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Transcripción
Una vez más, vamos a continuar con nuestra serie sobre los «Yo soy» de Jesús y en nuestra última sesión vimos a Jesús pronunciar, «Yo soy la puerta», en el que habló de la puerta del redil o la puerta a la vida eterna, a la casa del Padre. Mencioné en esa sesión que ese dicho fue en respuesta a la reacción contra Jesús sanando al hombre que nació ciego y que en ese mismo discurso Jesús se llama a sí mismo el buen pastor. Mencioné que podemos distinguir entre la declaración: «Yo soy la puerta del redil» y «Yo soy el buen pastor», pero están unidas como parte del mismo discurso que Jesús tuvo con su pueblo.
Antes de que veamos ahora el «Yo soy el buen pastor», permítanme hacer un último comentario sobre su declaración: «Yo soy la puerta», porque vimos que al final de ese momento de Su conversación Él dijo: «Si alguno entra por Mí, será salvo». Él habla de la salvación en referencia a que Él es la entrada o el portal o la puerta. Y solo quería llamar su atención, de regreso a Romanos capítulo 5, después de que Pablo pasa por su exposición del evangelio y de la doctrina de la justificación por la fe, cuando Pablo luego pasa al capítulo 5 de Romanos, habla de las consecuencias o los beneficios de nuestra justificación, qué es lo que Cristo ha ganado para Su pueblo en Su obra al justificarnos.
Leemos en el capítulo 5 de Romanos estas palabras: «Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». Ese es el primer beneficio, que hemos sido reconciliados con Dios; la separación ha terminado. No hay más conflicto entre nosotros y Dios; Tenemos paz debido a nuestra justificación. Luego, el segundo beneficio que el apóstol menciona es este: «Por medio de quien», es decir, por medio de Jesús, «también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes».
Por tanto, la palabra que Pablo usa allí para describir lo que Cristo ha ganado para nosotros es ‘entrada’ al Padre. Eso es lo que Jesús tiene presente aquí cuando habla de que Él es la puerta. La puerta es un punto de entrada. Si quiero entrar a mi casa, no me meto por la ventana, a menos que haya perdido mi llave o algo así. Por lo general, si ves a alguien entrando por la ventana de una casa, llamas a la policía porque crees que es un ladrón. La forma habitual de entrar en un lugar es a través del medio de entrada, el cual es, otra vez, la puerta. Jesús es esa puerta o esa forma de acceso a la casa del Padre, a la presencia del Padre.
De nuevo, recuerden que estas imágenes están vinculadas a todas las imágenes de la barrera de ingreso que se remonta a Génesis, cuando Adán y Eva fueron expulsados del huerto, Dios colocó un guardia; Dios colocó un querubín con una espada encendida en la puerta del paraíso prohibiendo la entrada a la presencia de Dios. Vemos que la misma imagen tiene lugar en la construcción del tabernáculo, primero en el Antiguo Testamento, y luego en el templo del NT donde está este velo que separa o divide, la división que protege el Lugar Santísimo del lugar santo donde nadie excepto el Sumo Sacerdote y luego solo una vez al año y de nuevo, después de elaborados ritos de purificación, podía entrar en el Lugar Santísimo.
Pero cuando Cristo murió, el velo del templo fue rasgado en dos. La barrera fue removida y ahora se le dio entrada al pueblo de Dios a través de la obra de Cristo. Él fue la puerta que da paso tras la barrera. Él era la puerta al santuario interior. Él era la puerta por la cual tenemos entrada a la presencia de Dios. Habiendo dicho esto, volvamos ahora al discurso y sigamos donde Jesús agrega a la imagen de que Él es la puerta, la idea de que Él es el buen pastor.
En el versículo 11 del capítulo 10 del Evangelio de Juan, Jesús dice: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor da Su vida por las ovejas. Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, entonces el lobo las arrebata y las dispersa. El asalariado huye porque solo trabaja por el pago y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas me conocen».
