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Transcripción
Vamos a continuar ahora con nuestro estudio de la obra de Cristo y hoy vamos a centrarnos en Su partida de este mundo, en la ascensión. Si hay una dimensión de la vida y obra de Jesús que creo que lamentablemente ha sido descuidada en la vida de la iglesia de hoy, se manifiesta en una falta de interés en Su ascensión y, sin embargo, en las categorías del Nuevo Testamento, esta es la cúspide de la obra de Jesús, a la luz de que, al terminar Su obra de expiación y resurrección, Él regresa al cielo.
Recordarán que, al inicio de esta serie, hablamos de la encarnación como un descenso y leímos que nadie asciende al cielo excepto Aquel que ha bajado del cielo. Y así, cuando el Nuevo Testamento habla de la ascensión de Jesús, habla de algo mucho más importante que tan solo elevarse a alguna parte, sino que se trata de aquello a lo que Él sube, lo que es tan importante en nuestra comprensión de la obra de Jesús. Antes de ver eso, permítanme leerles la breve descripción que recibimos de la ascensión de Jesús, de la pluma de Lucas. Él registra la ascensión tanto al final de Su evangelio como también en el primer capítulo del libro de los Hechos.
Primero, veamos el registro en el evangelio de Lucas, donde leemos: «Entonces Jesús los condujo fuera de la ciudad, hasta cerca de Betania, y alzando Sus manos, los bendijo. Y aconteció que mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de adorar a Jesús, regresaron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el templo alabando a Dios». Solo hay un par de pequeños detalles que se agregan en la versión que Lucas nos da al inicio del libro de Hechos; démosle un vistazo. «Después de haber dicho estas cosas, fue elevado mientras ellos miraban, y una nube lo recibió y lo ocultó de sus ojos. Mientras Jesús ascendía, estando ellos mirando fijamente al cielo, se les presentaron dos hombres en vestiduras blancas, que les dijeron: “Varones galileos, ¿por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de ustedes al cielo, vendrá de la misma manera, tal como lo han visto ir al cielo”».
En el primer relato, leemos que Jesús partió de este planeta y fue llevado. No dice nada sobre cómo fue llevado. Aquí, en la versión de Hechos, se nos dice que Él fue tomado básicamente en una nube y eso es importante porque esta sería la nube de Shekinah, la nube de gloria. El medio para transportar a nuestro Señor de la tierra al cielo fue en virtud de la gloria Shekinah de Dios. Hubo un detalle en la primera lectura que pasé muy rápido porque quería sorprenderlos, pero quiero volver a ella y ver esto de nuevo. En el libro de Lucas, se nos dice que después de que Jesús fue levantado, que los discípulos regresaron a Jerusalén con gran gozo y estaban constantemente alabando a Dios. La razón por la que quiero ver eso por un momento, en su importancia, es que cuando Jesús les dijo por primera vez a los discípulos que se iba, no había ninguna sensación de gozo en lo absoluto.
Veamos eso por un segundo. Lo encontramos en Juan, en el capítulo 16, empezando en el versículo 16, cuando Jesús dice a Sus discípulos: «Un poco más, y ya no me verán; y de nuevo un poco, y me verán porque Yo voy al Padre». Algunos de los discípulos dijeron entre ellos: «¿Qué es esto que dice?: “Un poco más, y ya no me verán; y de nuevo un poco, y me verán porque Yo voy al Padre”. ¿Qué es este “poco tiempo”? No sabemos de qué habla». Y Jesús sabía lo que estaban pensando y entonces les dijo: “¿Están discutiendo entre ustedes sobre esto que he dicho: ‘Un poco más, y no me verán, y de nuevo un poco, y me verán’? En verdad les digo, que llorarán y se lamentarán, pero el mundo se alegrará; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría”».
