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23 abril, 2019Oculto a los sabios

Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie «Las duras declaraciones de Jesús», publicada por Tabletalk Magazine.
Si nos sentamos en nuestra silla y contemplamos honestamente el alcance o influencia de la iglesia, terminamos algo desconcertados. Es claro que la agenda de Dios en y a través de la iglesia es exhibir Su infinita sabiduría: «A fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestiales» (Ef 3:10). Al mismo tiempo, hay muchas personas con impresionante influencia y habilidad que no son creyentes. ¿Alguna vez te has preguntado por qué Dios ha escogido pasar por alto a unos con tanto «potencial» para darle vida nueva a otros?
Dios no necesita la sabiduría o el poder de los hombres para lucir bien.
Esto no desconcertó a Jesús. De hecho, fue una oportunidad para Él alabar en gran manera a Su Padre por tal demostración de sabiduría:
En aquel tiempo, hablando Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado (Mt 11:25–26).
En esta sección de Mateo, Jesús nos permite asomarnos a Su clóset de oración para escuchar este hermoso diálogo intratrinitario. Y al hacerlo, escuchamos a Jesús darle gracias a Su Padre por la sabiduría de lo que ha decretado ocultar y revelar. Él ha ocultado cosas a los sabios y se las ha revelado a los niños.
Las «cosas» que son ocultas o reveladas son el contenido de las enseñanzas de Jesús. Recordemos que Él acababa de desatar una fuerte crítica a los líderes religiosos. Estos eran la gente sabia, estudiada y respetada de ese tiempo. El punto de apoyo para este juicio fue lo que ellos hicieron con Su enseñanza. Ellos lo rechazaron a Él y mostraron así su necedad. Por otro lado, Jesús está rodeado de Sus discípulos. Estos mismos discípulos probablemente serían etiquetados como marginados religiosos por las prestigiosas élites culturales. En un marcado contraste, los discípulos son los bebés, aquellos que reciben humildemente Su enseñanza como un niño.
Jesús está alabando a Dios por Su sabiduría tal como es visualizada en esta misma escena. Dios no necesita la sabiduría o el poder de los hombres para lucir bien. Él mostrará Su sabiduría en la aparente necedad del mensaje y la manifestación de Su gracia (1 Co 1:18-31). Por supuesto, esto no significa que es imposible que las personas inteligentes se conviertan. A través de la historia de la iglesia, Dios ha escogido mostrar Su gracia al salvar a toda clase de personas. Sin embargo, cuando Dios salva a alguien, nunca es por su sabiduría o sus logros, sino más bien por su fe simple, como la de un niño, en la verdad del Evangelio.