Permítanme comparar esas palabras de Jesús con el muy famoso salmo del Antiguo Testamento, el salmo de David, el Salmo 23, cuando asemejó a Dios con el pastor, cuando dijo: «El Señor es mi pastor, / Nada me faltará. / En lugares de verdes pastos me hace descansar; / Junto a aguas de reposo me conduce. / Él restaura mi alma; / Me guía por senderos de justicia / Por amor de Su nombre. / Aunque pase por el valle de sombra de muerte, / No temeré mal alguno». ¿Por qué? Porque el pastor está conmigo. «Tu vara y Tu cayado me infunden aliento».
Es un lenguaje interesante allí en el salmo donde David está recordando sus propios días como pastor. Recuerdan cuando todavía era un niño y las tropas de Israel se enfrentaron contra los ejércitos de los filisteos, cuando el gigante Goliat entró en el valle y pronunció el desafío de que un campeón saliera de Israel para enfrentarse a este gigante en un combate cuerpo a cuerpo donde el ganador se llevaría todo. Quien ganara la pelea, ganaba la batalla para su ejército.
Saúl ve a su alrededor y no puede encontrar a ninguno de sus guerreros que estuviera dispuesto a enfrentarse a Goliat, y David aparece porque le estaba trayendo a sus hermanos el almuerzo porque estaban en el ejército. Él escucha este desafío, este desafío de la boca de este pagano Goliat y no puede creer que nadie en Israel se enfrente a Goliat. Entonces se acerca a Saúl y le dice: déjame ir a luchar contra el gigante. Recuerdan la historia. Cuando se burlaron de él diciendo: eres solo un muchacho, no puedes hacer esto. Él dijo: espera un minuto. Me encargué de un oso cuando el oso atacó a mis ovejas. Dios me libró del oso; Él me librará de Goliat. Por supuesto, el resto es historia.
De modo que David sabía por experiencia lo que era luchar para defender a sus ovejas contra el león, contra el oso y otros. Tenía una vara y un cayado. Ustedes han visto el cayado del pastor con el gancho en el extremo. En la oración David dice que el cayado de Dios, la vara de Dios le da consuelo. Ese cayado que ves en fotos y pinturas de la vara del pastor con esa curva en el extremo era para que el pastor se extendiera y llevara a la oveja a un lugar seguro, si se estaba desviando hacia el borde de un acantilado o quedaba atrapada en un peñasco en algún lugar o en una zanja, el pastor puede recuperarla, rescatarla mediante el uso del cayado.
La vara era el palo defensivo que el pastor usaba para alejar a los animales salvajes o incluso al ladrón que venía y trataba de robar las ovejas. De manera que David viendo ahora a Dios como el gran pastor, está diciendo: Oh Dios, Tu cayado y Tu vara me consuelan, porque sé que Tu fuerza está ahí para protegerme. E incluso si entro en el valle de la sombra de la muerte, no tengo que ir solo. Una vez más, debemos recordar que Dios nunca promete a Su pueblo que no tienen que ir al valle de la sombra de la muerte. Todos entraremos en ese lugar en algún momento.
Pero la promesa absoluta que Dios le da a Su pueblo es que nunca nos enviará allá solos. No puedo pensar en ningún lugar en el que tendría que asustarme si supiera que el Señor está conmigo. Esa es nuestra esperanza como cristianos, que podemos contar con el gran pastor de nuestras almas para que esté con nosotros pase lo que pase. Qué maravillosa metáfora es esta. Qué realidad tan maravillosa que David, que es, como dije, el rey pastor y el que anticipa la venida del unigénito Hijo, que es la encarnación del pastor divino, la encarnación de aquel que David celebra en el Salmo 23, aquel que ciertamente es el buen pastor.
Volvamos ahora al texto de Juan y veámoslo de nuevo. Estamos en el principio cuando Jesús dice: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor da Su vida por las ovejas», noten que lo primero que hace aquí es que contrasta al buen pastor del asalariado. La diferencia era esta. El buen pastor era dueño de las ovejas. Las ovejas eran suyas. Obtenía su propio sustento personal de las ovejas. Estaba comprometido con el bienestar de las ovejas.
