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Nosotros hemos visto que fue durante el gobierno del rey David, que Israel entró en su edad de oro. Ahora, se ha dicho de la historia de Israel que, bajo David tuvo lugar el apogeo de esa edad de oro, y que bajo su hijo, Salomón, ese oro empezó a oxidarse un poco y luego de la muerte de Salomón, el reino se empezó a oxidar.
Pero, pasemos algún tiempo, hoy, considerando la relación entre David y los hijos de Salomón, cuando el reino de los judíos se fraccionó en dos y el Reino Unido se desintegró en lo que se denominó el Reino Dividido. Al final de la vida de David, cuando estaba muy enfermo, al parecer su hijo mayor que estaba vivo, de nombre Adonías, supuso que recibiría el trono y que él reemplazaría a su padre en la sucesión dinástica; y así él mismo se declaró rey mientras David aún estaba vivo.
Esta historia se encuentra en el primer capítulo del libro de Reyes, del primer libro. Permítanme leer un breve pasaje al respecto. El versículo 1 del capítulo 1: «El rey David ya era viejo, entrado en días, y lo cubrían de ropas pero no entraba en calor» y luego leemos la historia de Abisag, la sunamita que lo atendía y calentaba.
Después en el versículo 5 leemos: «Entretanto Adonías, hijo de Haguit, se ensalzaba diciendo: “Yo seré rey.” Y preparó para sí carros y hombres de a caballo y cincuenta hombres que corrieran delante de él. Su padre nunca lo había contrariado preguntándole: ¿Por qué has hecho esto? Era también hombre de muy hermoso parecer, y había nacido después de Absalón. Y había consultado con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar, que respaldaban a Adonías. Pero el sacerdote Sadoc, Benaía, hijo de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y los valientes que tenía David, no estaban con Adonías».
¿Ves ahora lo que está pasando aquí? Es posible afirmar que el hijo mayor de David, que estaba vivo, el hermano menor de Absalón, (Absalón, el que previamente se había rebelado contra su padre y trató de tomar la corona) y después que Absalón murió, ahora su hermano parece estar siguiendo sus pasos.
Lo que Adonías hace es reclamar el reino para sí mismo y conseguir que ciertas personas sean sus aliados, entre ellos Joab, quien es el general de mayor confianza de David.
Y él convence a algunos otros para esta conspiración; pero aquellos que son notablemente eliminados y no contados en este golpe, están personas como Abiatar, el sacerdote, y Natán, el profeta, y muchos otros que habían sido muy leales a David. Es decir, esto es algo trágico, pero es el tipo de cosas que se ven en los golpes de estado a lo largo de la historia, donde hay intentos de tomar el poder para uno mismo.
Entonces tenemos una lucha de poder de la mayor magnitud, que enfrenta David en los últimos días de su vida. Pero él ya había hecho un juramento a su esposa Betsabé, que su hijo Salomón recibiría el trono.
Y así, David se entera sobre esta conspiración de Adonías y en la última parte del capítulo 1 del primer libro de Reyes, versículo 32, leemos estas palabras: «Entonces el rey David dijo: Llamadme al sacerdote Sadoc al profeta Natán y a Benaía, hijo de Joiada. Ellos entraron a la presencia del rey, y el rey les dijo: Tomad con vosotros a los siervos de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón en mi propia mula y bajadle a Gihón. Que allí el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo unjan como rey sobre Israel; y tocad trompeta y decid: ‘¡Viva el rey Salomón!’».
Así que al final de su vida, David toma estas medidas para asegurar la sucesión dinástica de su trono, que está de acuerdo con sus deseos. Así que, después de que Salomón es anunciado como el sucesor de David, David llama a Salomón a su presencia.
En el capítulo 2, verso 1 leemos esto: «Y acercándose los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón, diciendo: Yo voy por el camino de todos en la tierra. Sé, pues, fuerte y sé hombre.
Guarda los mandatos del Señor tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas, para que el Señor cumpla la promesa que me hizo, diciendo: ‘Si tus hijos guardan su camino, andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel’».
