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Transcripción
Creo en la iglesia como «una, santa, católica y apostólica». Esos cuatro atributos de la iglesia, como hemos mencionado, se remontan a mucho tiempo atrás en la historia de la iglesia, y en nuestra comprensión de la iglesia, hemos estado viendo el concepto de la unidad de la iglesia.
Hoy vamos a dirigir nuestra atención al atributo de la santidad en lo que se refiere a la iglesia. Parece algo extraño, de hecho, referirse a la iglesia como santa, ya que la iglesia es la única organización que conozco, en el mundo, que tiene un requisito de membresía, de que cada uno de sus miembros debe ser un pecador para entrar. Tenemos una comunión de pecadores que es la composición de la iglesia y sin embargo nos referimos a la iglesia como santa.
Se ha dicho en el pasado que la iglesia es la institución más corrupta del mundo. Eso puede parecer una exageración y una hipérbole, pero depende de cómo evaluemos o juzguemos la corrupción. En primera instancia, si nos fijamos en la maldad per se, entonces, obviamente, organizaciones como la asociación de asesinos o la mafia o algo así, pueden ser consideradas como mucho más corruptas que la iglesia.
Pero si vemos la bondad y la maldad en términos de la escala proporcional de la responsabilidad moral, como lo indica la Escritura, por la cual la Escritura dice: «A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él». Si aplicáramos ese estándar a la iglesia, entonces diríamos que la iglesia, de todas las instituciones, es la institución que ha recibido la mayor cantidad de beneficios de la gracia y ayuda divinas que cualquier otra organización. Y a la luz de los múltiples beneficios y dotes de gracia que hemos recibido como iglesia y el correspondiente nivel alto de responsabilidad que acompaña a eso, entonces podríamos decir, en términos relativos, que la iglesia es corrupta, en la medida en que fallamos por no estar a la altura de nuestra responsabilidad o de nuestro llamado.
Me parece casi gracioso cuando leo el Nuevo Testamento y leo, por ejemplo, las epístolas de Pablo, donde con frecuencia se dirige a los creyentes, en las iglesias que ha establecido, como «santos». Se dirige en sus epístolas, por ejemplo, «A los santos que están en Corinto» o «Los santos que están en Éfeso» y así sucesivamente y la palabra que se traduce por la palabra santos es la palabra hagioi, que significa «los santos». El Espíritu Santo es llamado santo en virtud de esta misma palabra griega.
¿En qué sentido los miembros del cuerpo de Cristo han de ser llamados «santos» o «los santos», los hagioi? Bueno, tenemos que ver varias formas en las que estas personas pueden ser legítimamente llamadas «santas» o «puras», por así decirlo, y empieza, creo, en primer lugar, con la comprensión de la vocación de la iglesia.
Una vocación, por supuesto, es un llamado. La palabra casi ha desaparecido de nuestro vocabulario común. La gente habla de sus trabajos, de sus carreras, etc. Solía ser que todos entendíamos que teníamos una vocación y una vocación significaba un llamado de Dios a nuestras vidas para dedicarnos a algo en particular, no solo en el ministerio del púlpito, sino que la gente consideraría su llamado a ser un cirujano o un granjero o una ama de casa, como una responsabilidad que han recibido según los dones dados por Dios.
De modo que, todos los que hemos buscado nuestra vocación, estamos llamados a ser fieles a nuestras vocaciones; por lo que, si cada individuo tiene un llamado de Dios, también hay un llamado corporativo, una vocación corporativa que Dios le da a Su pueblo a medida que los forma en la comunidad que llamamos: la iglesia. De hecho, toda la idea de vocación está incorporada en la palabra bíblica para iglesia.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega que se usa para traducir la palabra iglesia es la palabra ekklésia o ekklesía y obtenemos la palabra eclesiástico de ese término griego y si vemos esta palabra y la desglosamos, vemos que la palabra ekklésia contiene un prefijo y una raíz, como suele suceder con las palabras griegas. No es necesario ser un estudiante de griego para poder entender esto, porque el prefijo, ek, viene de «ex» o «ek», que significa «de» o «fuera de». Cuando estás en un edificio, te fijas en las señales de salida dicen «exit» y ese es el lugar por donde caminas, si quieres salir del edificio e ir afuera.
Entonces, la raíz principal de esto viene de la palabra griega kaleo, la cual significa «llamar». Si vemos el significado raíz del término ekklésia en las Escrituras, vemos que etimológicamente significa, literalmente, algo que se llama para que salga de otra cosa. La razón por la que la iglesia se llama ekklésia es que la iglesia es la compañía de personas que han sido llamadas por Dios para salir de algo.
Recordamos cómo después de que nació Jesús, hubo un intento real de Herodes de matar a los niños, de destruir a este rey recién nacido y el ángel del Señor le advirtió a José en un sueño para que huyera de la tierra. Entonces la familia fue a Egipto y después de que Herodes murió y que desapareció de escena, entonces se le reveló a José que era seguro regresar a Palestina y así se nos dice que las Escrituras se cumplieron, ¿cómo? «De Egipto llamé a Mi hijo», refiriéndose a un cumplimiento final de lo que Dios hizo originalmente con el éxodo, donde llamó a Israel de la esclavitud de Egipto y adoptó a Israel como nación, como Su hijo.
