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Nota del editor: Este es el décimo primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: ¿Qué es lo que realmente dice ese versículo?
Cuando reviso mi buzón, con frecuencia recibo una oferta de una tarjeta de crédito. A veces hay una caja de Amazon o el boletín de algún ministerio. De vez en cuando hay algo único, como una invitación a la boda de un amigo o una tarjeta de Navidad. Lo que nunca he recibido es una carta de Jesucristo. Sin embargo, en Apocalipsis 2 – 3, Jesús le envía cartas a varias iglesias. ¿Te imaginas a ti o a tu iglesia recibiendo una carta directamente de Jesucristo?
En cierto sentido, está claro que tenemos cartas de Jesucristo que nos han sido dadas en las Sagradas Escrituras. Aunque Pedro escribió a los «expatriados, de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia» (1 Pe 1:1), en un sentido muy real también escribió para aquellos que creerían en Jesús por medio de la palabra del apóstol Pedro (Jn 17:20). Primera de Pedro, así como todas las cartas del Nuevo Testamento, son cartas para la Iglesia de todas las edades.
En Apocalipsis 2 – 3 tenemos cartas únicas escritas por Cristo mismo que abordan circunstancias específicas de las iglesias del primer siglo. Una de estas iglesias fue la iglesia de Laodicea (Ap 3:14-22). En la carta hay una amonestación dada por Cristo. Dice: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca» (vv. 15-16).
Dios no tolerará un cristianismo tibio o un corazón que sea solo parcialmente Suyo.
Nosotros, al igual que la gente del primer siglo, reconoceríamos la tibieza como una temperatura menos que ideal. La palabra en sí suena como negativa para nosotros. ¿Con qué frecuencia pides un café tibio? ¿Una sopa tibia? ¿Una ducha tibia? No a menudo, espero. La tibieza está asociada con la negatividad. Ni sabe ni se siente bien.
Sin embargo, aquí es donde este versículo a menudo se malinterpreta. Jesús, en Su carta, continúa diciendo que quiere que la iglesia de Laodicea sea fría o caliente en lugar de tibia (v. 15). Muchos han interpretado este versículo en el sentido de que a Cristo le gustaría que Sus seguidores (1) se volvieran «calientes», es decir, más fervientes en espíritu, sirviendo celosamente al Reino de Dios con todo su corazón; o (2) que se vuelvan «fríos», es decir, que abandonen por completo la fe, demostrando ser lo que realmente son: incrédulos.
Eso no es, sin embargo, lo que insinúa este versículo. Más bien, para entender este versículo, necesitamos saber más sobre Laodicea. Laodicea estaba situada a unas cinco millas al sur de otra ciudad, Hierápolis. Hierápolis estaba edificada sobre una meseta, y tenía fuentes termales naturales y medicinales. La gente en el mundo antiguo, como en nuestros días, usaba las aguas termales para bañarse y curarse. Las aguas termales salían directamente de la tierra y eran ricas en minerales. Por otro lado, la ciudad de Colosas, que estaba a unas diez millas al este de Laodicea, tenía otro manantial. Pero era una fuente de agua fría, excelente para beber. Laodicea recibía gran parte de su suministro de agua a través de un sistema de acueductos; no tenía estos refrescantes recursos naturales fríos y calientes.
Dado este contexto, debemos entender las palabras de Jesús de una manera diferente. Sí, deseaba que la iglesia de Laodicea fuera ferviente en espíritu, sirviendo celosamente al Reino de Dios con todo su corazón. Pero al sugerir que sean fríos o calientes, no les está pidiendo que solo «sigan adelante», es decir, que escojan entre la obediencia y la desobediencia. Más bien, los está animando a ser siervos de provecho. Les pide que sean útiles, es decir, fríos o calientes.
Si ellos no son calientes ni fríos Él dice que, por supuesto, los vomitará de Su boca (v. 16). Esta es una advertencia. Dios no tolerará un cristianismo tibio o un corazón que sea solo parcialmente Suyo. No, Dios exige toda nuestra vida. ¿Por qué no debería demandarlo? Él es el Dios del universo, el Creador mismo de nuestros corazones. Pero más que eso, nos dio toda Su vida en Jesucristo. Entonces, sí, la tibieza es mala, y Cristo quiere que nos dediquemos de todo corazón a Él y a Su Reino.
Qué dulce pensamiento es recordar que nuestro Salvador no se entregó por nosotros de manera tibia. No condescendió con nosotros de manera vacilante. Él no escatimó Su asociación con Sus discípulos. Más bien, se convirtió en su Pastor principal, y el Pastor principal da Su vida por las ovejas. Cristo fue tanto caliente como frío, útil para Su Padre al enseñar y guiar a Sus discípulos cuando fue necesario y dar Su vida cuando fue Su tiempo. Así mismo debemos nosotros ser útiles para el Reino de Dios. Robert Robertson lo expresa bien:
Toma nuestros corazones
Llénalos de Tu verdad,
De Tu Espíritu los dones,
Y de toda santidad;
Guíanos en la obediencia,
Humildad, amor y fe;
Nos ampare Tu clemencia;
Salvador, propicio sé.