3 cosas que debes saber sobre Salmos
11 noviembre, 20233 cosas que debes saber sobre Cantares
16 noviembre, 20233 cosas que debes saber sobre Eclesiastés
Este artículo forma parte de la colección 3 cosas que debes saber.
1. Eclesiastés nos recuerda que la vida es breve.
Muchas personas tropiezan justo al principio de Eclesiastés cuando se topan con el anuncio del tema del libro. En la versión Reina Valera (y otras traducciones afines) el tema se anuncia así: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad» (Ec 1:2 RVR60). La NTV lo expresa de esta manera: «Nada tiene sentido —dice el Maestro—, ¡ningún sentido en absoluto!». La NVI dice: «Lo más absurdo de lo absurdo, / ¡todo es un absurdo!». Si todo es vano, o absurdo, o carece de sentido, ¿para qué seguir leyendo? Esta afirmación parece contradecir todo lo que la Biblia enseña sobre la vida.
Sin embargo, quizá el problema esté en las traducciones y en las expectativas que provocan. La palabra hebrea traducida como «vanidad» (hebel) tiene el sentido de transitoriedad, impermanencia, y de algo que pasa rápidamente. Santiago recoge esta idea cuando dice: «Ustedes […] Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece» (Stg 4:14). Lo primero que debemos saber de Eclesiastés es que nos enseña que nuestra vida aquí, bajo el sol, es pasajera.
Nuestros días son pocos y se van rápidamente. Como dice Eclesiastés: «Una generación va y otra viene» (Ec 1:4). Esta idea se encuentra en toda la Escritura (ver Sal 90:10; 103:15; Stg 4:14). Encontramos una idea similar en 2 Corintios 4:18: «Al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas». Como nuestra vida es breve, «todo lo que tu mano halle para hacer, hazlo según tus fuerzas» (Ec 9:10).
2. Eclesiastés nos recuerda que vivimos en un mundo caído.
Lo segundo que debemos saber sobre Eclesiastés es que nos recuerda que vivimos en un mundo caído. Cuando me convertí a Cristo, un ministerio paraeclesial con el que pasé algún tiempo tenía un folleto evangelístico que hacía hincapié en Juan 10:10: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Eso produjo en mí la expectativa de que tendría un camino fácil por delante, aunque eso no es en absoluto lo que significa el pasaje. Luego tuve que aprender que, aunque había recibido una nueva vida, este mundo aún no había sido recreado.
Pablo enseña lo mismo cuando dice: «Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (Ro 8:20-21). La palabra que Pablo utiliza y que se traduce como «vanidad» es el mismo vocablo griego que se utiliza en la Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento) para traducir hebel en Eclesiastés.
3. Eclesiastés nos recuerda que el gozo es posible en un mundo caído.
Las traducciones de hebel citadas anteriormente no son del todo erróneas. Como somos criaturas efímeras que vivimos en un mundo corrompido por el pecado, nuestras actividades a veces pueden parecer inútiles. Nuestras ocupaciones pueden parecer insignificantes. Nuestras propias vidas pueden parecer vanas. Si esto fuera lo único que dijera Eclesiastés, ciertamente sería un libro que nos haría tropezar. Por eso necesitamos aprender lo tercero que Eclesiastés tiene que decirnos: que el gozo es posible, incluso en un mundo caído.
Eclesiastés deja claro que el gozo no se encuentra donde uno esperaría encontrarlo. No se encuentra en los grandes acontecimientos ni en los momentos memorables. Por el contrario, se halla en los aspectos ordinarios, sencillos y repetitivos de la vida cotidiana: «No hay nada mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Yo he visto que también esto es de la mano de Dios» (Ec 2:24). En repetidas ocasiones, Salomón nos anima a encontrar gozo en estos aspectos ordinarios de la vida.
En segundo lugar, nos insta a reconocer que estos son buenos dones de Dios: «Que todo hombre que coma y beba y vea lo bueno en todo su trabajo, que eso es don de Dios» (Ec 3:13; ver también Ec 5:19-20; 8:15; 9:7). Como dice Santiago: «toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. En el ejercicio de Su voluntad, Él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas» (Stg 1:17-18). El gozo que Él nos da aquí es un anticipo del gozo venidero en un mundo que ya no estará corrompido y en el que no seremos criaturas pasajeras, sino inmortales.