Esto es prácticamente lo último que hizo David antes de morir. Una vez vi un programa de entrevistas en la televisión, en el que la persona entrevistada era Burt Reynolds, y el conductor del programa hablaba sobre la Transición, el pasar de la juventud a la adultez.
Y preguntó a Burt Reynolds, «¿Cómo sabes cuando te has convertido en un hombre?» Y Burt Reynolds respondió a esa pregunta en la televisión nacional diciendo: «Tú sabes que eres un hombre cuando tu papá dice que tú eres un hombre».
Nunca he olvidado eso porque mostró un supuesto tácito que tiene raíces profundas en los hombres. Y lo que está pasando aquí al final de la vida de David, es que le dice a su hijo Salomón, «Sé un hombre». Y en el traspaso a Salomón, cuando le entrega el trono, él centra su atención en la solemne responsabilidad que conlleva el reinado: que debe ser obediente a la ley del rey, que debe seguir todos los mandamientos de Dios, todos los estatutos de Moisés, entre otras cosas.
Así es cómo el reino pasa de las manos de David a las manos de Salomón. La rebelión es pulverizada, los enemigos de Salomón son eliminados, y Salomón ahora tiene el camino despejado para ser el rey indiscutible sobre la nación. Ahora, para tener una idea de Salomón, tenemos que ir al tercer capítulo del primer libro de Reyes, donde leemos en el versículo 1: “Salomón se emparentó con Faraón, rey de Egipto, pues tomó la hija de Faraón y la trajo a la ciudad de David mientras acababa de edificar su casa, la casa del Señor y la muralla alrededor de Jerusalén.
Sólo que el pueblo sacrificaba en los lugares altos, porque en aquellos días aún no se había edificado casa al nombre del Señor. Salomón amaba al Señor, andando en los estatutos de su padre David, aunque sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos».
Lo que tenemos en esta declaración introductoria del capítulo 3 es una especie de presagio siniestro de lo que el futuro tiene reservado para Salomón.
Es evidente en nuestra cultura comprender que el nombre de Salomón esté vinculado proverbialmente con la sabiduría. Si vemos a alguien hoy que es particularmente sagaz, podemos decir acerca de esa persona: “Esa persona tiene la sabiduría de Salomón». Nadie en toda la sagrada Escritura se destaca con poseer tal don de sabiduría como este personaje, Salomón.
Su nombre se asocia íntimamente con una gran parte del Antiguo Testamento llamada la literatura sapiencial. Tradicionalmente, se considera a Salomón como el autor del Cantar de los Cantares, el autor de muchos, si no de la mayor parte de los proverbios contenidos en ese libro, y también el autor de una porción de los salmos que perduran hasta nuestros días.
De modo que él era famoso por su extraordinaria manifestación de sabiduría que veremos un poco más profundamente en un par de minutos. Pero fue Aristóteles quien dijo que en el cerebro del más sabio de los hombres siempre se encuentra el rincón del necio.
Ten presente que cuando leemos de estos héroes y heroínas del Antiguo Testamento, la Biblia no teme hacer los retratos de sus héroes y heroínas, con todos sus defectos. Por eso a menudo estas personas que emergen como gigantes de liderazgo y de la fe tienen características que nos recuerdan a una tragedia de Shakespeare, donde hay algún tipo de defecto mortal o imperfección que los lleva a la ruina, tarde o temprano. Y este es el caso de la persona de Salomón. Al inicio de su reinado, él manifiesta una sabiduría extraordinaria y una profunda devoción a las cosas de Dios.
Y como dije, David llevó a Israel a su edad de oro, extendió sus fronteras desde Dan hasta Beerseba y, en realidad, lo que hizo David en lo administrativo fue superado por Salomón, pues Salomón fortaleció los tesoros, se embarcó en ambiciosos programas de construcción y proyectos de obras públicas, e incluso fortaleció el poder militar del reino que heredó de su padre; por una temporada.
