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Transcripción
Todo el concepto de la iglesia invisible fue desarrollado por primera vez, en profundidad, por San Agustín o Agustín, como se le llama, hizo una distinción entre la iglesia invisible y la iglesia visible. Esta distinción que Agustín desarrolló ha sido con frecuencia confundida y malinterpretada. Lo que él quería decir con la iglesia visible, obviamente, era la iglesia como una institución que vemos visiblemente en el mundo, que tiene una lista de miembros en sus registros y esos miembros podemos identificarlos.
Pero la iglesia invisible es a veces concebida como algo antitético a la iglesia visible, algo que está afuera o aparte de la iglesia visible. Como en los años sesenta, con el movimiento de Jesús, hubo mucha discusión sobre la llamada iglesia subterránea. Era invisible porque nadie sabía dónde estaba, excepto los que participaban en ella. Había muchos incluidos en la iglesia clandestina que no tenían ningún deseo de estar unidos de ninguna manera con una institución eclesiástica visible.
Se entiende lo mismo cuando se oye a la gente hacer el comentario, que yo he oído muchas, muchas, muchas veces y estoy seguro de que también lo has escuchado e incluso lo has dicho, «No pertenezco a ninguna iglesia. No tengo que ir a la iglesia para ser cristiano. Pertenezco a la iglesia invisible. Al menos soy invisible en la iglesia visible cuando la iglesia visible se reúne para adorar». Esta gente pertenece a la «iglesia de los colchones ortopédicos» con pastores «súpersuavecitos». Creo que he oído hablar de esa gente.
Déjame hacerte esta pregunta: «¿Tienes que ir a la iglesia para ser cristiano?». Estoy viendo ojos bien abiertos preguntándose: «Vamos, profesor, ¿qué se supone que debo decir?». ¿Hay que ir a la iglesia para ser cristiano? ¿Es la asistencia a la iglesia, si estás bien y sano, un requisito para ir al cielo? Bien, dices que «no». En un sentido muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy, muy técnico, estaría de acuerdo contigo. Sin embargo, si una persona sabe, una persona que se ha comprometido con Cristo, que Cristo ordena a Su pueblo a no dejar de congregarse; y si la gente tiene conciencia de que cuando Dios creó al pueblo redimido de Israel, los organizó en una iglesia y les impuso la obligación seria y sagrada de estar en adoración corporativa ante Él.
Si una persona está en Cristo, entonces está llamada a participar en la koinonia, la comunión de otros cristianos y la adoración a Dios según los preceptos de Cristo; si una persona sabe eso, y persistente y voluntariamente se niega a someterse a ello, ¿no plantearía eso serias dudas en tu mente sobre la realidad de la conversión de esa persona? Yo podría pensar que una persona posiblemente podría ser cristiana por un corto período de tiempo y tomar esa posición para sí misma, pero yo diría que eso es muy, muy improbable.
Menciono esto como un barómetro porque puedes estar engañándote a ti mismo en términos de tu propia conversión personal. Puedes afirmar que eres cristiano, pero si amas a Cristo, ¿cómo puedes menospreciar a Su novia, cómo puedes aborrecer a Su iglesia, cómo puedes consistente y persistentemente ausentarte de aquello a lo que Él te ha llamado a unirte? Así que realmente les ofrezco una seria advertencia a aquellos de ustedes que se están diciendo esto a sí mismos. De hecho, puede que se estén engañando a ustedes mismos sobre el estado de sus almas.
Agustín no estaba pensando en términos de esas categorías. Lo primero que decimos sobre el punto de vista de Agustín sobre la distinción entre la iglesia visible y la invisible es que Agustín decía que la iglesia invisible se encuentra sustancialmente dentro de la iglesia visible. Así que voy a poner dos círculos en la pizarra. En el primer círculo, escribiré en el medio «la iglesia visible» es la iglesia exterior, perceptible, institucional, tal como la conocemos. Agustín dijo que la iglesia invisible, ese es otro círculo, existe sustancialmente dentro de la iglesia visible.
