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Este artículo forma parte de la colección 3 cosas que debes saber.
El libro de Crónicas es una parte importante de nuestra Biblia divinamente inspirada, pero dos factores desalientan a menudo a los lectores cristianos modernos: (1) los primeros nueve capítulos están llenos de información genealógica que hacen que sea una lectura poco atractiva, y (2) todo lo que sigue repite en cierta medida información sobre la dinastía davídica que está presente en los libros de Samuel y Reyes. El contenido de Crónicas con frecuencia es idéntico al de estos libros. ¿Por qué, podríamos preguntarnos, tenemos en la Biblia una segunda historia de Israel que se solapa en diversos grados con lo ya registrado en Samuel y Reyes? Tres observaciones importantes pueden ayudarnos a responder esta pregunta.
1. Para el autor de Crónicas, la monarquía davídica es central en el plan de redención de Dios para el mundo entero.
Tenemos que apreciar el contexto en el que se compuso Crónicas. Samuel y Reyes se escribieron alrededor del año 550 a. C., después del saqueo de Jerusalén por parte de los babilonios. Este acontecimiento devastador resultó en la destrucción del templo y el fin del reinado de la dinastía davídica sobre la nación de Judá. Según Reyes, estos trágicos acontecimientos fueron consecuencia del juicio de Dios sobre el pueblo de Judá y especialmente sobre los reyes davídicos, que se apartaron de la adoración a Dios. Sin embargo, las circunstancias habían cambiado drásticamente en la época en que se compuso Crónicas, entre los años 450 y 400 a. C. Para ese entonces, muchos judíos habían regresado a Jerusalén del cautiverio en Babilonia para reconstruir el templo y las murallas de la ciudad.
El contexto histórico de cada libro influye en su mensaje general. Reyes explica por qué la destrucción y el exilio caen sobre Jerusalén: la corrupción de la monarquía davídica. En contraste, el autor de Crónicas anima a sus lectores a creer en la importancia permanente de la monarquía davídica y a orar por su restauración. Para el autor de Crónicas, la monarquía davídica es central en el plan de redención de Dios para el mundo entero.
2. Crónicas mantiene la esperanza de que Dios levantará a un descendiente de David para establecer el reino de Dios en el mundo.
A pesar de la ausencia de un rey en Jerusalén después del año 586 a. C., Crónicas mantiene la esperanza de que Dios levantará a un descendiente de David para establecer el reino de Dios en el mundo. Esto se cumple finalmente en Jesucristo. Sin embargo, el pueblo de Jerusalén de finales del siglo V a. C., debió haber tenido dudas sobre el compromiso de Dios con la dinastía davídica. Según el libro de Reyes, la corrupción de los reyes davídicos había contribuido a la destrucción de Jerusalén. A la luz del castigo de Dios a los reyes davídicos, el pueblo debió de preguntarse: ¿sigue Dios comprometido con enviar un rey único del linaje de David para establecer Su reino?
Al describir los acontecimientos pasados, el autor de Crónicas se centra casi exclusivamente en la dinastía davídica. A diferencia de Reyes, Crónicas no dice casi nada sobre los reyes que gobernaron en el reino del norte de Israel. Crónicas solo se interesa por los reyes davídicos que gobernaron desde Jerusalén. La tribu de Judá, a la que pertenecen los reyes davídicos, ocupa el lugar de honor en las genealogías de los capítulos 1-9. Judá aparece en primer lugar y recibe más atención que ninguna otra tribu. Crónicas dedica veinte capítulos a David, nueve al hijo de David, Salomón, y veintisiete a los demás reyes davídicos que reinaron en Judá. En Crónicas, la dinastía davídica tiene una importancia primordial.
Además, en comparación con Samuel y Reyes, Crónicas presenta la dinastía davídica de forma más positiva. Crónicas evita relatar la aventura adúltera de David con Betsabé y se abstiene de decirnos que Salomón se dejó llevar por sus muchas esposas. Lo más llamativo es que, mientras que en Reyes se atribuye al rey Manasés gran parte de la culpa por la destrucción de Jerusalén y se destacan sus numerosos defectos (2 R 21), el relato de la vida de Manasés en Crónicas registra exclusivamente su arrepentimiento tras ser exiliado a Babilonia y su restauración en el trono de Jerusalén (2 Cr 33). El gran villano de Reyes aparece bajo una luz muy diferente en Crónicas. Si Dios pudo restaurar a un Manasés arrepentido en el trono de Jerusalén, hay esperanza de que Dios aún restaure a un rey davídico para gobernar Su reino. Esto nos lleva al tercer aspecto importante sobre Crónicas.
3. El autor de Crónicas destaca un vínculo íntimo entre el templo y el rey davídico.
Para convencer a sus lectores de que Dios restaurará la dinastía davídica en el trono de Jerusalén, el autor de Crónicas apunta hacia la reconstrucción del templo. Observa que el templo de Jerusalén y la monarquía davídica van de la mano; son como la sal y la pimienta. Si el templo ha sido restaurado, la monarquía seguramente le seguirá.
En lo que respecta al templo, el autor de Crónicas da prominencia en las listas genealógicas a Leví y a los que están asociados a él: los sacerdotes, los cantores, los porteros y otros que ayudan dentro del templo. A continuación, el autor de Crónicas relata de forma detallada y exclusiva cómo David prepara la construcción del templo de Jerusalén y nombra el personal del mismo (1 Cr 22-29). Esta información no aparece ni en Samuel ni en Reyes. A diferencia de Samuel y Reyes, el autor de Crónicas reúne a David y Salomón y los presenta construyendo juntos el templo.
Otro ejemplo de este vínculo entre la monarquía davídica y el templo es el del rey Ezequías. En Reyes, las actividades religiosas de Ezequías se registran en un solo versículo (2 R 19:4). En Crónicas se les dedican tres capítulos. Segunda de Crónicas 29-31 asocia a Ezequías con la purificación y rededicación del templo, la celebración de la Pascua en el templo y la planificación de la adoración continua en el templo. Existen paralelismos interesantes entre las acciones de Ezequías y las de Jesús.
De esta y otras maneras, el autor de Crónicas resalta un vínculo íntimo entre el templo y el rey davídico. Dado que el templo ha sido restaurado, existe la esperanza de que se restablezca la dinastía davídica. Con este fin, el autor de Crónicas recuerda a sus lectores que el templo es el lugar de oración, y les anima a arrepentirse y a orar para que Dios sane su tierra (ver 2 Cr 7:14). A la luz de este mensaje, cabe destacar que Juan el Bautista desafía al pueblo de Judea a arrepentirse en preparación a la venida de Jesús, el prometido «hijo de David».