El asalariado era alguien que traías, a quien le pagabas la hora, lo contratabas por un tiempo para que cuidara de las ovejas, pero no tenía ningún interés personal en las ovejas. Él no era el dueño de las ovejas. No tenía afecto por las ovejas. No tenía ningún interés profundo por el bienestar de las ovejas. De manera que, a la primera señal, a la primera señal de problemas, cuando el animal venía, el animal salvaje, el animal devorador venía o el ladrón venía, el asalariado se daba la vuelta y corría.
Pero lo que Jesús está diciendo es: yo no soy así con mis ovejas, porque soy el buen pastor y el buen pastor defiende a sus ovejas hasta la muerte. Jesús dice aquí, anticipando la cruz: Yo «doy mi vida por mis ovejas». Esta no es la primera ni la única vez que Jesús usa ese lenguaje en el Nuevo Testamento. De nuevo, en otra parte Él deja claro que cuando Él como el buen pastor da Su vida por Sus ovejas, Él deja muy claro que nadie le está quitando Su vida a Él. Recuerden cómo se burlaron de Él cuando estaba en la cruz, le dijeron: «Si salvas a otros, ya sabes, sálvate a ti mismo. Baja de la cruz».
Jesús sabía que tenía legiones de ángeles a Su disposición, que, si hubiera respondido a esa burla, podría haber invocado al cielo y matado a todos los que estaban allí al pie de la cruz. Pero entonces no habría mantenido Su llamado. No habría hecho lo que fue llamado a hacer. No habría tenido que morir. Recuerden la ocasión cuando enviaron a todos los guardias para llevárselo, para capturarlo y no estaba listo, Él no estaba listo. Él simplemente caminó a través de ellos. Nadie le puso la mano encima. Él no murió sino hasta que llegó el momento de morir e incluso les dijo a sus captores: «No tienen ningún poder sobre Mí, excepto el que Dios les ha dado». Él deja claro que incluso en Su muerte es un sacrificio voluntario. Él está dando Su propia vida. ¿Por qué? No para Su propio beneficio, sino para el de Sus ovejas.
Sus ovejas son las que Dios el Padre le ha dado a Él. Él dijo: «Las conozco por su nombre y ellas me conocen. Ellas reconocen mi voz». De nuevo, Jesús usa esa declaración más de una vez en el Nuevo Testamento, incluso cuando está en el juicio por Su vida ante Poncio Pilato y Pilato le pregunta si pretende ser un rey. Jesús le dijo: «Por esto vine al mundo para dar testimonio de la verdad y todos los que son de la verdad me escuchan. Mis ovejas saben quién soy. Mis ovejas responden a Mi voz. Mis ovejas, que son Mi posesión, son las que el Padre me ha dado y por eso me siguen, porque doy Mi vida por ellas»
Y Él dijo: «Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, entonces el lobo las arrebata y las dispersa. El asalariado huye porque solo trabaja por el pago y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas me conocen, al igual que el Padre me conoce y Yo conozco al Padre, y doy Mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil; a esas también Yo debo traerlas, y oirán Mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor». Permítanme hacer una pausa ahí.
Jesús presenta en este discurso algo que irrita por completo a los fariseos que lo están escuchando cuando compara la relación entre el Buen Pastor y las ovejas, cómo el Pastor conoce a las ovejas y el Pastor ama a las ovejas y las ovejas conocen al Pastor y las ovejas aman al Pastor. Él compara eso con Su relación con el Padre. El Padre me conoce, así como el Buen Pastor conoce a Sus ovejas. Y yo conozco al Padre. Él hace una declaración algo misteriosa: «Tengo otras ovejas que no son de este redil». Cuando vimos la declaración de «Yo soy la puerta» les dije que el redil, el redil más grande contenía más de un rebaño y más de un pastor. Y era porque los pastores conocían a sus ovejas que no se mezclaban ni se perdían en esa gran masa de ovejas en el corral que había allí.
Pero Jesús dijo: «Tengo otras ovejas que no son de este redil». He visto todo tipo de interpretaciones de este pasaje, algunas de ellas incluso extrañas. He visto este pasaje ser usado como un argumento a favor de seres extraterrestres, que después de que Jesús vino a salvar a Su pueblo en la tierra, Él fue a otros planetas o a otras estrellas y allí reunió a Su pueblo de estos otros lugares y los hizo unirse a todo el redil. No creo que eso sea lo que Él quiere decir aquí.
