículo 65: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.”

Ahora, veamos esta parte: “nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre”.Las primeras dos palabras en esta oración: “nadie”, o algunas traducciones dicen: “ninguno”, “ningún hombre”, “ninguna persona”; si aplicamos las categorías de la lógica y las leyes de la inferencia inmediata, etc., vemos que esta afirmación es lo que llamamos un negativo universal.

Es decir, todo está incluido. Lo que Jesús está diciendo es que, sin excepción, no hay un ser humano que (sin importar lo que Él dirá de ellos), pero aquí es que pueda venir a Él a menos que le sea dado por el Padre. Entonces esto es un absoluto. Es un absoluto negativo y tenemos que entenderlo.

Ahora, la siguiente palabra también es crucial para nuestro entendimiento. Es la palabra “puede”. Nadie “puede”. Ahora, la palabra “puede” o al menos la palabra que se usa en el texto griego es menos ambigua que la palabra “puede” en español y que a menudo se confunden en su uso con otra palabra ¿cuál palabra? “Permiso”

Así es. Todos hemos sido corregidos. Recuerdo cuando éramos niños e íbamos al colegio, nosotros levantábamos la mano y decíamos: “Profesora, ¿puedo afilar mi lápiz?” Y ella contestaba: “Estoy segura que ‘puedes”. Pero, no tienes mi permiso. Y ella aprovecharía esa oportunidad para enseñarnos esa lección que parece tan difícil de aprender: la diferencia entre el uso de la palabra “permiso”, que sugiere autorización y la palabra “puede”.

La palabra ‘puede’ describe capacidad. Entonces lo que este verso está diciendo es que, al decir “ningún hombre puede”, es como decir que nadie tiene la capacidad de hacerlo. Si digo que nadie puede correr a 50 kms. por hora, eso significa que nadie tiene la capacidad de correr a 50 km por hora o 500km por hora (no sé cuán rápido puede correr alguien).

Muy bien, ahora ¿qué es lo que nadie tiene la capacidad de hacer? ¿de qué habla Jesús? Nadie tiene la capacidad de “venir a mí”, nos dice. Permítanme hacer una pregunta:
¿Tiene el hombre, por sí mismo, según Jesús, la capacidad de venir a Jesús? No.

¿Tienen algunos hombres la capacidad de venir a Jesús por sí mismos? No. Ningún hombre puede venir a Jesús: “Nadie puede venir a mí si”. Vemos la cláusula que sigue, a la que llamamos condicional.

“Si” introduce una excepción. Y “si” apunta a lo que llamamos en filosofía una condición necesaria. Ahora, ¿qué es una condición necesaria? Un prerrequisito. Algo que tiene que pasar antes de que algo más pueda suceder. Eso es un prerrequisito.

Entonces, Jesús está diciendo que hay una condición necesaria que debe cumplirse antes que alguien pueda venir a Él. Ahora, ¿qué es lo que identifica en este verso como una condición necesaria para que alguien pueda venir a él? “si no se lo ha concedido el Padre.” Otras traducciones dicen: “si el Padre no se lo permite”. Otra traducción dice: “si no le fuere dado del Padre” Ahora, todas esas palabras no significan lo mismo. “Conceder” significa permitir. “Dar” significa entregar un regalo y “Autorizar” significa dar el poder. ¿Estamos?

Así que, tenemos aquí cierta ambigüedad acerca de cuál es esa condición necesaria. Y hay otra pregunta que aún está pendiente, y es que, si se proporciona una condición necesaria – no estamos hablando de venir a Jesús – en cualquier situación, si se proporciona una condición necesaria en una situación, ¿una condición necesaria garantiza que el resultado que deseas se llevará en efecto a cabo? No.

Por eso hacemos una distinción entre condiciones necesarias y condiciones suficientes. Una condición suficiente es una condición que, si se cumple, garantiza el resultado. Eso basta.

