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Transcripción
En nuestra última sesión vimos el lado negativo de la lealtad y lo que sucede cuando pasamos por la agonía de la traición y la deslealtad mientras tratamos de entender el carácter leal del amor de Dios. Y hoy, como prometí, vamos a ver el lado positivo de eso, la forma positiva en que las Escrituras nos hablan sobre el amor leal de Dios. Antes de hacer eso, tengo una confesión que hacer. Cuando estaba en la universidad y en el seminario, estudié el idioma griego durante seis años, así que obtuve una buena formación y base en griego bíblico. Sin embargo, la única exposición que tuve al hebreo fue un semestre en el seminario donde perdí la mitad del semestre por una enfermedad.
Entonces mi formación en hebreo es muy débil. De hecho, cuando volvía a casa de la escuela de posgrado, en Holanda, y fui al aeropuerto de Schiphol para volar de regreso a Estados Unidos, traía sobrepeso y no tenía suficiente dinero para pagar el exceso. Entonces, lo que hice para compensar el problema fue que dejé mi Biblia hebrea en el aeropuerto de Schiphol y con eso bajé el peso porque esa Biblia era muy grande. Después de llegar a este país nunca compré otra, por lo que mi conocimiento del hebreo es terrible. Apenas puedo atravesar el alfabeto y, con la ayuda de diccionarios, deambulo por allí.
Así que no soy un estudioso del hebreo antiguo de ninguna manera, pero hay una palabra en hebreo, una de las pocas palabras que conozco, una que es tan central y tan importante para todo el concepto del amor de Dios, que encontramos en el Antiguo Testamento. Es una palabra que aparece una y otra y otra vez y es la palabra hesed. Esa palabra ha sido traducida de muchas, muchas maneras diferentes. A veces se traduce tan solo por la palabra «misericordia», a veces se traduce por la palabra «bondad», a veces se traduce por la frase «amor pactual», y una traducción antigua al inglés se compone de dos palabras: «bondad amorosa».
Aunque en algunos casos se traduce por la frase «el amor leal de Dios». Y este concepto se encuentra muy al inicio en el Pentateuco y es la palabra que se usa para describir la relación de Dios con el pueblo de Israel cuando los saca de la esclavitud al éxodo y les promete que Él sería su Dios y ellos serían Su pueblo. Así que, por juramento pactual, Dios compromete Su amor a la nación que ha sacado de su esclavitud y el vínculo de ese pacto es esta idea de hesed o misericordia o bondad amorosa. Recuerden, de nuevo, en el Antiguo Testamento, el profeta Miqueas, cuando la gente trató de hacer lo que hacemos hoy.
Queremos que todo se reduzca a tres lecciones fáciles y, por eso estoy seguro de que el profeta se molestó por la gente que quería que toda la responsabilidad de un judío para con el Señor pactual se explicara en frases simples y la pregunta que se hace allí es: «¿Qué es lo que demanda el Señor de ti?». La respuesta que el profeta Miqueas da de la boca de Dios es: Esto es lo que el Señor demanda de ti, «solo practicar la justicia, amar la misericordia,
Y andar humildemente con tu Dios». Si lo piensas por un minuto, si pudiéramos seguir esa condensación abreviada, la cristalización de la esencia de una vida piadosa, se reduce a esas tres cosas: hacer lo correcto, amar la misericordia, caminar humildemente con Dios.
La segunda parte de ese mandato, amar la misericordia, es la palabra hesed. Esto es lo que Dios demanda de ti, dice Miqueas. Que no solo hagas lo correcto, sino que manifiestes bondad amorosa, misericordia o lo que aquí llamo la idea del amor leal. Tuve un amigo que fue estudiante de seminario hace muchos años, él está ahora en el pastorado, por varios años, y me dijo, que ellos tienen una expresión en su familia que usan con bastante frecuencia. Pregunté: «¿Cuál es esa expresión?». Él dijo: «En nuestra casa, hablamos de que nos aferramos a lo pegado». Y le dije: «¿Aferrarse a lo pegado? Nunca escuché una expresión así: ¿qué significa aferrarse a lo pegado?». Respondió: «Ya sabes, nos aferramos a lo pegado». Le dije: «No, no sé.