Es decir, lo peor que Jesús pudo decirles a Sus discípulos en ese momento fue que los estaba dejando. No querían que Él se fuera nunca. Y no podían imaginar cómo Su partida tendría valor redentor alguno, pero Él les explicó que era ventajoso para ellos que Él se fuera. Pero al principio no lo entendieron. En muchos sentidos, no creo que la iglesia lo haya entendido todavía. Todavía parece que estamos como en un estado de nostalgia, que desearíamos haber estado vivos durante la vida terrenal de Jesús y, sin embargo, debemos entender que Su ausencia de esta tierra es mejor para nosotros en este momento de lo que Su presencia fue durante el primer siglo.
Creo que en algún momento entre la explicación de Jesús a Sus discípulos de que sería una ventaja para ellos que Él se fuera, y Su partida, toda su actitud sobre esto cambió de forma radical, de profundo dolor, miedo y desilusión, ahora regresan a Jerusalén con gran gozo. ¿Por qué? ¿Estaban felices de verlo irse? Claro que no. Pero entendieron por qué se iba y a dónde iba, y esa era la causa, por supuesto, de su gran gozo. He escrito en la pizarra cuatro cosas que ocurren debido a la ascensión de Jesús, cuatro cosas que explican la idea de nuestro beneficio con su partida.
A la primera tan solo la llamo gloria. Si vemos a Juan, capítulo 17, en la oración sacerdotal que Jesús da en presencia de Sus discípulos en el aposento alto, Él empieza la oración de esta manera: «Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a Ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano, para que Él dé vida eterna a todos los que le has dado. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me diste que hiciera. Y ahora, glorifícame Tú, Padre, junto a Ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera». Dejó esa gloria en Su descenso, en la encarnación. Y ahora Jesús ora en el aposento alto, «Padre, déjame tener la gloria de nuevo. Déjame disfrutar de la gloria que tuve contigo desde la fundación del mundo».
Así que cuando Jesús parte de este mundo en la nube Shekinah, está regresando al reino de la gloria. Va a recibir esa gloria que disfrutó con el Padre desde toda la eternidad, que Él dejó de lado durante Su encarnación terrenal. Eso es lo primero que tenemos que entender sobre la importancia de la ascensión. Es algo glorioso. Y aquellos que aman a Jesús, Sus discípulos, que lo adoraron y regresaron al templo para adorarlo, después de Su partida, porque entendieron que Él estaba recuperando Su gloria. La humillación había terminado y la exaltación se había llevado a cabo. Pero hay otras dimensiones significativas en esa ascensión.
Lo siguiente que menciono aquí es Pentecostés. En ese mismo período del discurso del aposento alto que Jesús tuvo con los discípulos, que está registrado para nosotros en Juan, Jesús explica a Sus discípulos que Él se va para que pueda enviarles a ellos otro Paracleto. Con frecuencia, cuando usamos la palabra «Paracleto», pensamos que nos estamos refiriendo solo al Espíritu Santo. No. El Espíritu Santo no es el Paracleto. El Espíritu Santo es el otro Paracleto. El Paracleto original es Cristo mismo, cuando lo vemos ser la consolación de Israel. La mayoría de las versiones del Nuevo Testamento hablan del Espíritu Santo como el Consolador. Y pensamos que el propósito de la venida del Espíritu Santo a la vida de la iglesia es traer consuelo a aquellos que están en dolor y sufrimiento y que necesitan ser consolados.
Bueno, Él hace eso, pero ese no es el significado principal del término «consolador» como se usa en las distintas versiones. La traducción inglesa antigua para Paracleto era la palabra «Comforter» de donde obtenemos el término confort, que significa «con fuerza». Así que no se trata tanto de consuelo, sino de poder y fuerza. El Paracleto era el nombre dado al abogado de familia en el mundo antiguo. Y si tenías un problema difícil que te enfrentabas, convocabas al Paracleto. Paraklétos significa alguien que está llamado a estar a tu lado. Y Jesús dice a Sus discípulos: «Ustedes van a ser arrastrados a las cárceles y van a ser odiados y despreciados, pero cuando sean entregados a estos concilios, no tengan… no tengan miedo porque enviaré al Consolador, al Paracleto para que les dé la fuerza, para que esté a vuestro lado para que sean fieles en tiempos de crisis».