Un ejemplo de una condición necesaria sería en el caso de un incendio. Si quieres iniciar un fuego, el oxígeno es una condición necesaria para que haya fuego. Pero la mera presencia del oxígeno no garantiza un fuego.

Ahora, si tienes un trozo de papel seco y abundante oxígeno y luego enciendes un fósforo y lo pasas por el trozo de papel, entonces tendrás un fuego ya que el fósforo encendido es una condición suficiente para encender el trozo seco de papel bajo esas condiciones, considerando que se haya cumplido las demás condiciones necesarias.

¿Comprenden entonces la diferencia? Entonces, lo que este versículo está enseñando es que, en términos de la capacidad natural del hombre, nadie tiene la capacidad, en sus propias manos de venir a Cristo si es que Dios no hace algo.

Aún no estamos seguros con exactitud qué es lo que Dios hace y tampoco estamos seguros que si Dios lo hace garantizará que las personas vengan. Lo único que sabemos es que lo que sea que Dios haga es una condición necesaria, un prerrequisito, ¿Ok? Algunos han saltado a otro versículo en Juan 6 donde Jesús dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”.

Y este sugiere que todos los que obtienen esa condición necesaria, de hecho vienen, pero no es exactamente así como esos dos versículos están relacionados. Veamos si somos lo suficientemente agudos como para ver la diferencia.

Jesús dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”. “Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre”. Casi suena como que todos los que se le han dado para venir, son aquellos que están incluidos entre los que el Padre le da al Hijo. Pero recuerda, por un lado, la entrega es para nosotros.

Por otro lado, la entrega es a Jesús, por lo que no podemos equiparar esas dos oraciones; a pesar de que creo que, de hecho, son paralelos. Pero lingüísticamente no podemos probarlo. Por tanto, tenemos aún esta ambigüedad en cuanto a lo que debe suceder.

¿Cuál es la naturaleza de esta condición necesaria? Bueno, noten que Jesús aquí dijo que ya les había dicho eso, él está indicando que esto es una repetición.

Él entonces dice: “Por eso os he dicho”. Entonces, ahora Él mismo está repitiendo, veamos si podemos encontrar la afirmación anterior que es idéntica o parecida a esta afirmación a lo que Jesús se está refiriendo. Si vemos más arriba en el capítulo, encontramos otro negativo universal y otra afirmación sobre las condiciones necesarias y sobre la capacidad moral del ser humano.

Encontramos eso en el versículo 44. “Nadie puede venir a mí”(¿les suena familiar?) “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió”. Esto no es tan ambiguo. Aquí la condición necesaria que Jesús señala es que el Padre atrae a alguien.

Entonces, ¿podemos decir esto, categóricamente, sin temor alguno a ser contradicho, de que nuestro Señor Jesús enseñó que es imposible que un ser humano venga a Él a menos que esa persona sea llevada por el Padre?

Ahora, debo añadir a estas alturas que tanto los de una perspectiva agustiniana como los de perspectiva semi-pelagiana concuerdan en que hay algún tipo de condición necesaria que Dios debe suministrar. Dios debe atraer a la gente, pero todavía hay un debate. Y el debate es: ¿Qué significa que Dios atrae? Ahora bien, el enfoque arminiano clásico de este enfoque, o semipelagiano, es que nadie puede ir a Jesús a menos que el Padre lo persuada o atraiga.

De nuevo, eso generalmente está ligado a alguna noción de gracia introductoria o a la influencia del Espíritu Santo para persuadir y atraer. Y la palabra “atraer” aquí se interpreta como que significa “conquistar o atraer”, así como la miel atrae a las abejas y las luces a las polillas; pero la idea es que el atraer que Dios hace es irresistible, y aquellos que responden a la persuasión, aquellos que responden a ser atraídos, son entonces redimidos, según el Arminianismo y aquellos que no responden al ser atraídos luego se pierden.

La interpretación agustiniana del versículo es que la palabra “atraer” significa más que simplemente “atraer o persuadir”. Ahora, veamos cómo esta palabra griega se usa en otras partes del Nuevo Testamento. Si abrimos nuestras Biblia en Santiago, el capítulo 2, versículo 6, veremos esta misma palabra griega usada en el Nuevo Testamento.

