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«Vengan y desayunen», dijo Jesús a Sus discípulos cuando se les apareció por tercera vez después de Su resurrección (Jn 21:12). En toda Su gloria resucitada, Jesús condescendió a invitar a Sus amigos a una comida, y es en este contexto que leemos acerca de la conversación final de Jesús con Simón Pedro.
Jesús le pregunta tres veces: «Simón, ¿me amas?». La interpretación estándar de este pasaje es que así como Simón Pedro había repudiado a Jesús tres veces —negando incluso conocerlo, ni hablar de amarlo— Jesús responde preguntándole tres veces: «Simón, ¿me amas?». Pero hay al menos otra interpretación posible para esta repetición. Quizás lo que encontramos aquí es el principio del énfasis por medio de la repetición.
Para enfatizar Su punto, Jesús a menudo empezaba una enseñanza profunda diciendo: «De cierto, de cierto» o «En verdad les digo». En las Escrituras vemos una y otra vez cómo se enfatiza la verdad de una declaración mediante la repetición. El apóstol Pablo dijo: «… sea anatema… anatema» (Gá 1:8-9). Los serafines clamaban unos a otros ante el trono de Dios: «Santo, Santo, Santo» (Is 6:3). Y cuando se revela la ira de Dios en Apocalipsis, se escucha el clamor: «¡Ay, ay, ay…!» (8:13).
Cualquiera que sea la interpretación, ya sea que esté vinculada a la negación de Pedro o al principio del énfasis por medio de la repetición, este es un texto que todo miembro y pastor de una iglesia debe escuchar.
Quizás una de las metáforas para el pueblo de Dios más comunes y favorecidas en la Escritura es la metáfora de las ovejas. Inmediatamente pensamos en el Salmo 23, donde David habla desde su propia experiencia como pastor y le atribuye a Dios las cualidades de un pastor: «El SEÑOR es mi pastor» (v. 1). Esta metáfora se repite en el Nuevo Testamento, donde Jesús se llama a Sí mismo el Buen Pastor (Jn 10).
Qué apropiado es ver a Dios y a Su Mesías como un pastor. Todos en Palestina sabían lo dependientes que eran las ovejas de su pastor. Para ser honesto, me molesta un poco que el pueblo de Dios sea comparado con ovejas. Si sabes algo sobre las ovejas, sabrás que realmente no es una metáfora muy halagadora.
Recuerdo que una vez jugaba golf en Michigan, y de la nada apareció un rebaño de ovejas sin pastor, justo en medio de la calle. No importaba lo que hiciéramos; no pudimos deshacernos de esas ovejas. Corrían sin rumbo fijo como ovejas descarriadas porque no había nadie que las guiara.
Y, sin embargo, Dios toma prestado de la naturaleza para describir a Su propio pueblo, y no de una manera muy elogiosa. Con respecto a las cosas de Dios, generalmente somos como ovejas… un poco torpes. Todo esto forma parte del trasfondo del encuentro final de Pedro con Jesús.
Jesús llama a Pedro a demostrar su amor por Él apacentando a Sus ovejas. Lo primero que debemos aprender de este texto es que el pueblo de Dios está formado por las ovejas de Cristo. Jesús dijo: «Apacienta Mis ovejas» (Jn 21:17). Somos Sus ovejas. Cuando alguien es nombrado el pastor de una iglesia, tiene la tarea de cuidar a las ovejas que fueron compradas por Jesús. No hay encargo más sagrado que el de Dios a los pastores para que cuiden a Su pueblo.
Pero ¿qué significa apacentar a las ovejas de Cristo? ¿Qué significa cuidarlas? La comida, por supuesto, es la sustancia principal de la que se nutren nuestros cuerpos. En esencia, lo que Cristo le está diciendo a Su discípulo es esto: «Te hago responsable de nutrir a Mis ovejas. Debes darles de comer».
Este llamado a apacentar las ovejas de Cristo incluye una responsabilidad inmensa. Los pastores deben alimentar al pueblo de Dios con la verdad. Deben ser absolutamente escrupulosos en el tiempo que dedican a preparar los sermones. Deben asegurarse de que su comprensión de las Escrituras sea precisa y de que no estén distorsionando, malinterpretando, falsificando o, peor aún, reemplazando la Palabra de Dios con otra cosa. La comida caducada envenena a las personas. Y el único alimento que nutrirá al pueblo de Dios es el alimento de la verdad de la Palabra de Dios.
Una implicación directa de esta verdad es que hay ciertas cosas a las que un pastor no está llamado.
Un pastor no está llamado a entretener. Los pastores están llamados a asegurarse de que sus ovejas no se pierdan. Esto es suficiente para mantener a todo pastor despierto por la noche. Es probable que haya personas en la congregación que no conocen a Jesús en absoluto. Yo creo que la tarea principal al predicar los domingos por la mañana es nutrir al pueblo de Dios, pero un pastor sería absolutamente negligente en su deber si asume que en su iglesia solo hay redimidos. Todos los domingos hay personas en la congregación que no son regeneradas, que nunca han escuchado la Palabra de Dios. Y si el pastor las ama, debe alimentarlas con todo el consejo de Dios.
Un pastor no está llamado a ofrecer psicología popular. La autoayuda es solo un placebo para la herida de la hija de Sión. Lo único bajo el cielo que nutrirá a las ovejas es la Palabra de Dios. Ese es el alimento que el pueblo de Dios necesita desesperadamente si quiere crecer.