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Nota del editor: Este es el decimoquinto capítulo en la serie «Las duras declaraciones de Jesús», publicada por Tabletalk Magazine.
Jesús fue severo con los fariseos, llamándolos «sepulcros blanqueados» (Mt 23:27), «hipócritas» (Mr 7:6) e hijos del diablo (Jn 8:44). Y sin embargo, en Mateo 5:20, Él se refiere a ellos al elevar el estándar de la justicia: «Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos».
Jesús dice que la justicia es un requisito para entrar al cielo. Es posible que algunos quieran restarle importancia a esta afirmación con la genuina preocupación de proteger la savación por gracia sola por medio de la fe sola. Pero esta declaración no se trata de cómo obtener nuestra salvación. Más bien, habla de la función de la justicia y la ley de Dios en la vida del cristiano.
La justicia que emana de esta obediencia gozosa supera a la de los fariseos en naturaleza en vez de intensidad.
Al obedecer perfectamente la ley de Dios, Cristo alcanzó la justicia para aquellos que confían en Él. Esto lo podemos llamar justicia posicional. Cristo cumplió perfectamente la ley de una manera que los fariseos, a pesar de su minuciosidad, nunca pudieron. Y esa obediencia perfecta es acreditada a aquellos que confían en Él, como si hubieran guardado perfectamente la ley ellos mismos.
Pero Cristo se refiere a algo más. Durante el Sermón del Monte, Él insta a los cristianos a un profundo entendimiento y a una obediencia radical de la ley como un reflejo del carácter de Dios (Mt 5:48). Los cristianos no deberían tratar Su ley a la ligera, porque la forma en que vemos la ley de Dios indica cómo vemos a Dios mismo (Rom 3:21). Por lo tanto, los cristianos están llamados a la obediencia gozosa a Su ley por amor a Cristo. Esta obediencia resulta en una justicia práctica.
Esta justicia no es la base de nuestra salvación; no podemos ser justificados por nuestras obras (Rom 3:21-22). Pero supera a la de los fariseos porque su obediencia no provino del corazón, y porque es una señal de que hemos sido verdaderamente salvos y, por lo tanto, entraremos en el reino de los cielos.
La justicia que emana de esta obediencia gozosa supera a la de los fariseos en naturaleza en vez de intensidad. Aquellos que estamos en Cristo hemos sido salvos de la ley de Dios como el medio necesario para la salvación, pero también hemos sido salvos para la ley de Dios como una manera de amar y adorar al Dios que nos ha salvado (Rom 6:19).