De modo que, en un sentido real, esta vocación de la iglesia empieza con un llamado de Dios desde Egipto, donde Él redime a una nación de la esclavitud. Pero va aún más profundo que eso y llega a este punto: Que el cristiano y la iglesia, tanto Israel en el Antiguo Testamento como la iglesia en el Nuevo Testamento, no fueron simplemente llamados por Dios a salir de Egipto, sino que fueron llamados a salir del mundo, no que dejen el planeta, pero este llamado era un llamado a la santidad. Recordemos que cuando Dios formó esa nación, le dijo a Israel: «Ustedes serán Mi pueblo, / Y Yo seré su Dios» y «Santos serán porque Yo, el Señor su Dios, soy santo».
Mucho antes de que Pablo escribiera epístolas a los santos de Éfeso o Corinto, Tesalónica o donde sea, la idea de que la iglesia era un pueblo que había sido llamado a la santidad por Dios, ya estaba profunda y firmemente establecida en el Antiguo Testamento. La misma palabra «santo» significa «ser diferente» o «ser apartado» y ser apartado significaba ser apartado de lo que es ordinario, de lo que es común y dirigido a algo extraordinario, a algo poco común. Por supuesto, en las categorías bíblicas, significaba que estas personas que fueron llamadas a la santidad fueron llamadas a vivir según un patrón diferente, un estándar diferente, una manera diferente de vivir de lo que era común en el mundo.
En otras palabras, este fue un llamado a la vida celestial, a la piedad, un llamado a una forma de vivir distinta. Así que lo primero que tenemos que entender cuando vemos esta declaración, que la iglesia es santa, es que la iglesia tiene una vocación santa. La iglesia tiene un llamado santo. La iglesia ha sido apartada de todas las demás instituciones y el pueblo de Dios ha sido apartado del mundo para una misión específica, para una tarea específica, la cual es replicar y reflejar el carácter de Dios. Eso significa que si somos parte de la iglesia invisible, que si realmente somos parte de esta vocación, estamos llamados a ser un pueblo peregrino. Es por eso que la Biblia enfatiza esta parte de nuestra actividad, que somos llamados forasteros, peregrinos, extranjeros en este mundo.
Hay un himno antiguo, un himno evangélico con el que la gente está familiarizada y dice algo así: «Este mundo no es mi hogar, solo estoy de paso». La idea no es negar el mundo como la esfera de la creación de Dios y la esfera de Su actividad redentora, sino entender que nuestro verdadero hogar está en el cielo, que hemos sido llamados a una vida que ve ese destino, que somos esas personas que no tienen raíces permanentes en este orden y en este mundo, sino que como miembros del reino de Dios y de la ciudad de Dios, nos unimos a las filas de los que buscan ese país mejor, que buscan esa ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios mismo.
Cuando decimos que la iglesia es santa, no queremos decir que cada persona en la iglesia es una persona justa o es más santa que tú o algo así, sino que como miembros del cuerpo de Cristo, tenemos un llamado santo, una tarea sagrada, una visión sagrada que debemos llevar a cabo. Además de eso, hay otro sentido en el que la iglesia es llamada santa y es que la iglesia está compuesta, al menos la iglesia invisible está compuesta, de aquellos que han sido llamados por Dios fuera del mundo, no solo Su llamado externo, sino Su llamado interno por el cual el Espíritu Santo ahora invade las almas mismas del pueblo de Dios.
La iglesia es llamada santa porque sus miembros deben ser personas que han sido habitadas por Dios el Espíritu Santo y todos los que son habitados por el Espíritu Santo son considerados santos o apartados o consagrados a los ojos de Dios. Esta es la institución que Dios ha creado visiblemente, en la cual se ha complacido en que Su espíritu more. El Espíritu Santo no es el único espíritu que encontramos en la iglesia. Encontramos otros espíritus. Encontramos espíritus malignos y tenemos que probar los espíritus; pero la iglesia es santa solo en la medida en que el Espíritu Santo está presente y operando y funcionando en la vida de las personas que están allí.
Es por eso que Pablo puede ver a los pecadores y dirigirse a ellos como santos. En sí mismos todavía son pecadores, pero si han sido regenerados por el Espíritu Santo, nacidos del Espíritu y si ahora han sido habitados por el Espíritu Santo, ahora son los hagioi, los santos, los que están en el proceso de ser santificados. La iglesia en este mundo siempre está en el proceso de ser santificada, en un grado u otro, la verdadera iglesia. Eso no significa que la iglesia en este mundo haya sido glorificada.
Jim Kennedy una vez hizo el comentario: «Si alguna vez encuentras una iglesia perfecta en este mundo, por favor no te unas a ella». ¿Por qué no? Respondió: «Si te unes a la iglesia perfecta, la arruinarás». Porque entonces ya no será perfecta. La respuesta que escuchamos con frecuencia es que la iglesia está llena de hipócritas y la respuesta a eso es: «Siempre hay espacio para uno más». Ninguno de nosotros, en la iglesia, jamás será capaz de vivir perfectamente aquellas cosas que profesamos creer.