Haré otro círculo y este círculo va a seguir casi exactamente la misma línea perimetral del primer círculo, solo que tengo una pequeña burbuja, una pequeña manchita que va fuera del arco del primer círculo, de modo que tengo esta pequeña manchita que existe fuera de la iglesia visible. Lo que Agustín tenía en mente aquí eran personas que providencialmente se vieron impedidas de unirse a una iglesia visible, alguien que fue abandonado en una isla, que era creyente, leyó la Biblia y no pudo convertirse en miembro de la iglesia visible y por lo tanto tiene una excusa razonable para no ser parte de la iglesia visible. O se podría incluir aquí a ese puñado de personas que por un corto período, una pequeña temporada, no son conscientes de su obligación de ser parte de la iglesia visible y que todavía están convertidos, pero aún no son obedientes a Cristo.
Pero lo que está diciendo es que, en su mayor parte, la iglesia invisible existe dentro de la iglesia visible. ¿Por qué habla de una iglesia invisible en primer lugar? Lo hace para ser fiel a las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento. Agustín describió a la iglesia en estos términos. He mencionado esto antes, que la iglesia es un corpus per mixtum. Esto no debería asustarnos. Sabemos lo que es un corpus. Es un cuerpo. Corpus Christi, significa ¿qué? El cuerpo de Cristo. Bien, corporación es una organización, una organización física. Corpus per mixtum y obtenemos la palabra «mezcla» de este término en latín y todo lo que esa frase, corpus per mixtum significa, dijo Agustín, es que la iglesia es un cuerpo mixto.
Pues bien, ese cuerpo mixto significa que dentro de la iglesia visible, dentro de los confines físicos de la iglesia institucional, hay personas dentro de la iglesia que son verdaderos creyentes. Pero también hay personas dentro de la iglesia visible que no son creyentes. Están en la iglesia, pero no están en Cristo porque recuerden que no somos justificados por una profesión de fe, que somos justificados por la fe. Tiene que ser fe genuina. Sin embargo, el Nuevo Testamento deja claro que es posible que las personas hagan una profesión falsa.
Jesús dijo de algunos de sus contemporáneos: «Este pueblo con los labios me honra,
Pero su corazón está muy lejos de Mí». Jesús reconoció que había gente dentro de Israel, como dijo Pablo, «que no son de Israel». Pasaron por los rituales, fueron parte de la comunidad visible. Estaban participando en todas las actividades, pero todavía eran ajenos y extraños a las cosas de Dios.
Nuevamente, una de las advertencias más aterradoras que Jesús da al final del Sermón del monte es que en el último día muchos vendrán a Él diciendo: «Señor, Señor, ¿no hicimos esto en tu nombre y ¿no hicimos eso en tu nombre?». Él les va a decir: «Jamás los conocí; apártense de Mí, los que practican la iniquidad». Entonces Jesús deja en claro que había personas que profesaban fe, pero cuya profesión no era genuina.
La metáfora que Jesús usa con respecto a esto, en el Nuevo Testamento, es la metáfora de la cizaña y el trigo. La cizaña, C-I-Z-A-Ñ-A, ¿qué es? Es maleza. La metáfora es sencilla en el entorno agrícola.Si conoces a alguien que ha plantado un jardín o ha intentado hacerlo, sabe que en su jardín crecen algunas cosas que no tenía la intención de cultivar con las semillas que sembró y que tiene que cultivar el jardín y tiene que desmalezarlo porque la maleza crece junto con las flores o la maleza crece junto con las verduras que está cultivando. Para obtener la máxima productividad del trigo o las flores, queremos minimizar la cizaña, porque por alguna razón en la naturaleza, la cizaña o la maleza parecen crecer con mucha más facilidad que lo que queremos cultivar y toman el control en muy poco tiempo.
