


Tronos y gloria
30 enero, 2021


Sal y luz para el mundo
3 febrero, 2021Apocalipsis 3:20


Nota del editor: Este es el décimo tercer y último capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: ¿Qué es lo que realmente dice ese versículo?
Años atrás, estaba sentado leyendo en el porche de mi casa cuando se escuchó una voz: «Señor, nos gustaría hablar con usted sobre si ha invitado a Jesús a su corazón». No eran sectarios tocando a mi puerta, sino cristianos evangélicos preocupados por el estado de mi corazón, suplicándome que abriera la puerta y dejara entrar a Jesús. Aunque valoré su celo por el testimonio cristiano, me preocupó su modo de abordaje. Si Jesús estaba esperando que lo dejara entrar en mi corazón para salvación, yo sabía que esa puerta nunca se abriría.
Este malentendido ha traído consecuencias terribles a la forma en que las personas perciben el llamado verdadero de Jesús a arrepentirse y creer. Habiendo reducido a Jesús de ser un Rey entronizado que hace Sus llamados a través de Sus embajadores de «honrad al Hijo para que no se enoje y perezcáis en el camino» (Sal 2:12), lo hemos convertido en un simple plebeyo de rodillas, esperando desesperadamente que lo aceptemos, como si fuera Él quien necesitara nuestra aprobación. De esta manera, hemos minimizado la necesidad de que la gente lo tome en serio. Si Jesús me ama y tiene un plan maravilloso para mi vida, como en general se afirma hoy con la súplica de invitar a Cristo a nuestros corazones, realmente no tiene mucha importancia si lo dejo entrar o no, ¿verdad?
La idea de un Jesús tocando a la puerta de nuestro corazón, típicamente se basa en Apocalipsis 3:20: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo». Este versículo no se refiere al estado del corazón de algún individuo, sino que es un llamado para que la iglesia en Laodicea se arrepienta por haberse apartado del evangelio del Reino, que Cristo le dio para que proclamaran.
Muchos eruditos entienden que la ciudad de Laodicea carecía de agua limpia y necesitaban canalizar agua desde las fuentes termales locales hasta la urbe. Cuando el agua llegaba a la ciudad, a menudo estaba contaminada, tibia e inútil. Jesús parece vincular el estado espiritual de la iglesia con la horrible experiencia de recibir agua tibia. Así como a veces vomitaban su propia agua potable, Jesús proclama que también los vomitaría, ya que sus obras eran inútiles para el Reino.
La iglesia nunca debe olvidar la razón de su existencia: para proclamar el ministerio de la reconciliación a un mundo perdido.
¿Cuál fue el problema en la iglesia de Laodicea? Jesús dice que la iglesia se consideraba a sí misma como rica, próspera y sin necesidad de nada. La gente allí ignoraba su pobreza espiritual y se negaba a darse cuenta de que eran «miserable[s] y digno[s] de lástima, y pobre[s], ciego[s] y desnudo[s]» (v. 17). La iglesia de Laodicea estaba disfrutando de su prosperidad y abandonando el evangelio. Su ministerio estaba lleno de orgullo y autoconfianza, sin depender de Jesús para la vida espiritual y el testimonio. Su mensaje comenzó a reflejar esta autonomía. El ministerio de reconciliación —el dar a conocer la vida, muerte y resurrección de Jesús— ya no era de primera importancia, sino que el enfoque estaba en sus planes, recursos e ideas humanos sobre lo que debería ser la iglesia. Su ministerio no estaba guiando a las personas a Jesús como el Salvador de los pecados, sino que se convirtió en un ministerio de autojustificación. Habían olvidado que Jesús vino a llamar al arrepentimiento, no a los justos, sino a los pecadores (Lc 5:32).
En este contexto, Jesús lanza una severa advertencia a la iglesia: «Yo estoy a la puerta y llamo». Este llamado es un llamado de disciplina y juicio sobre una iglesia que ha olvidado su misión. Cuando Jesús venga a la iglesia en Laodicea, ¿qué encontrará? Si la iglesia se niega a escucharlo, Él tirará la puerta como juicio. Pero, si la iglesia abre la puerta a Su llamado al arrepentimiento, Él entrará y cenará con ellos, y ellos disfrutarán de Su presencia.
Jesús en Apocalipsis 3:20 no está de rodillas a la puerta de nuestro corazón queriendo entrar. Si vamos a hacer alguna aplicación de este versículo a las personas, lo que tenemos es una advertencia para los que profesan fe en Cristo de que deben arrepentirse. para que no caiga sobre ellos una dura disciplina. Sin embargo, este versículo en su contexto, es un serio llamado a la iglesia como cuerpo para que se arrepienta por haber confiado en su prosperidad externa mientras abandona el único mensaje que trae vida a este mundo perdido. Negarse a arrepentirse traerá la disciplina de Jesús a la iglesia.
Cuando se abandona el mensaje de la vida, muerte y resurrección de Jesús por la confianza en nuestros propios recursos, entonces ya no funcionamos como una verdadera iglesia y corremos el riesgo de ser expulsados. Esta advertencia es tanto para la iglesia de hoy como lo fue para Laodicea en el primer siglo. ¿Nuestros proyectos de construcción y esfuerzos para ver la iglesia a crecer demuestran que estamos preocupados por ser testigos fieles del nombre de Jesús, o son simplemente apariencias para sentirnos mejor con nosotros mismos? Es esta preocupación la que impulsa a Jesús a llamar a la puerta de la iglesia en Apocalipsis 3:20. La iglesia nunca debe olvidar la razón de su existencia: para proclamar el ministerio de la reconciliación a un mundo perdido.