¿Qué quieres decir con que nos aferramos a lo pegado?». Él dijo: «Eso significa que en nuestra familia nos quedamos unidos, pase lo que pase». Sabes que esa es una de las cosas hermosas de la unidad familiar. Que cuando eres parte de una relación es muy difícil salir de ella porque eres pariente, porque eres familia. Solo tienes una madre en este mundo y solo tienes un padre en este mundo y es una gran tragedia cuando esas relaciones se destruyen. Qué bueno sería para nuestro país si todos adoptaran ese lema en sus hogares, «nos aferramos a lo pegado». Esa es una expresión que comunica de lo que Miqueas está hablando cuando dice que debemos amar la misericordia, que debemos estar firmes y ser leales en nuestro amor.
Ahora, como dije, esta idea del amor leal de Dios se encuentra en todo el Antiguo Testamento. Hay muchos, muchos casos, pero la expresión más clara que creo que encontramos en alguna parte de la Biblia se encuentra en el libro del profeta Oseas. Decimos de Amós que el tema básico de Amós es la justicia de Dios: hacer lo correcto. Pero el tema básico de Oseas es la misericordia amorosa. Entonces, tomemos unos minutos para recordar el mensaje del libro de Oseas. Permítanme empezar en el cuarto capítulo, iré un poco hacia adelante, en el primer verso donde escuchamos este llamado de asamblea solemne.
El capítulo 4 empieza con estas palabras: «Escuchen la palabra del Señor, israelitas, porque el Señor tiene querella» o «el Señor tiene una contienda con los habitantes de la tierra». Lo que está sucediendo aquí es que Oseas está haciendo el papel de un profeta como abogado acusador. Está dando una citación. Él está anunciando una demanda del Señor del pacto, Dios, a un pueblo que ha traicionado a Dios y ha tenido un comportamiento tan desleal que ha cometido adulterio espiritual. Ahora el profeta da este llamado, esta convocatoria a una asamblea solemne: «Escuchen, israelitas, el Señor tiene querella», no está diciendo: «Reunámonos para una pequeña charla que Dios quiere tener con ustedes».
Dios está enojado y está pronunciando Su juicio ahora sobre ti. La pregunta es, ¿qué es lo que precipitó esta citación profética de Dios? Bueno, veamos. El Señor tiene esta querella porque «no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra». ¿Qué está diciendo aquí? No es que ustedes no tengan educación, no es que no sean científicos, no es que no tengan ningún conocimiento sofisticado, pero cuando Él dice que no hay verdad en esta tierra, la verdad de la que Dios está hablando aquí es la verdad de Sí mismo. Que la verdad de Dios había sido eclipsada, había sido descuidada, la verdad de Dios había sido oscurecida, la Palabra de Dios había sido repudiada, ¿cómo suena esto a nuestros propios tiempos? Dios los llama a capítulo. Y dijo, esta es la razón por la que tengo esta querella, porque ya no hay verdad.
En segundo lugar, no hay misericordia o no hay lealtad, ya no hay amor leal. Miro hacia abajo y no veo esto. «Esta es la base de Mi relación con ustedes y no puedo encontrarla en Israel». «No hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra». ¿Cuáles son las consecuencias de eso? Escuchemos lo que dice. «Asesinato, robo y adulterio. Emplean la violencia. La impiedad, la anarquía, homicidios tras homicidios, por eso la tierra está de luto y desfallece todo morador en ella junto con las bestias del campo y las aves del cielo; aun los peces del mar desaparecerán».
Luego, más adelante dice: «Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento». Mi pueblo, el pueblo que he escogido, el pueblo que he redimido a través del éxodo, ahora están siendo destruidos. No por falta de comida, no por falta de poder militar, sino por falta de conocimiento de Mí. «Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, Yo también te rechazaré para que no seas Mi sacerdote. Como has olvidado la ley de tu Dios, Yo también me olvidaré de tus hijos». ¿Te imaginas eso? ¿Te imaginas a Dios diciéndole a alguien: «Me voy a olvidar de tus hijos»? «Pero ese es Mi juicio porque me has olvidado. Te hice una nación de sacerdotes. Te he llamado a ser una luz para los gentiles, pero te has alejado de la lealtad al pacto».