En el capítulo 2 del libro de Santiago, en el verso 6, leeré el versículo. “Pero vosotros habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y personalmente os arrastran a los tribunales?”

Voy a pedirles que me digan qué palabra creen que se usa en este verso, que es exactamente la misma palabra griega que se traduce por la palabra “atraer” en Juan 6. ¿Alguien se anima? Vamos.

Ahora, veamos la interpretación semi-pelagiana. “Pero vosotros habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y personalmente os ‘cortejan’ a los tribunales?” ¿Ok? Veamos otro. Miremos Hechos el capítulo 16 versículo 19, el cual voy a leer.

“Pero cuando sus amos vieron que se les había ido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza, ante las autoridades.”

¿Podrías decir qué palabra en este texto es la misma palabra griega? Una vez más, es la palabra “arrastrado”. De nuevo, sustituye “seducido o persuadido”. “prendieron a Pablo y a Silas y los sedujeron hasta la plaza, ante las autoridades.” Este texto indica claramente un acto de fuerza al arrastrar a Pablo y Silas hacia la plaza. Esto te haría preguntar por qué los traductores usaron la palabra “atraer” en vez de la palabra “arrastrar”.

Solo puedo suponer, y trataré de decirlo en un momento, pero primero permítanme ir más allá.
Cada vez que tenemos dudas sobre el significado preciso de una palabra en las Escrituras, lo primero que hacemos es ir al griego, pero luego de ir al griego, todavía dependemos de la ciencia de la lingüística y la lexicografía a fin de tener una comprensión del significado de ese término al momento en que fue usado en la redacción de los documentos.

Creo que es seguro decir que, en el mundo académico, la fuente lingüística y lexicográfica más respetada que la iglesia ha tenido para el significado de las palabras griegas es el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittel.

En el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Kittel, la palabra traducida como ‘atraer’ en este texto, es definida por Kittel como que significa ‘obligar por superioridad irresistible”.

Debo añadir que los autores del diccionario eran todo menos calvinistas. Pero ellos reconocieron que lo clásico (es decir el significado de este verbo en el idioma griego) es “obligar”.

De nuevo, nos preguntamos, si ese es el caso, si la evidencia lingüística y lexicográfica tiene un peso tan grande como para que signifique algo que es convincente, ¿por qué los traductores, en varias traducciones, usan este término “atraer” cuando en otros partes ellos la traducen como “arrastrar”?

Bueno, cuando tienes una palabra como esa, a menudo la forma en que elijas traducirla estará determinada por el contexto. También, estará determinada, en cierta manera, por tu teología y tal vez, estoy suponiendo, podría ser que los traductores simplemente sintieron que sería ofensivo para los lectores de habla hispana el leer aquí: “Nadie puede venir a mí si no lo arrastra el Padre” o “a menos que el Padre lo obligue”.

Esa podría ser la razón por la que ellos escogieron no hacerlo. Pero, nuevamente, muchos traductores y equipos de traductores no son tan arbitrarios cuando están haciendo traducciones de la biblia.

Ellos tratan de ser lo más honestos y cuidadosos posible al traducir del griego al español. He estado intrigado por esto por mucho tiempo y creo que he encontrado la respuesta, les voy a contar una historia para ilustrarlo.

Fui invitado a debatir sobre el tema de la predestinación en un seminario Arminiano, es decir, el seminario era arminiano por auto reconocimiento y por sus estándares doctrinales.

Teníamos una relación cálida y amistosa con ese seminario y ellos sabían que yo no abogaba por la teología arminiana, y pensaron que sería bueno tener un debate frente a todo el cuerpo estudiantil y la facultad puesto que querían que sus estudiantes estén expuestos al otro lado, el cual yo representaba.