Ustedes recordarán que Él también instruyó a Sus discípulos sobre lo que harían después de su partida, Él dijo: «Ustedes deben ir a Jerusalén y permanecer allí. Esperen un rato porque recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes». Y de nuevo, Jesús les dice: «No los dejaré solos. Estaré con ustedes. Aunque me voy en un sentido, de otra manera, voy a estar con ustedes hasta los confines de la tierra». La última pregunta que los discípulos le hicieron a Jesús antes de la ascensión fue: «Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel?». ¿Qué les dijo Jesús? Solo les dijo: «No les corresponde a ustedes saber cuándo voy a restaurar el reino de Israel, sino que su responsabilidad es esta, ustedes serán mis testigos, después de que el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes».
Entonces, una de las razones más importantes para la ascensión de Jesús a la diestra fue que Pentecostés ocurriría, que el Padre y el Hijo derramarían al Espíritu Santo sobre la iglesia y el propósito de ese derramamiento del Espíritu Santo era empoderar a la iglesia para su misión terrenal, para empoderar a la iglesia para el ministerio. Una vez más, dar testimonio de Cristo en un mundo corrupto requiere una fuerza mayor que la nuestra y estamos llamados a dar testimonio del reino de Dios, que es invisible. Juan Calvino dijo que la tarea más importante de la iglesia es que la iglesia debe ser el testigo visible del reino invisible, y para eso se requiere del Espíritu Santo, para que logremos dar ese mensaje. Jesús se fue para poder enviar el Espíritu en Pentecostés y empoderar a la iglesia para su misión a través de los siglos. El Espíritu fue Su presencia espiritual con nosotros después de Su partida de este mundo.
Bueno, aún hay dos razones importantes más para la partida de Jesús en la ascensión. La siguiente quizás sea la más obvia, que adonde iba cuando subiera al cielo no era simplemente un lugar de descanso. Él iba a Su coronación. Iba a su servicio de investidura. Estaba ascendiendo al trono. Él estaba siendo llevado a la diestra de Dios, donde se le dio dominio, poder y autoridad sobre toda la tierra, para que el Cordero que fue inmolado fuera visto ahora como el León de Judá, que reinaría sobre la tierra. Otra vez, la iglesia ha fallado en entenderlo. Muchas personas todavía ven el reino de Dios como algo futuro que todavía no ha llegado. Pero el reino ya comenzó. ¿Por qué? Porque el Rey ha sido entronizado. El Rey ha ido a Su coronación y el Padre le ha dado Su servicio de investidura y le ha entregado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Este es un evento cósmico, la coronación de Cristo. Llamamos a esto la «Sesión».
Cuando leemos en el Credo de los Apóstoles y decimos que Él ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios el Padre Todopoderoso. Eso es estar sentado es la Sesión de Cristo. Donde Él se sienta no es en el coro, no es en el banco. Él se sienta en la silla de autoridad, a la diestra del Padre, como si fuera el Primer Ministro Celestial. Y el título que el Nuevo Testamento le da en este punto, es que Él es el Rey de Reyes y el Señor de Señores. Eso significa que el asiento más alto de autoridad en el universo está ocupado por Cristo. Ya no es este rabino peripatético, caminando por Galilea y Judea. Está entronizado. Ningún gobernante en este mundo puede gobernar por un segundo aparte de Su autoridad. Él levanta reinos, Él destruye reinos. Nuestro Rey, quien es el Rey de de Reyes y el Señor de los Señores no le rinde cuentas a ningún gobernante terrenal. Y esa es una situación impresionante para nosotros. Es por eso que es mejor para nosotros que Jesús se vaya a que se quede, porque se fue para estar sentado a la diestra del Padre.