Ahora volvamos al capítulo inicial de Oseas, para captar la imagen de cómo Dios trata con esto. El libro empieza con estas palabras: «Cuando por primera vez el Señor habló por medio de Oseas, el Señor le dijo: “Ve, toma para ti a una mujer ramera y ten con ella hijos de prostitución; porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al Señor”. Oseas fue y tomó a Gomer, hija de Diblaim; y ella concibió y dio a luz un hijo. Y el Señor dijo a Oseas: “Ponle por nombre Jezreel, porque dentro de poco castigaré a la casa de Jehú por la sangre derramada en Jezreel, y pondré fin al reino de la casa de Israel. En aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel”».
«Tu hijo será un presagio de lo que está por venir. El reino del norte va a ser destruido y llevado lejos, cautivo. Es por eso que quiero que llames a este niño Jezreel». «Ella concibió otra vez y dio a luz una hija. Y el Señor le dijo: “Ponle por nombre Lo Ruhamá”», que significa «no más misericordia», «porque ya no me compadeceré de la casa de Israel, pues no los perdonaré jamás”». El fin de hesed. «Tú me rechazas, yo te rechazo a ti». Esta es una ley de divorcio que Dios está dando a un pueblo adúltero. «Ponle por nombre Lo Ruhamá, no más misericordia para ti». Pero luego dice: «Me compadeceré de la casa de Judá y los salvaré por el Señor su Dios;
y no los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni jinetes».
Así que todavía mantiene la esperanza de un remanente que será redimido. «Después de haber destetado a Lo Ruhamá, ella concibió y dio a luz un hijo». «Y el Señor dijo». Este es el que siento que es más desgarrador, dice: «Ponle por nombre Lo Ammí» que significa literalmente, «no son Mi pueblo». Llama a tu hijo «No son Mi pueblo». Recuerda que este es el anuncio de Dios a una nación que Él había nutrido y dado a luz y Él dijo: «Ustedes serán pueblo Mío, y Yo seré su Dios». Y ahora dice: «Lo Ammí, no son Mi pueblo». «Porque ustedes no son Mi pueblo y Yo no soy su Dios». «Pero», esa palabra es tan importante en las Escrituras, dice, «el número de los israelitas / Será como la arena del mar, / Que no se puede medir ni contar; / Y sucederá que en el lugar / Donde se les dice: / “No son Mi pueblo”, / Se les dirá: / “Son hijos del Dios viviente”. / Y los hijos de Judá y los israelitas se reunirán, / Y nombrarán para sí un solo jefe, / Y subirán de la tierra, / Porque grande será el día de Jezreel». «Digan a sus hermanos: “Mi pueblo” y a sus hermanas “hesed es mostrada, es manifestada”». Para que la última declaración, el final de la historia no sea Lo Ammí, sino Ammí: «Ustedes serán Mi pueblo y yo continuaré con Mi misericordia, mi amor leal hacia ustedes». Mientras tanto, el capítulo 2. «Discutan con su madre, discutan, / Porque ella no es mi mujer, y Yo no soy su marido; / Que quite, pues, de su rostro sus prostituciones, / Y sus adulterios de entre sus pechos; / No sea que Yo la desnude completamente / Y la deje como el día en que nació, / Y la ponga como un desierto, / La reduzca a tierra seca / Y la mate de sed».
Una y otra vez el anuncio del juicio va a lo largo del segundo capítulo. Luego llegamos más adelante en el segundo capítulo hasta el versículo 19, la esperanza para el futuro cuando Dios dice: «Te desposaré conmigo para siempre; / Sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, / En misericordia y en compasión». «Me comprometeré contigo de nuevo. Voy a volver a casarme contigo a pesar de tu adulterio. Mi hesed triunfará en esta relación y conocerás al Señor». «La sembraré para Mí en la tierra, / Y tendré compasión de la que no recibió compasión, / Y diré al que no era Mi pueblo: / “Tú eres Mi pueblo”, / Y él dirá: “Tú eres mi Dios”».