Y mi oponente, un oponente amistoso debo decir, en este debate en particular, resultó ser el jefe del departamento de Nuevo Testamento y mientras discutíamos este tema, él llegó a este versículo y cito el verso: “Nadie puede venir a mí a menos que el Padre lo traiga”

Y él estaba interpretando esto como “atraer o persuadir” Y yo rápidamente llamé su atención a algo que no creía necesario hacer ya que era un experto en Nuevo Testamento, y yo no. Le dije: ¿Qué pasa con el uso de esto en Santiago 2 y en Hechos 16? Y él aceptó que en efecto esos textos usaban la interpretación más fuerte del verbo y que el verbo podía ser traducido como “arrastrar”. Él lo Aceptó. Entonces pregunté: “Bueno, y ¿por qué usted insiste en que ‘atraer’ es menos convincente que la palabra ‘arrastrar’?

Él dijo: “Porque tenemos una instancia en donde este verbo se usa en el lenguaje griego clásico, como en un drama de Eurípides”, o algo de lo que nunca había oído hablar, donde dice: “Este es el verbo que los griegos usaron cuando sacaban agua de un pozo”.

Y él me dijo (yo estaba totalmente desconcertado, en realidad no tenía idea de eso). Él me dijo: “Así que ya ve, profesor Sproul, es un uso perfectamente legítimo al utilizar la palabra “atraer”, el dijo: “porque nadie arrastra agua de un pozo”.

Y el aire se paralizó, me sentí atrapado, es decir avergonzado, ya que ni sabía que eso ocurrió. Y yo dije: “Le concedo que uno no arrastra agua del pozo; pero Señor, ¿cómo saca agua de un pozo?

¿Usted se para en la parte superior del pozo y le dice: ‘agua, agua, agua ven ven’? ¿persuades al agua para que salga del pozo? ¿La cortejas para que salga el agua del pozo? o debes hacer algo que obligue al agua a ir contra la gravedad y llevarla a donde pueda ser usada?

Y ahora se rieron del otro lado y luego pasamos al siguiente versículo. Pero creo que esto, incluso esa referencia oscura en el idioma griego, subraya el hecho de que la fuerza de este verbo, es la fuerza de la compulsión divina.

Y si esto es cierto, entonces, diría que el verso y solo ese verso, son suficientes para terminar el debate para siempre, con respecto a la capacidad del hombre, o la falta de ella, para inclinarse por sí mismo a elegir a Jesucristo.

Porque Jesucristo mismo dice que ningún hombre puede hacerlo a menos que el Padre lo obligue a hacerlo. Y eso es agustianinismo puro, solo que fue afirmado antes de San Agustín.
Pero si eso no es suficiente con respecto a la capacidad del hombre, veamos un poco antes en el capítulo 3 del evangelio de Juan, donde Juan describe el encuentro de Jesús con el fariseo, un teólogo, Nicodemo, en el que dice en el verso 3: “Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que…” ¿qué indica la palabra?, ¿qué viene luego? Una condición necesaria: “que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”

Ahora, ¿qué tiene que pasar según Jesús antes que una persona pueda ver el Reino de Dios? Tiene que nacer de nuevo. Entonces, la regeneración precede a ver el Reino de Dios. ¿Es esa una interpretación legítima de este pasaje?

De hecho, nadie puede verlo a menos que sea primero ¿qué? Nacido de nuevo, regenerado. Ahora, el texto continúa –Nicodemo está perplejo—“¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

Entonces la regeneración es un requisito previo para entrar y ver el Reino de Dios. Los semipelagianos tienen personas que eligen a Cristo antes de regenerarse. Los semipela-gianos tienen personas que en su naturaleza humana cooperan con la gracia introductoria, respon-diendo a este persuasión y atracción y atracción de Dios el Espíritu Santo, cuando el Espíritu Santo todavía no está en ellos ni los ha regenerado.

Entonces, la conclusión es que en la posición arminiana tenemos personas que aún no han nacido de nuevo para ver y elegir al Rey del Reino de Dios. Es increíble, ¿cierto?