Jesús usa esta metáfora para dar una advertencia a la iglesia de que, por un lado, la iglesia debe practicar la disciplina para que aquellas malas hierbas que amenazan con destruir la pureza de la iglesia y ahogar el crecimiento auténtico de la iglesia, sean removidas de la iglesia. Sin embargo, al mismo tiempo, deben hacerlo con mucho cuidado y precaución, dijo el Señor, porque el huerto no estará completamente limpio de maleza hasta que Jesús venga y separe la maleza del trigo, la cizaña y el trigo. Él nos dijo que practicáramos la disciplina en la iglesia de la manera más cuidadosa posible, no sea que en nuestro celo por purificar la iglesia, arranquemos el trigo junto con la cizaña. Entonces es una metáfora muy importante la que Jesús usa allí.
Recuerdo que cuando era niño mi madre tenía un gran jardín de rocas detrás de nuestra casa. Este era uno de sus pasatiempos favoritos y pasaba muchos fines de semana plantando estas flores exóticas que yo no podía reconocer y no podía notar la diferencia entre ellas. Mi madre odiaba quitar la maleza, pero sabía que tenía que hacerlo. De vez en cuando, cuando se retrasaba en sacar la maleza, me reclutaba en su ejército y me decía que saliera y pasara un par de horas desyerbando en el jardín. Lo odiaba, pero uno de los mayores problemas que tuve fue en las decisiones porque no siempre reconocía la diferencia entre la maleza y las flores. Una vez salí y tenía prisa por terminar y vi esto que estaba completamente cubierto de maleza.
Así que arranqué casi todo lo que estaba creciendo y, cuando terminé, mi madre tenía un hermoso jardín de rocas. Es decir, tenía una tierra bonita, clara y adornada con hermosas rocas y ella pensó que yo tenía piedras en la cabeza porque estaba lista para fusilarme cuando salió, porque había destruido todas sus plantas exóticas que ella se había esforzado tanto en cuidar. Yo era evidencia viviente del peligro de enviar a alguien a arrancar cizaña, pues yo saqué las flores junto con la cizaña. Se supone que no debes hacer eso.
Nuevamente con respecto al término «iglesia invisible», no es que la iglesia invisible sea absolutamente invisible, sino que el punto que Agustín estaba señalando es que debido a que hay cizaña que crece junto con el trigo, debido a que hay personas que hacen una profesión de fe y que no están realmente convertidas, que no están verdaderamente en Cristo, a veces es difícil distinguir al verdadero cristiano del que pretende serlo, al auténtico del hipócrita. Jesús nos da algunas pautas como: «Por sus frutos los conocerán».
Pero en lo que Agustín se estaba centrando era en el concepto bíblico de que nos fijamos en las apariencias externas. Dios ve el corazón y lo que siempre permanece invisible para mí es el alma de otra persona. Puedo escuchar tu confesión de fe. Puedo observar tu vida. Pero realmente no sé qué hay en lo más profundo de tu corazón. No puedo ver tu alma. No puedo leer tu mente; pero Dios puede leer tu mente y Dios sabe exactamente cuál es el estado de tu alma en un momento dado. Lo que es invisible para mí, es visible para Dios.
De modo que Agustín hace esa distinción entre la iglesia visible y la invisible. Es una distinción con respecto a nuestra percepción limitada. ¿Quién está en la iglesia invisible? Pues según Agustín, todos aquellos que son verdaderos creyentes. Se refiere, por supuesto, a los elegidos, porque todos los elegidos, según Agustín, llegan a la verdadera fe. Todos los que llegan a la fe verdadera se cuentan entre los elegidos.
Entonces, cuando habló de la iglesia invisible, estaba hablando de los elegidos, aquellos que verdaderamente están en Cristo y verdaderamente son hijos de Dios. Calvino, al mismo tiempo, dijo que no debemos pensar en la iglesia invisible como algo imaginario o algo que vive en una dimensión desconocida. Sino que siguiendo a Agustín, Calvino insistió en que la iglesia invisible existe dentro de la iglesia visible y continuó diciendo que la tarea principal de la iglesia invisible es hacer visible a la iglesia invisible. ¿Qué quiso decir con eso? Calvino estaba regresando a la ascensión de Jesús, cuando la última pregunta que los discípulos le hicieron a Jesús antes de partir de este mundo: «Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel?». Porque Jesús había dicho recientemente a Pilato que Su reino no era de este mundo.