Ahora las instrucciones llegan a Oseas en el capítulo 3. «Entonces el Señor me dijo: “Ve otra vez, ama a una mujer amada por otro y adúltera,así como el Señor ama a los israelitas a pesar de que ellos se vuelven a otros dioses y se deleitan con tortas de pasas”. La compré, pues, para mí por 15 siclos (…) de plata y un homer y medio (…) de cebada. Y le dije: “Te quedarás conmigo por muchos días. No te prostituirás, ni serás de otro hombre, y yo también seré para ti”». Y tenemos este glorioso recasamiento con el triunfo del amor de Dios. Pero nota que él tiene que ir y comprar a su novia de la esclavitud.
Si regresamos al Éxodo, al código de santidad, recordarás las extrañas leyes que se establecen allí sobre cómo aquellos que han entrado en la esclavitud deben ser redimidos con el precio nupcial.Si un hombre está en bancarrota y le debe dinero a alguien, puede resolverlo convirtiéndose en un esclavo para él. Si entra con una esposa y con hijos a ese estatus y situación de esclavitud y trabaja durante siete años y cuando es liberado, entonces la esposa y los hijos que trajo son liberados con él.
Pero, se nos dice en Éxodo, esta cosa muy extraña, que si cuando está casado, se casa mientras está en esclavitud, y se casa con uno de los otros esclavos o tal vez incluso con la hija del amo y tiene hijos con ella y llega el momento de ser liberado, puede salir libre, pero no puede llevar a su esposa con él o a sus hijos. Tiene que salir, después de haber satisfecho su deuda, tiene que hacerse lo suficientemente rico como para permitirse el lujo de cuidar a su esposa y sus hijos y tiene que entrar y pagar el precio nupcial a fin de redimir a su esposa.
Ese principio esotérico en el Israel del Antiguo Testamento se eleva en el Nuevo Testamento como una forma de describir el magnífico ministerio de Cristo mismo, quien viene y compra a Su novia de la esclavitud de Satanás. Cristo paga el precio de la novia. Esto es a lo que Pablo se refiere cuando dice: «No se pertenecen a sí mismos. Porque han sido comprados por un precio. Han sido comprados por la sangre de Cristo». Compró a Su novia y la sacó de la esclavitud. Eso es exactamente lo que está sucediendo aquí en la historia de Gomer y Oseas, así como en las leyes del Éxodo, de modo que el amor por el cual Dios ejerce Su firme misericordia y lealtad hacia nosotros se demuestra con mucha claridad. La esencia de hesed se encuentra en la cruz cuando Cristo nos compra de la esclavitud.
Finalmente, este principio se ve en la carta de Pablo a los Romanos. Cuando después de pasar por la magnificencia de la providencia de Dios por la cual somos adoptados en Su familia que ya hemos visto, en el versículo 31 del capítulo 8 dice esto: «¿Qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?». «Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?». Esta frase latina es una de las más gloriosas de todas en la historia de la iglesia. Deus pro nobis. Dios por nosotros. Eso captura todo este concepto del amor leal.
¿Qué diremos a esto? Si todo el mundo está en contra de nosotros, ¿y qué? Si Dios está por nosotros, no importa quién esté en contra de nosotros. «El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros».
Aquí viene. Aquí viene la pregunta retórica que solo puede tener una respuesta. «¿Quién nos separará del amor de Cristo?». ¿Tribulación? ¿Puede eso hacerlo? ¿Angustia? ¿Persecución? ¿Hambruna, desnudez, peligro, espada? «Tal como está escrito: “Por causa Tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero”. Pero en todas estas cosas somos más que vencedores», super vincimus, «más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada».
Ten en cuenta que esta lista no pretende ser exhaustiva, completa, sino más bien ilustrativa o representativa. Ninguna de estas cosas «nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro». Cuando Pablo dice: «¿Quién nos separará del amor de Dios?». La respuesta a esa pregunta es nada. Nadie, ningún poder, porque hesed, el amor leal de Dios no solo es eterno, no es solo un amor santo, es un amor inmutable. Es un amor que es inseparable, así que nosotros que tenemos el amor del Padre lo tenemos ahora y para siempre.