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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo VI
Uno de los pensadores cristianos menos conocidos pero más significativos de la antigüedad fue un laico del siglo VI llamado Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, o simplemente Boecio para abreviar. Fue hijo de una antigua familia senatorial y vivió entre el 480 y el 524, siendo cónsul (una posición política en gran parte ceremonial) en el 510 y luego magister officiorum en la corte ostrogoda de Rávena en el 522. Fue mientras desempeñaba esta última función que Boecio fue acusado de traición, encarcelado, juzgado y ejecutado. Todavía no está claro al día de hoy si fue realmente culpable de traición o, como parece ser más probable, fue simplemente víctima de la inestabilidad de la política imperial de ese momento. Más tarde fue canonizado por la Iglesia católica como San Severino Boecio.
Las contribuciones de Boecio a la civilización occidental en general y a la teología en particular son amplias y significativas. Ciertamente, él adaptó un número de obras del griego al latín, que probablemente incluían los Elementos de Euclides. Estas obras allanaron el camino para el llamado cuadrivio, o grupo de cuatro disciplinas académicas (música, aritmética, geometría y astronomía). El cuadrivio se combinó con el trivio (gramática, retórica y dialéctica), para formar las siete artes liberales (aunque debemos recordar que cada una de las disciplinas cubría en aquel entonces mucho más terreno que aquel con el que las asociaríamos típicamente hoy en día). Gracias a la influencia de Alcuino de York (c. 740-804) y al círculo intelectual que rodeaba a Carlomagno, las siete artes liberales se convirtieron en el fundamento de la educación superior occidental; por lo que, el trabajo de Boecio fue, a largo plazo, instrumental para moldear profundamente todo el concepto de la educación universitaria.
En adición a esta contribución pedagógica más general, Boecio también tradujo al latín numerosas obras de lógica del filósofo griego Aristóteles. Debido a la carencia general de conocimiento del idioma griego en la Europa occidental medieval, la obra de Boecio en esta área fue sumamente influyente, tanto en términos de proveer una de las únicas maneras para tener acceso al pensamiento de Aristóteles hasta el siglo XII, como también en los límites que impuso sobre tal acceso, trayendo como resultado que Aristóteles fuera primordialmente conocido como un logista y no como un metafísico. Asimismo, Boecio inadvertidamente contribuyó a preparar el camino para la gran crisis que ocurrió dentro del pensamiento cristiano en los siglos XII y XIII cuando de repente se descubrió que Aristóteles, el logista autoritativo, alegadamente se aferró a numerosas posiciones metafísicas (tales como la eternidad del mundo) que no fueron fáciles de acomodar dentro de un marco cristiano. Fue este problema el que dio origen a la gran obra de Tomás de Aquino.
Teológicamente, las grandes contribuciones de Boecio se encuentran en sus Cinco opúsculos teológicos (Opuscula sacra) y su mágnum opus, La consolación de la filosofía. El primer grupo de cinco pequeños tratados, la Opuscula sacra, cubre temas relacionados con las doctrinas de la Trinidad, la naturaleza de la fe católica y la encarnación. Los más importantes de estos son indudablemente los números 1-3, que tratan de la Trinidad. Dado que la obra de Boecio sobre la Trinidad sería un libro de texto estándar en la Edad Media, y que escribir un comentario sobre ella se convertiría en parte básica de la educación teológica, la importancia de su trabajo en esta área no puede ser sobrestimada.
Su contribución a este tema puede considerarse en dos aspectos. Primero, él opera dentro de un marco básico agustiniano, que asume la unidad sustancial de Dios desde el principio y luego trabaja desde esta base para explicar la triunidad en términos de relación. Como tal, su obra se sitúa dentro de una tradición occidental establecida que luego ayuda a reforzar. Segundo, él demuestra cómo el análisis lógico del lenguaje puede ser usado para explorar y explicar la doctrina cristiana, un punto que tuvo grandes implicaciones para el desarrollo del entrenamiento teológico en el Occidente. Lo que Boecio hace en sus tratados es ofrecer una defensa de la doctrina de la Trinidad donde asume la verdad de la posición nicena, y luego aplica la lógica a fin de demostrar cómo la teología trinitaria requiere de un análisis cuidadoso de cómo es usado el lenguaje y cómo las categorías lógicas aristotélicas pueden ayudar con esta tarea. Solo de esta manera, argumenta Boecio, podemos entender cómo el lenguaje de unidad y la multiplicidad puede ser aplicado a la Divinidad.
La obra magna de Boecio, La consolación de la filosofía, fue tanto el libro más popular después de la Biblia misma en la Europa Occidental en la Edad Media (se rumora que Alfredo el Grande hizo una traducción de este), como también uno de los más perturbadores. Escrito mientras Boecio esperaba su ejecución, hace la más básica de las preguntas: ¿por qué Dios permite que lo malo le suceda a la gente buena? Mientras languidecía en su celda, la Dama Filosofía aparece y le explica por qué un Dios omnisciente puede permitir el sufrimiento del inocente: aunque Dios sabe y ve todas las cosas en todo tiempo, pasado, presente y futuro, en un momento o acto puntual de Su ser, la posibilidad del mal es algo que Él debe permitir si los seres humanos han de tener alguna libertad significativa. El mal y el sufrimiento son, por así decirlo, el precio que vale la pena pagar por la libertad.
El hecho que sea la Dama Filosofía quien ofrezca esta explicación, y que el libro no contenga nada explícitamente cristiano, ha dejado perplejos a los lectores por generaciones: ¿cómo pudo el escritor cristiano de la Opuscula sacra haber escrito una obra sobre esta pregunta y no haber dado una solución explícitamente cristiana? Aunque es imposible responder a esto con certeza, ciertamente las generaciones posteriores pudieron construir sobre el argumento subyacente de Boecio en La consolación, que la filosofía era extremadamente útil como medio para adquirir conocimiento y alcanzar la visión de Dios. Aún más, el verdadero dilema que plantea la obra de Boecio es este: si Dios ya conoce el futuro, ¿cómo puede tener sentido el lenguaje sobre la libertad? Su respuesta puede que no haya sido explícitamente cristiana, pero la pregunta fue planteada de una manera dramática que sirvió para moldear las discusiones futuras sobre la relación entre el previo conocimiento y la libertad.
Boecio, entonces, es hoy un laico poco conocido. Aún así, en su breve carrera literaria, tradujo y fue autor de obras que tuvieron un impacto casi incalculable sobre la manera en que la gente pensó, estudió y argumentó por mil años.