Las consecuencias de la justificación
3 marzo, 2023Justificados por la fe sola: preguntas y respuestas
3 marzo, 2023¿Pablo contra Santiago?
Novena lección de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Justificados por la fe sola».
Romanos 3:28 enseña que somos justificados por la fe aparte de las obras. Pero Santiago 2:26 dice que la fe sin las obras está muerta. ¿Pueden reconciliarse estos pasajes? En esta lección, R.C. Sproul nos ayuda a entender la relación entre la fe y las buenas obras en la vida cristiana.
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Transcripción
En el tiempo de la reforma protestante, es evidente que la comunidad católica romana no se hizo al lado ni jugó al muertito a los pies de Lutero y los reformadores. Tuvieron una respuesta ante la afirmación de que la justificación es por la fe sola, sin ninguna referencia a las obras y encontraron su fuente para eso en la Escritura misma, principalmente en la carta del apóstol Santiago. Me tomaré un segundo para leer una porción del capítulo 2 de Santiago, que luego fue citada en más de una ocasión en el Concilio de Trento, en la sexta sesión de Trento, en la respuesta de los católicos romanos a los protestantes.
Leemos en el versículo 21 del capítulo 2 estas palabras: «¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre cuando ofreció a Isaac su hijo sobre el altar? Ya ves que la fe actuaba juntamente con sus obras y como resultado de las obras, la fe fue perfeccionada; y se cumplió la Escritura que dice: Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis que el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe».Y luego, en el versículo 25, «¿no fue la ramera Rahab también justificada por las obras cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?». Aquí tenemos la declaración explícita en las Sagradas Escrituras, de que un hombre es justificado por las obras y no solo por la fe.
Uno pensaría que ese solo versículo sería el golpe final al artículo que Lutero dijo, que era el artículo sobre el cual la iglesia se paraba o caía. Entonces, ¿cómo reconciliamos lo que Pablo enseña en Romanos con lo que Santiago enseña aquí? Algunas personas piensan que es una tarea imposible, que son simplemente irreconciliables. Hay un debate histórico sobre qué epístola apareció impresa primero, Santiago o Romanos. Esa pregunta se centró en un intento de entender cómo esta diferencia pudo surgir en la iglesia primitiva.
Algunos argumentan que Romanos apareció antes que Santiago y que Santiago escribió su epístola para repudiar y refutar lo que Pablo había enseñado. Otros argumentan: «No, Santiago apareció antes que Pablo y Pablo estaba tratando de refutar a Santiago». Y así, tenemos la casa dividida a través de la historia, sobre esta pregunta, sobre quién estaba tratando de refutar a quién. Pero la ortodoxia clásica diría que, ninguno de los dos estaba tratando de refutar al otro y que las dos posiciones no son contradictorias, aunque en la superficie parezcan serlo. Es decir que, este tema es tan significativo que vale la pena examinarlo más cuidadosamente.
Parte del problema se ve agravado por el hecho de que tanto Santiago como Pablo usan aquí la misma palabra para justificación, «dikaiosune». Hubiese sido bueno ver que usaran palabras diferentes y tuvieran claramente ideas diferentes en mente. Desafortunadamente, si estamos reconciliando a los dos, ambos usaron la misma palabra. El asunto se vuelve más severo cuando vemos que ambos tienen la misma persona que usan como prueba A para probar su punto. Pablo elabora el punto de Abraham como el padre de los creyentes y que fue justificado por la fe y contado como justo antes de haber hecho cualquier obra, antes de haber sido circuncidado, antes de haber ofrecido a Isaac en el altar.
De modo que Pablo tiene a Abraham justificado en el capítulo 15 de Génesis, donde Santiago no tiene a Abraham justificado, sino hasta el capítulo 22, que es el capítulo que registra la ofrenda de su hijo Isaac en el altar. En cierto sentido la trama se complica y esta es una de las cosas que hizo que Lutero cuestionara la canonicidad de Santiago, cuando dijo al principio que Santiago era una «epístola de paja» o «no es más que una epístola de paja» es otra traducción, pero más tarde se arrepintió de dar ese juicio. Pero dado que, en un momento desafió la canonicidad de Santiago, una gran cantidad de estudiosos han utilizado ese cuestionamiento, para intentar demostrar que Lutero no creía en la inerrancia de las Escrituras.