Pero lo que empezó con un espíritu de humilde dependencia de Dios empezó a desmoronarse y desintegrarse conforme pasaban los años. Pero una vez más consideremos por un momento esta extraordinaria dimensión de la sabiduría de Salomón.
Leemos en el capítulo 3, verso 6 o verso 5 debería decir: «Y en Gabaón el Señor se apareció a Salomón de noche en sueños, y Dios le dijo: Pide lo que quieras que Yo te dé. Entonces Salomón dijo: Tú has usado de gran misericordia con tu siervo David mi padre, según él anduvo delante de ti con fidelidad, justicia y rectitud de corazón hacia ti; y has guardado para él esta gran misericordia, en que le has dado un hijo que se siente en su trono, como sucede hoy.
Y ahora, Señor Dios mío, has hecho a tu siervo rey en lugar de. mi padre David, aunque soy un muchacho y no sé cómo salir ni entrar. Tu siervo está en medio de tu pueblo al cual escogiste, un pueblo inmenso que no se puede numerar ni contar por su multitud.
Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿Quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?”
Este pasaje huele a un espíritu de humildad de un joven que ahora recibe esta gran carga de gobernar a una nación que había sido organizada con grandeza por su propio padre.
Ocupar el lugar de David era algo poco envidiable por decir lo menos. Es un hombre joven, al parecer ya casado, y su matrimonio fue un matrimonio de diplomacia internacional. Se casó con la hija de faraón por lo tanto, cimentó las relaciones políticas entre el gran imperio de Egipto y la nación de Israel.
Pero, ¿recuerdas que vimos ese toque siniestro anteriormente en el capítulo? Volvamos a donde dice que ‘Salomón la trajo’ que es la hija de Faraón, a la ciudad de David, hasta que terminó la construcción de su propia casa, la casa del Señor, y el muro alrededor de Jerusalén. Entre tanto, es decir, hasta que se construya el templo, no hay un santuario central para que la gente adore, por lo que participan en la creación de sus propios sitios sagrados en los lugares altos
Y leemos mucho en el Antiguo Testamento sobre los “lugares altos”, porque los lugares altos se convirtieron en sinónimo de santuarios paganos y altares paganos. Y el pueblo de Israel ya anda corriendo, haciendo sacrificios en estos lugares altos y Salomón participa en esto también.
Y leemos al final de esta sección, que: “Salomón amaba al Señor, andando en los estatutos de su padre David, aunque sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos”. Esto será su perdición.
Y hay algo más que se insinúa aquí, que será su perdición: que su primer matrimonio es con una mujer pagana de una cultura pagana, lo que ya es en sí un acto de desobediencia puesto se le había ordenado al pueblo judío no casarse con los paganos alrededor de ellos, pero Salomón hace eso.
Pero él es aún joven, es idealista, está abrumado con la enorme responsabilidad que tiene ante él y Dios le dice, «Pide lo que quieras que yo te dé».
Y él no pide por dinero, no pide por fama, no pide por poder. No busca de Dios esos regalos o bendiciones que, tan a menudo, son la pasión que consume a otros jóvenes que buscan la fama y la fortuna.
Salomón lo que más desea es un corazón entendido. Él quiere la sabiduría para poder ser un buen rey. Él quiere sabiduría para poder resolver los conflictos y las diferencias que se producen dentro de la nación; que pueda ser un juez como Samuel, que pueda ser piadoso como su padre.
Esto es lo que él pide de Dios. Ahora leamos la respuesta de Dios a esto. Dice el versículo 10 del capítulo 3: «Y fue del agrado a los ojos del Señor que Salomón pidiera esto. Y Dios le dijo: Porque has pedido esto y no has pedido para ti larga vida, ni has pedido para ti riquezas, ni has pedido la vida de tus enemigos, sino que has pedido para ti inteligencia para administrar justicia, he aquí, he hecho conforme a tus palabras.