En un sentido real, Jesús estaba diciendo: «Pilato, no puedes ver mi reino. Mi reino está oculto a tu vista y a tus ojos». Jesús respondió esa pregunta sobre: «¿Vas a restaurar en este tiempo el reino a Israel?». Al decirles: «Eso es en el tiempo del Padre. Mientras tanto, cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra». Hay una declaración que Jesús hace que a menudo se malinterpreta debido a nuestra jerga, debido a nuestra nomenclatura cristiana. Pregúntele a un cristiano, ¿qué significa dar testimonio? ¿Cuál es la respuesta común? «Compartir el evangelio, contarle a alguien sobre Cristo».
Bueno, eso no es precisamente falso porque en cierto sentido la evangelización es una forma de testificar. Pero no es la única forma. El propósito de testificar es hacer manifiesto algo que está oculto. Lo que Calvino está diciendo es que es tarea de la iglesia hacer visible el reino invisible. Lo hacemos, en primer lugar, mediante la proclamación del evangelio, ciertamente mediante la evangelización. Pero también lo hacemos modelando el reino de Dios, exhibiendo justicia en el mundo, exhibiendo misericordia en el mundo, mostrando al mundo cómo se supone que debe ser el reino de Dios.
Eso significa que la iglesia debe encarnar y materializar la vida del espíritu de Dios en todo lo que hace, de modo que las buenas obras no estén escondidas bajo un almud, sino que estén claramente a la vista, que den testimonio de la presencia de Cristo y de Su reino en el mundo. Ese es el peligro cuando usamos este término visible e invisible. Algunas personas piensan: «Bueno, estoy en la iglesia invisible. Eso significa que puedo ser un cristiano del servicio secreto» o lo que yo llamo un cristiano champú ya que solo mi peluquero sabe con seguridad si es que soy un cristiano, pero sabemos que el mandato del Nuevo Testamento es que demos testimonio de Cristo, para mostrar la luz del evangelio y hacer visible Su reino. Eso es lo que la iglesia debe hacer.
La iglesia en cualquier entorno, en cualquier lugar, en cualquier generación, es siempre más o menos visible, más o menos auténtica. Pero incluso las iglesias pueden perder su lámpara. Pero incluso las iglesias pueden dejar de ser iglesias. Las iglesias pueden volverse apóstatas. Las denominaciones pueden volverse apóstatas. Comunidades enteras pueden salir de la iglesia invisible y dejar de ser la iglesia.
Uno de los temas que veremos en este curso es la pregunta: «¿Cuándo deja la iglesia de ser una iglesia?». O, «¿cuándo, en términos prácticos, es moralmente necesario que una persona abandone una comunidad que se llama a sí misma iglesia?». Veremos esas preguntas más adelante.
CORAM DEO
Cada vez que grabamos estas sesiones aquí en Orlando, contamos con una audiencia en el estudio. Antes de cada sesión, le pido a los asistentes que se presenten diciendo su nombre, dónde viven y a qué iglesia van y me ha complacido ver personas de una amplia diversidad de comunidades eclesiásticas que están presentes aquí, de todo tipo de denominaciones e iglesias diferentes. Sin embargo, cuando hago la pregunta: «¿A qué iglesia vas?». La respuesta es siempre una respuesta con respecto a alguna iglesia visible. Eso está bien. Yo no me opongo a eso.
Pero hoy quiero hacerte una pregunta. ¿Eres miembro de la iglesia invisible? Porque la iglesia invisible es una iglesia que siempre goza de unidad, porque verdaderamente somos uno con Cristo. Porque el punto de unificación de la iglesia invisible, lo que unifica y trasciende los límites de la iglesia y las líneas denominacionales, es estar injertados en Cristo. Todos los que están en Cristo y todos en quienes Cristo está, son miembros de Su iglesia invisible. Solo quiero decir esto para terminar. Esa unidad ya existe y nada puede destruirla.
Eso no significa que podamos relajarnos en ese punto. No es que podamos simplemente estar satisfechos con la unidad de la iglesia invisible. Todavía deberíamos estar trabajando como podamos por una unidad genuina de la iglesia visible.