De nuevo, como ya dije, la iglesia, que es llamada santa, en realidad es una comunión de pecadores, pero una comunión de pecadores que están en el proceso de ser santificados. Habrán visto alguna vez ese sticker que dice: «Sea paciente. Dios aún no ha terminado conmigo». Eso es cierto para todos los cristianos. Somos hechura de Cristo. Cristo nos está moldeando y Él está moldeando a Su iglesia y Él la está moldeando para santidad. Y de la misma manera en que como individuos no seremos perfectamente santificados sino hasta que estemos en el cielo, cuando entremos en nuestra glorificación, así tampoco la iglesia será perfectamente santificada, totalmente santa, hasta que la iglesia haya sido glorificada.
Hemos visto que la Biblia se refiere a la iglesia como la novia de Cristo; y Pablo, por ejemplo, cuando da instrucciones a los esposos para que amen a sus esposas y se entreguen a sí mismos a sus esposas, así como Cristo se entregó a sí mismo por Su iglesia. Pablo hace esa analogía entre el matrimonio en este mundo y la relación entre Cristo y Su novia, y la promesa en el futuro de que la novia de Cristo bajará del cielo, en la Nueva Jerusalén, ataviada como una novia para su esposo, y Jesús es el novio.
Vemos esa consumación final de la gloria de la iglesia, y la imagen del Nuevo Testamento es la imagen de una novia magnífica con un vestido de novia sin mancha e inmaculado con adornos completos, de una belleza impresionante; pero en este momento, la ropa de la novia, el vestido de la novia está dañado. Tiene defectos, tiene manchas y tiene arrugas, pero la promesa de Cristo por Su novia y a Su novia es que Él va a quitar cada defecto, cada mancha y cada arruga para que en el último día, Él le presente Su novia al Padre en todo su esplendor y gloria de perfecta santidad. Así que creo que es importante que lo recordemos.
Esto no es algo que deba ser motivo de triunfalismo para la iglesia, ni motivo de jactancia, orgullo o arrogancia, porque como digo, en este momento, somos una novia cuyo vestido está arrugado. Imagínate eso, una novia que se presenta a una boda y se pone el vestido de novia y dices: «Dios mío, debe haberlo tenido tirado en la esquina durante los últimos seis meses; está todo lleno de arrugas». Ninguna novia aparecería así en su boda y si vemos el estado en el que estamos ahora, no tenemos nada de qué jactarnos. Así que no nos engañemos pensando que somos santos o que somos miembros de una institución santa; sino que, nuestra santidad está en progreso, está en proceso y es absolutamente cierta en términos del destino de la verdadera iglesia.
Eso no significa que las iglesias, como grupos, no perecerán y que las iglesias no pueden convertirse en apóstatas. Pueden, pero estamos hablando de la iglesia invisible, la iglesia que está formada por verdaderos creyentes, que esa iglesia en algún momento de la historia demostrará la plenitud de su santidad y será fiel a su vocación mientras está constantemente siendo capacitada y siendo purificada por el Espíritu Santo que mora en ella. Esta es una de las razones por las que la iglesia está sujeta, históricamente, a grandes persecuciones y muchas veces a gran sufrimiento, porque en ese sufrimiento viene la purificación del crisol, que este es uno de los medios que Dios usa para afectar la santificación y la pureza de Su iglesia.
De vez en cuando, Dios se complace en traer un despertar en Su pueblo y parece que siempre tenemos necesidad de despertar a nuestra vocación y a nuestro llamado como pueblo de Dios, para que podamos ser santos así como Él es santo.
CORAM DEO
Piensa en tu iglesia, de la que eres miembro y hazte la pregunta: «¿Es mi iglesia un lugar santo?». Es posible que te rías cuando te hago una pregunta como esa, porque puedes ser capaz de señalar todos los defectos, los errores y el pecado que invade a la iglesia. La iglesia todavía está contaminada, pero es la novia de Cristo y no es tanto lo que la iglesia es en un momento dado de su historia, sino lo que será y que hemos estado casados con la iglesia, por así decirlo, porque este es nuestro destino: ser parte del cuerpo de Cristo.
Escuchemos también el llamado a toda la iglesia, a cada uno de sus miembros. Eso significa que va para ti y va para mí, estás llamado a ser santo, a estar siendo santificado, a estar dependiendo de los dones y la gracia del Espíritu Santo para ser fiel a la vocación que Dios le ha dado a la iglesia.
Martín Lutero una vez hizo el comentario a las personas que se quejaban de la providencia de Dios. Él dijo: «Hay momentos en que, en el misterio de la providencia oculta de Dios, no sabemos por qué Dios hace lo que hace, pero debemos aprender a dejar que Dios sea Dios». Creo que en nuestros días, lo que necesitamos ver es que la iglesia sea la iglesia y eso depende de nosotros.