Oculto a los sabios
18 abril, 2019Yo y el Padre somos uno
25 abril, 2019Córtate la mano, sácate el ojo
Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie “Las duras declaraciones de Jesús”, publicada por Tabletalk Magazine.
Las palabras duras no son palabras dañinas, cuando vienen de Jesús. Es importante mantener esto en mente cuando leemos lo siguiente:
Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego. (Mt 18:8–9)
Aquí, Jesús nos llama a la santidad personal, por costosa y dolorosa que sea, como Su ruta para nosotros “entrar en la vida”.
El Evangelio produce gente moralmente decisiva que tiene hambre y sed de justicia.
El Señor no nos está diciendo literalmente que nos mutilemos. Después de todo, el apóstol Pablo condenó “la humillación… y el trato severo del cuerpo” (Col 2:23). Pero el punto principal de nuestro Señor es este: debemos decidir que, sin importar cual sea el costo personal, seguiremos el supremo llamamiento de Dios en Cristo (Fil 3:14). Así es, el Señor está obrando en nosotros lo que es agradable delante de Él (Heb 13:21). Estamos confiando en Su mérito y poder. Pero no somos pasivos en nuestra santificación. Nuestra parte consiste en oponernos a nuestros pecados con una disciplina estricta; y no es opcional. Nuestro Señor nos dice: “Cueste lo que cueste, libérate, sígueme y entra en la vida. La única alternativa es el infierno”.
El Evangelio produce gente moralmente decisiva que tiene hambre y sed de justicia, deseos que Dios promete satisfacer (Mt 5:6). “La gracia de Dios se ha manifestado… enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente” (Tit 2:11-12). “Buscad… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb 12:14). “Disciplino mi cuerpo… para que haga lo que debe hacer” (1 Co 9:27 NTV).
¿Sería una buena noticia si Jesús dijera “No importa cómo se manifiestan tus peores impulsos, no hablaremos de eso. De lo único que quiero hablar es de lo mucho que te acepto”? ¿Podríamos confiar en un Salvador así? El Jesús verdadero nos ama lo suficiente como para libremente aceptarnos y confrontarnos con honestidad.
Persigamos la santidad, rigurosamente. Por Su gracia y para Su gloria, entraremos en la vida que es verdaderamente vida para siempre.