Bueno, él sí creía en la inerrancia de las Escrituras. Dijo que «la Escritura nunca se equivoca», pero se preguntaba si la Escritura contenía el libro de Santiago, pero eso es para otro día. Pero en todo caso, podemos ver que en las Escrituras, aunque la misma palabra es usada tanto por Santiago como por Pablo aquí, en la justificación «dikaiosune», ese término sí tiene más de un significado. Un versículo con el que están familiarizados, estoy seguro, es que cuando Jesús en los Evangelios, dice que «la sabiduría es justificada por todos sus hijos», es obvio que, en esa declaración en particular, la palabra que se usa aquí no significa que la sabiduría se reconcilie con un Dios santo con una justicia imputada que la sabiduría logra por medio de tener bebés.
No, tan solo está mostrando que, lo que pretende ser sabiduría se evidencia como verdadera sabiduría por su fruto, lo cual es un principio de sabiduría que se encuentra en toda la literatura sapiencial de las Escrituras. Por cierto, muchos estudiosos del Nuevo Testamento dirían que, de aquellos libros que se consideran literatura de sabiduría en la Biblia, no solo tenemos los libros del Antiguo Testamento, los Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Job y más, sino que incluirían en esa lista de libros de sabiduría, el libro de Santiago en el Nuevo Testamento, porque muchas de las formas literarias que se encuentran entre los libros sapienciales del Antiguo Testamento, también se encuentran en Santiago.
Ahora, en el sentido de la forma en la que Jesús lo usó, al decir que la sabiduría es justificada por todos sus hijos, el significado de ese término «justificado» ahí, es demostrar o manifestar la verdad de algo. Si te dijera que podría correr una milla en menos de cuatro minutos, no espero que lo creas. Querrás verlo para creerlo con un cronómetro preciso en la mano. De hecho, la única forma en la que podría demostrarles mi declaración, es demostrarlo corriendo la milla en menos de cuatro minutos.
Entonces, si te dijera que puedo correr una milla en menos de cuatro minutos, a menos que fuese a engañarlos allí, sería prudente no creer mi afirmación. De hecho, si te dijera que «podría correr una milla, punto», tampoco creo que pudiera justificar esa afirmación. Por lo tanto, hay un sentido en el que la palabra «justificar» se usa para probar la verdad de una afirmación. Cuando solía enseñar filosofía en la universidad, cuando enseñaba historia de la filosofía y nos concentrábamos en varios filósofos para estudiar su pensamiento, parecía que los estudiantes debían tener cierta forma de pensar para que les fuera bien con la filosofía.
Era algo tan abstracto que los estudiantes tenían problemas aun los brillantes, estudiantes destacados en otros cursos estaban teniendo problemas en filosofía. Traté de darles pequeñas pistas para ayudarlos a comprender la obra de un filósofo determinado y les decía: «Lo que debes hacer desde el principio, es hacer esta pregunta, descubrir la respuesta a esta pregunta: «¿Qué problema está tratando de resolver este filósofo y por qué?». Si sabes por qué Descartes estaba tratando de encontrar una idea clara y distinta, puedes seguir su razonamiento y llegar a una conclusión comprensible».
Quiero aplicar ese mismo principio, a esta espinosa cuestión que tenemos de la relación entre Pablo y Santiago. Para entender a Santiago en el capítulo 2, tenemos que hacer la pregunta: «¿Qué problema está tratando de resolver? ¿Qué pregunta está tratando de responder?». Y creo que la respuesta a mi pregunta aquí, empieza en el versículo 14 del capítulo 2, donde Santiago escribe esto: «¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?». Entonces, la pregunta que está haciendo es: «¿De qué sirve hacer una profesión de fe, si no tienes ninguna obra? ¿Qué beneficio hay en eso?».
Así que, está tratando con la realidad de las personas que hacen una profesión de fe, pero no muestran ningún fruto de ella. En nuestros días, tenemos cientos de miles, si no millones, de personas en Estados Unidos que han hecho profesiones de fe, que nunca han demostrado la realidad de la fe que dicen poseer. Esa es la pregunta que Santiago está respondiendo. No es la misma pregunta que Pablo está haciendo. Pablo está preguntando: «¿Cómo puede una persona injusta estar en la presencia de un Dios justo y santo?». Su preocupación por la justificación está ante Dios y es ahí donde dice que somos justificados por la fe aparte de las obras de la ley.