He aquí, te he dado un corazón sabio y entendido, de modo que no ha habido ninguno como tú antes de ti, ni se levantará ninguno como tú después de ti. También te he dado lo que no has pedido, tanto riquezas como gloria, de modo que no habrá entre los reyes ninguno como tú en todos tus días. Y si andas en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos como tu padre David anduvo, entonces prolongaré tus días. Salomón se despertó.» Esto es extraordinario.
Su petición fue humilde y Dios dijo: ‘Porque tu petición fue esto, que es tan humilde, estoy muy contento y voy a acceder a dicha petición; pero no solo voy a darte eso, sino que voy a darte todas las cosas que no pediste. Voy a darte poder y fama y gloria y riquezas».
¿Recuerdas la historia sobre las minas del rey Salomón que revelan la fabulosa riqueza que se acumuló durante el reinado de este rey? Su reino llegó a ser tan opulento que la reina de Sabá vino de lejos para contemplar la gloria del reino que pertenecía a Salomón.
Incluso Jesús, hace referencia a ese episodio en el Nuevo Testamento. Bueno, la primera gran tarea de Salomón era cumplir el sueño de su padre y la voluntad del Señor en la construcción de la casa que sería la casa de Dios. Es bajo el reinado de Salomón que el templo del Antiguo Testamento se construye.
Y se construye a través de un tratado que Salomón hace con el rey de Tiro, cuyo nombre es Hiram, el cual proporcionó todos los materiales de construcción necesarios y este programa masivo se completa. Y al momento de la culminación del templo, una vez más vemos a Salomón en su rigurosa dedicación por las cosas de Dios cuando dedica el templo, el templo que su padre quería construir, pero Dios dijo: «No, esto se dejará a la próxima generación”
Y en la dedicación del templo, Salomón sigue manifestando una vida de devoción y obediencia. Pero luego en el capítulo 11 del primer libro de Reyes, empezamos a ver el triste declive de la integridad del hombre. El capítulo 11 inicia con estas palabras: «Pero el rey Salomón, además de la hija de Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, de las naciones acerca de las cuales el Señor había dicho a los hijos de Israel:
No os uniréis a ellas, ni ellas se unirán a vosotros, porque ciertamente desviarán vuestro corazón tras sus dioses. Pero Salomón se apegó a ellas con amor. Y tuvo setecientas mujeres que eran princesas y trescientas concubinas, y sus mujeres desviaron su corazón.
Pues sucedió que cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no estuvo dedicado por entero al Señor su Dios, como había estado el corazón de David su padre.»
Ciertamente vemos la depravación en la que se hundió en el versículo 5: “Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. Salomón hizo lo malo a los ojos del Señor, y no siguió plenamente al Señor, como le había seguido su padre David.”
Luego construyó un lugar alto, edificó un altar a un dios pagano e hizo esto para complacer a sus esposas extranjeras. Entonces leemos en el verso 9: “Y el Señor se enojó con Salomón porque su corazón se había apartado del Señor.” Luego, “Y el Señor dijo a Salomón: Porque has hecho esto, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que te he ordenado, ciertamente arrancaré el reino de ti, y lo daré a tu siervo.”
Lord Acton dijo, ‘el poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe absolutamente’. Esto no es exactamente cierto ya que solo Dios tiene poder absoluto y no hay corrupción en él. Pero humanamente parece ser cierto con mucha frecuencia.
Junto a este incidente, hay otro que no he mencionado. La Biblia pone gran énfasis en el pecado de Salomón al excederse con las peticiones de sus mujeres extranjeras de construir altares y santuarios a deidades paganas y esta fue su perdición.
Pero también en su afán de hacer el reino grande, para embarcarse en un proyecto de construcción masiva, Salomón instituyó el corvée, un término usado para referirse al trabajo de esclavo. Y lo más terrible de esto es que Salomón esclavizó una parte de su propio pueblo como algo esencial para completar la construcción de sus proyectos de obras públicas. Y eso, incluso más que la apostasía religiosa, provocó la división del reino, como veremos en el próximo segmento.