Es por eso que el axioma de la teología agustiniana es este: la regeneración precede a la fe. La regeneración es vista como una condición necesaria para la fe, tal como Pablo lo enseña en Efesios 2, cuando dice que mientras estábamos muertos en pecado y transgresiones, Dios nos ha vivificado; es decir, nos ha hecho vivos en Cristo, ¿Ok? ¡Cuando estábamos muertos!

Y luego nos dice que, por lo tanto, es por gracia que somos salvos por medio de la fe y eso no es de nosotros, sino que es don de Dios. Así vemos que la fe es el regalo de Dios, que es el resultado de la obra de regeneración del Espíritu dentro de nosotros.

Que Dios mismo provee la condición necesaria para venir a Jesús. Es por eso que es “sola gratia”, solo por gracia, que somos salvos. Ahora Jesús dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: ‘Os es necesario nacer de nuevo’.”

Jesús está diciendo: ‘¿Por qué te sorprende esto? Eres un teólogo, Nicodemo. ¿No entiendes el punto fundamental de la naturaleza de la caída del hombre, que lo que es nacido de la carne, carne es?

Y en otras partes Él nos dice que la carne se beneficia de ¿qué? Nada. Pero si creemos que Dios nos atrae a Cristo, y todo lo que tenemos que hacer en la carne antes de nuestra regeneración es cooperar, o asentir a eso, si de hecho podemos cooperar y asentir a la gracia introductoria, hasta el final donde entramos en el Reino de Dios y somos redimidos para siempre.

Y lo hacemos estando aún en la carne, entonces te pregunto: ¿qué gana la carne? No solo algo, ¡todo! ¡tu salvación eterna! Ahora, el mismo Pablo habla de esto en el capítulo 7, perdón, el capítulo 8, versículo 7. Leamos desde el versículo 5.

“Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu.

Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo”.

Ahora, el apóstol Pablo nos dice algo aquí acerca de la incapacidad moral del hombre en la carne. Él dice que el hombre en su estado caído, en la carne, es hostil a la ley de Dios. Y no obedece la ley de Dios, no está sujeto a la ley de Dios, ni tampoco ¿qué? ¡puede estarlo!

Entonces, ese hombre caído, dice el apóstol (¿no es cierto?) que no puede obedecer la ley de Dios. Y aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios.

Podría agregar que si Dios solo nos persuadió hacia Cristo y nos dejó tomar la decisión final, no puedo pensar en nada que agradaría más a Dios que el responder positivamente a esa persuasión y esa atracción.

Pero el apóstol nos dice que en la carne no hay nada que el hombre pueda hacer para agradar a Dios. Pero ahora aquí nos topamos con el punto crítico del verso 9. “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu”. ¿Cómo sabemos si alguien está en la carne o en el espíritu?

“Vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu” –la palabra siguiente es crucial—“si” ¿qué indica el si? Una condición necesaria. Correcto. “si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros.” Ahora, ¿cuántas personas regeneradas tiene el Espíritu de Dios morando en ellas? Todas ¿cierto? Entonces, si eres regenerado, por consiguiente, ya no estás en la carne. Si estás en la carne, no eres regenerado. ¿Está claro?

Entonces, cuando habla de aquellos en la carne, se refiere a personas no regeneradas, son personas no regeneradas que no pueden obedecer a Dios, que no pueden o no están sujetas a Dios, que experimentan esta situación terrible de incapacidad moral de la cual venimos hablando.

Pero si en verdad el Espíritu de Dios mora en ti: “Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él.” Continúa diciendo: ‘sin embargo, si alguno tiene el Espíritu de Cristo, el tal le pertenece a Cristo.’ Es así que el prerrequisito crucial para la salvación es una obra del Espíritu Santo, la cual es la condición necesaria, el requisito previo para que la fe esté presente.

Por eso es que insisto en que el primer paso de nuestra justificación, lo que nos aviva de la muerte espiritual y nos hace, nos permite venir a Jesús del todo, es la obra misericordiosa de Dios el Espíritu Santo y nunca es el fruto de la carne.