Pero ahora, Santiago está preguntando: «¿Qué pasa con la persona que profesa la fe, pero no tiene evidencia de ella?». Él dice: «Si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras, ¿puede esa fe salvarlo?». «Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario y uno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?». ¿Qué bien trae eso? «Así también», después de esta ilustración, «la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta». Así que ahora, él va a hacer una distinción entre una fe muerta y una fe que está viva. Cuando Lutero fue desafiado por su doctrina de la justificación por la fe sola y se le preguntó sobre su fe, como dije antes, ¿eso significa que puedes creer y vivir como quieras?
Bueno, Pablo responde a esa misma pregunta y su respuesta es: «Dios no lo quiera» y Lutero dijo: «La justificación es por la fe sola, pero no por una fe que está sola». Luego continuó diciendo que la fe que justifica, dijo Lutero, es una fides viva, una fe viva, una fe que está con vida y sabes que está viva cuando se manifiesta en el fruto de la obediencia. Ahora, si les digo aquí, en esta sala, hoy, que tengo la fe que salva, ¿sabrían con certeza que la tengo solo porque lo dije? ¿Hay alguien aquí que pueda leer mi corazón? Por supuesto que no. La única forma en que puedes evaluar la verdad de mi afirmación es ver si la muestro en mi vida. «Por sus frutos los conoceréis», se nos dice, e incluso entonces, podemos engañar a la gente con fruta podrida que es fruto falso.
¿Cuánto tiempo tiene que esperar Dios antes de saber si mi profesión de fe es genuina? ¿Puede leer mi corazón? Sí, Él no tiene que esperar 1 semana o 2 semanas o 6 meses o 5 capítulos para ver si la fe que profeso es genuina. De modo que, pienso que es fundamental al responder a este problema, que veamos que a pesar de que tanto Santiago como Pablo apelaron a Abraham para hacer su caso, apelaron a Abraham en diferentes momentos de su vida. Pablo demuestra su punto, de que somos justificados por la fe aparte de las obras de la ley, señalando el capítulo 15 donde Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia.
Santiago construye su caso, de que Abraham es justificado por las obras señalando el capítulo 22, 7 capítulos de diferencia en realidad, entre el capítulo 15 y el capítulo 22, que es el capítulo que habla sobre el sacrificio de Isaac en el altar. Cuando Santiago pasa a decir que Abraham es justificado por sus obras, ¿está hablando de que Abraham fue justificado ante los ojos de Dios? ¿O está diciendo que Abraham está siendo justificado a la vista de los hombres?, ante quienes ha hecho esta profesión, ante quienes las personas hacen su profesión.
De nuevo, la pregunta que está respondiendo es: «Si un hombre dice que tiene fe, pero no tiene obras, ¿puede esa fe salvarlo?». La respuesta que está dando aquí es un rotundo «¡No!». El único tipo de fe que salva no es una fe muerta sino una fe viva, y si es una fe viva, ciertamente se manifestará por obras. Así que Abraham está probando, demostrando, autenticando, su afirmación de fe en el capítulo 22. Así como afirmamos tener fe, tenemos que mostrar esa fe por nuestras obras. Mencioné antes sobre el antinomianismo, el cual afirma tener una fe que salva sin tener obras que la respalden, todo el concepto del cristiano carnal con el que luchamos incluso hasta el día de hoy.
Espero que esa breve explicación les ayude a resolver el problema aquí y entender que los hombres están respondiendo a dos preguntas diferentes usando la misma palabra y el mismo ejemplo y muestran que Santiago está hablando de Abraham siendo confirmado por su profesión de fe con las obras que la sustentan. Y si esa es la forma en la que se entiende este libro, no tienes ninguna contradicción. Tienes una dificultad de resolución, pero realmente no tienes una contradicción. Ahora, en el poco tiempo que nos queda, quiero abordar otra pregunta y es: «¿Qué es lo que produce la fe salvadora en Cristo? ¿De dónde viene esa fe?».