Creo que es bastante fácil discernir aquello de lo que Jesús está hablando cuando le está hablando a una audiencia judía. Él está hablando del misterio del Nuevo Pacto, que las ovejas de Dios no se limitan a Israel, sino que en cada lengua, tribu y nación Jesús tiene Sus ovejas. Él está trayendo ovejas de los gentiles, de los temerosos de Dios, de los samaritanos a Su cuerpo, la iglesia, donde en Su iglesia hay un rebaño y un pastor, no un pastor diferente para los gentiles, no un pastor diferente para los samaritanos; sino un rebaño, un pastor y todos le pertenecen a Él.
Justo el otro día, escuché una retransmisión en la radio del difunto y gran Dr. James Montgomery Boice. Jim estaba hablando en esa sesión sobre la tendencia que tenemos como cristianos a pensar que la única manera en que Dios está complacido es a nuestra manera. Si no estamos haciendo la obra del Reino de la manera en la que lo hacemos, entonces probablemente ni siquiera estés en el Reino. Cuando, de hecho, ninguno de nosotros tiene una comprensión o entendimiento perfecto de lo que Dios hace y cuando veo a alguien que está en una iglesia diferente o en un ministerio diferente al nuestro, que funciona de manera un poco diferente a cómo lo haríamos nosotros, cuando están haciendo la obra de Cristo, ¿qué se supone que debemos hacer?
Se supone que debemos regocijarnos por eso. No me refiero a ese tipo de ecumenicidad donde decimos que no hay diferencias y, ya saben, no importa lo que creas. No estoy diciendo eso. Pero estoy diciendo que incluso tan celosos como somos por lo que creemos que es la verdad, todavía tenemos que reconocer que entre los verdaderos cristianos hay una variedad diferente de estilos, sistemas, ministerios, preocupaciones y no siempre coinciden, pero todos estamos en Cristo. Todos somos parte del mismo rebaño y ponemos la mirada en el Buen Pastor, y Él nos dice dónde ir.
Luego, en el versículo 17, dijo: «Por eso el Padre me ama, porque Yo doy Mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que Yo la doy de Mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo». Una vez más, Él se refiere a ese templo que Él va a reconstruir en tres días después de que sea destruido. Él dijo: Yo puedo dar Mi vida. Puedo morir, pero puedo volver a levantarme. ¿Quién pudo haber entendido las palabras que Él estaba diciendo aquí en el momento en que las estaba diciendo? Pero quién de los presentes allí, no pensaría en todo eso el domingo de la resurrección. «Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de Mi Padre». Se nos dice en otra parte que Jesús es el guardián y el pastor de nuestras almas.
Esa es la vocación que Dios le ha dado a Cristo, que Él es el Hijo de Dios y como el Hijo de Dios, Dios lo hace responsable y le da la autoridad sobre nuestras almas como el pastor de nuestras almas. Por eso Él dijo: «Este mandamiento recibí de Mi Padre». Entonces vean lo que sucede: «Volvió a surgir una división entre los judíos por estas palabras. Y muchos de ellos decían: “Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le hacen caso?”. Otros decían: “Estas no son palabras de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?”».
Buena forma de pensar. El diablo no tiene ese poder. Ellos dijeron, esperen un minuto. Él acaba de demostrar que Él es el Buen Pastor al ministrar a esa oveja que estaba ciega desde el día en que nació. Antes de que Jesús se fuera, en una de Sus últimas conversaciones con Sus discípulos, después de la resurrección, se reunió con Pedro y tres veces le preguntó a Pedro: «¿Pedro, me amas?», y tres veces Pedro dijo: «Sí, Señor, tú sabes que te amo». Tres veces Jesús le dijo a Pedro y por extensión a la iglesia de todos los tiempos: «Si me amas, apacienta Mis ovejas». No son las ovejas de Pedro, no son mis ovejas. Son Sus ovejas y estamos llamados a seguir los pasos del Buen Pastor.