Finalmente, la cuarta cosa que sucede en la ascensión es que Jesús como nuestro Sumo Sacerdote entra en el tabernáculo celestial, en el Lugar Santísimo donde se desempeña como nuestro Sacerdote-Rey. Él es el Rey y Él es el Sacerdote. Tener estos roles duales es muy importante para nosotros porque tenemos un Sacerdote. Tenemos un Sumo Sacerdote. Tenemos un gran Sumo Sacerdote, que ha vivido entre nosotros, que comprende nuestros sentimientos, que comprende nuestras enfermedades y vive en la presencia de Dios llevando a cabo Su obra sacerdotal principal de intercesión. Él no está haciendo sacrificios por nosotros allá arriba. El sacrificio que se hizo en la cruz se hizo de una vez por todas. Y el Hijo no tiene que recordarle al Padre en una misa diaria en el cielo para contarle lo que hizo y logró de una vez por todas en la expiación. Ese trabajo concluyó.
Pero eso no es todo lo que estaba involucrado en Su ministerio sacerdotal. El otro ministerio sacerdotal continúa, y es el ministerio de intercesión. Veamos de nuevo Juan 17 y permítanme empezar en el versículo 6, donde Jesús dijo: «He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste; eran Tuyos y me los diste, y han guardado Tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado viene de Ti; porque Yo les he dado las palabras que me diste; y las recibieron, y entendieron que en verdad salí de Ti, y creyeron que Tú me enviaste». Escuchen lo que Él dice: «Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque son Tuyos; y todo lo Mío es Tuyo, y lo Tuyo, Mío; y he sido glorificado en ellos». Y le pide, le pide al Padre que guarde a los que ha dado a Jesús, para que perseveren.
Tenemos una doctrina llamada: la perseverancia de los santos. No me gusta ese nombre porque, aunque los santos perseveran, no es porque tenemos el poder de la perseverancia dentro de nosotros mismos. Si de mi dependiera el perseverar en mi caminar cristiano, caería y tropezaría y dejaría el reino mañana. Pero Aquel que realmente persevera es Dios. Él persevera con Sus hijos y obra para preservarlos. Una de las principales maneras en las que Dios preserva a Su pueblo es a través de la intercesión sacerdotal de Jesús. Permítanme terminar esto recordándoles un episodio que tuvo lugar la noche antes de que Jesús muriera.
Cuando se reunió con Sus discípulos, les anunció que uno de ellos lo iba a traicionar, hablando de Judas. Después de recorrer la habitación, diciendo: «Señor, ¿soy yo? ¿Yo te traicionaré?». Finalmente, Jesús miró a Judas y le dijo: «Tú lo has dicho. Lo que tienes que hacer, hazlo rápido». Y despidió a Judas para que llevara a cabo su traición y sabemos que el final de Judas fue catastrófico. Pero esa misma noche, había otro discípulo en la misma mesa, a quien Jesús dijo que lo negaría en público tres veces. ¿Qué le dijo a Pedro? Le dijo: «Simón, Simón, mira que Satanás quiere zarandearlos como a trigo». Así que adelante, ve y haz lo tuyo. No. «Pero Yo he rogado por ti para que cuando hayas regresado, fortalezcas a tus hermanos». ¿Cuál era la diferencia entre Judas y Pedro?
Jesús no oró por Judas. Él dice: «No he perdido ninguno de los que me diste, excepto el hijo de perdición, que fue hijo de perdición desde el principio». Pero Pedro era uno que el Padre le había dado a Jesús, y su negación fue espantosa y un crimen atroz. Jesús dijo: «Ve a hacerlo, pero he orado por ti». «Pero si regresas». No. No dijo «si regresas», sino «cuando regreses, fortalece a tus hermanos». Ese mismo Jesús está en el cielo, hoy, intercediendo por ti y por mí, si es que realmente le pertenecemos. Así que la ascensión se trata del triunfo glorioso de Jesús. Es una especie de signo de exclamación dado a Su ministerio terrenal.