Esta pregunta, quizás más que cualquier otra, es lo que define la esencia misma de la teología reformada. Si hay una frase que capta la esencia de la teología reformada, es la pequeña frase «la regeneración precede a la fe», es el poder de la fe, el poder de creer es el resultado, no de un acto de nuestra voluntad hecho independientemente, sino que es el fruto de la acción soberana de Dios, de cambiar la disposición de nuestros corazones y darnos el don de la fe. Es nuestra fe, somos los que creemos, pero no creamos esa fe. La fe nace de la obra, de la obra sobrenatural inmediata de Dios, el Espíritu Santo que nos levanta de la muerte espiritual y nos da el don de la fe en nuestros corazones.
Cuando hablamos del orden de la salvación, hablamos del ordo salutis, no estamos hablando tanto del orden temporal de estos asuntos, sino más bien de un orden lógico de ellos. La diferencia entre la prioridad temporal y la prioridad lógica es esta, cuando decimos que la justificación es por la fe sola, no queremos decir con eso, que una persona tiene fe y luego cinco años después es justificada. No, en el instante en que tienes fe, eres justo delante de Dios y estás cubierto con las túnicas de la justicia de Cristo y tienes todos los beneficios de la justificación. No hay un lapso de tiempo allí, pero sin embargo decimos que la justificación es por la fe, lo cual significa que la fe viene por lógica antes que la justificación, o estaríamos diciendo: «la fe es por la justificación sola».
Sabemos que la justificación no precede a la fe, sino que la fe precede a la justificación en términos de un orden lógico. Si a la gran mayoría de los cristianos evangélicos, les haces la pregunta: «¿Cuál viene primero, la fe o el nuevo nacimiento?». Ellos dirían: «La fe es lo primero y como resultado de creer en Cristo, renaces», a lo que los teólogos reformados dicen: «No». Regresa al capítulo 3 de Juan, donde Jesús tiene la conversación con Nicodemo, donde Jesús dijo: «A menos que un hombre nazca de nuevo, ni siquiera puede ver el reino de Dios y mucho menos entrar en él».
Cuando Pablo habla en Efesios 2 de que se nos dio vida o fuimos vivificados, ¿cuándo es que somos vivificados a la fe y en qué estado estábamos en ese momento? Todavía estábamos espiritualmente muertos y por eso decimos que Dios, el Espíritu Santo cambia la disposición o la inclinación del corazón, de manera que ahora lo que la persona se negó a creer antes, ahora lo cree, lo abraza y lo ama. Uno de los mejores sermones jamás predicados por Jonathan Edwards fue «Una luz divina y sobrenatural», donde habla sobre esta obra del Espíritu Santo, que cambia nuestros corazones y disposición, para que no solo veamos la verdad de una proposición, sino que veamos la dulzura de la misma, la hermosura de la misma y la belleza de la misma y la gloria de la misma.
De modo que, la fe que justifica es una fe que ha sido creada en nuestros corazones como un don de Dios, el Espíritu Santo, de modo que ahora lo que antes nos negábamos a afirmar y seguir, ahora eso que era odioso para nosotros en nuestro estado de muerte espiritual, mientras todavía estábamos en la carne, ahora tenemos la naturaleza del Espíritu. Todo el resto de la vida cristiana es una guerra entre la carne, el viejo hombre y el Espíritu, el nuevo hombre que da a luz a la fe, para que seamos regenerados para fe y para justificación. Cuando Pablo da una lista abreviada del orden de salvación en Romanos 8, habla de aquellos que de antemano conoció a los que Él también predestinó, y a quienes Él predestinó, también llamó, y a quienes Él llamó, Él justificó y a quienes Él justificó, Él glorificó.
En esa secuencia está claro que todos los que estaban en la categoría de los que antes conoció, también están en la categoría de los predestinados. Todos en la categoría de los predestinados, están en la categoría de los llamados y todos en la categoría de los llamados, están en la categoría de los justificados. Obviamente allí, Pablo estaba hablando de un llamado que no es el llamado externo. Hablamos del «llamado externo», donde predicamos el evangelio a la gente, algunos responden «sí», otros responden «no». Pero, en Romanos 8, Pablo está hablando de un llamado, en el que todos los que fueron llamados en cierto sentido, son justificados, y el llamado allí en esa sucesión precede a la justificación.
Así que el llamado, es aquello de lo que hablamos con respecto a la regeneración, el llamado interno eficaz de Dios por el cual somos llevados a una fe que es una fe viva y a través de la cual y por la cual somos justificados.