En Cristo
5 mayo, 2022Bernardo de Claraval y el misticismo
7 mayo, 2022Cristo, nuestra justicia
Nota del editor: Este es el decimotercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Lo que realmente dijo N.T. Wright
«Saber que uno ha muerto y ha resucitado es mucho, mucho más significativo pastoralmente que saber que uno ha cumplido, vicariamente, la Torá».—N.T. Wright, La justificación: Justification: God’s Plan and Paul’s Vision [Justificación: El plan de Dios y la visión de Pablo], p. 233.
Hay al menos tres problemas con la afirmación de N.T. Wright de que imputar la justicia de Dios a un acusado es un eN.T. Wright, en su defensa de una «nueva perspectiva» sobre Pablo y su enseñanza, aboga especialmente que la «justificación» debe relacionarse con la pregunta «¿Quién pertenece al pacto de Dios con el mundo?» en lugar de «¿Cómo puede uno ser salvo?». La respuesta de Wright a la pregunta es «tanto los judíos como los gentiles, que creen en Jesús el Mesías». Esta postura se discute ampliamente en el presente número de Tabletalk. El tema de nuestro ensayo es considerar cómo la obediencia perfecta de Cristo a la ley mosaica se aplica a aquellos que creen en Él. La respuesta a esta pregunta, según la interpretación reformada de la Escritura, es que «la obediencia activa de Cristo se imputa a los creyentes justificados como su cobertura positiva en el juicio final». La Confesión de Fe de Westminster afirma: «A quienes Dios llama… los justifica gratuitamente… y acepta sus personas como justas… [y] les imputa la obediencia y satisfacción de Cristo» (11:1).
En primer lugar, esta posición se articula de forma enfática en Romanos 4:3-24. El eje de este pasaje es la palabra logizomai, acreditar, incluir en la contabilidad de alguien. Esta palabra se utiliza diez veces en este contexto en Romanos y se utiliza en varios lugares de forma similar, como en el Salmo 106:31, Gálatas 3:6 y Santiago 2:23.
Lo que se acredita no son las buenas obras del creyente en obediencia a la ley de Dios (vv. 9-11). Ni siquiera su fe es meritoria, sino que uno es justificado por la gracia mediante la redención que vino por Jesucristo (3:24).
El efecto de la justificación es que nadie puede presumir de ser mejor que los demás, sino que cada uno debe admitir que, no siendo más digno de la elección divina, fue salvado solo por la gracia de Dios (Ef 2:5, 9).
En segundo lugar, el hecho de que la salvación es una bendición aprehendida aquí y ahora, y no una mera esperanza que se realizará en algún momento en el futuro, está muy claro en la Escritura (ver Jn 5:24; Rom 8:1; Ef 2:5, 8; 1 Jn 3:14).
Esta seguridad de la salvación futura no podría tenerse sobre la base de la perfección en personas que no han alcanzado realmente la perfección, sino que libremente se la apropian aquellos a los que se ha aplicado la imputación de la perfección de Cristo.
En tercer lugar, el profeta lo dejó claro en Zacarías 3:1-5. El hecho de quitarse las ropas sucias es una metáfora de la expiación divina por los pecados; el hecho de ponerse las ropas de gala representa la imputación de la obediencia perfecta de Cristo. Pero si no se produjera la imputación de la justicia, Josué habría tenido que presentarse desnudo ante Dios. El mismo concepto se encuentra en la parábola del banquete de bodas (Mt 22:11-13).
Normalmente, hay tres objeciones que se plantean contra esta interpretación de la imputación:
«SI DIOS ANULA TANTO LA INIQUIDAD COMO LA OBEDIENCIA INSUFICIENTE DE SU PUEBLO, ESTO ANULA LA RESPONSABILIDAD PERSONAL».
Respuesta: No, pues la responsabilidad sigue siendo y será la base del juicio final (Ez 18:4, 25-29; 33:17-20), pero hay algunos elementos de responsabilidad corporativa, especialmente en la unidad del pacto, donde la cabeza del pacto puede absorber el castigo debido a algunos miembros (Is 53:5-6, 11-12) y cubrir con Su justicia a aquellos a quienes representa. Esta sustitución tiene un doble impacto: el perdón de nuestros pecados pasados y la imputación de la justicia de Cristo.
«SI LOS CRISTIANOS SON VISTOS POR DIOS COMO CUBIERTOS CON LA JUSTICIA DE CRISTO, SE LES ESTÁ DICIENDO QUE NO IMPORTAN LOS PECADOS QUE PUEDAN COMETER».
Respuesta: Esta objeción, ya planteada en tiempos de Pablo (Rom 6:1, 15; 1 Co 15:32-33), es una parodia de la justificación. Una postura que pretende conseguir la impunidad y olvidar que nuestro Salvador sufrió y murió por nuestros pecados es lo contrario de lo que Dios enseña en todas partes. Si alguien afirma que la fe en Cristo abre la puerta a pecar, es evidente que esta no es una fe viva, sino muerta.
Así, Pablo y Santiago (2:14-18) coinciden en su visión de la justificación de la siguiente manera:
Pablo: La fe que valida las obras muertas está muerta en sí misma.
Santiago: La fe que no va acompañada de una renovación de la obediencia a Dios también está muerta.
Ambos enseñan que la salvación se aprehende mediante una fe que produce buenas obras.
N.T. WRIGHT AFIRMA QUE PABLO NO SE OCUPA DE LA PREGUNTA «¿CÓMO PUEDO SER SALVO?», SINO SIMPLEMENTE DE LA PREGUNTA «¿PUEDE LA IGLESIA ACEPTAR ENTRE SUS MIEMBROS A PERSONAS QUE NO HAN ACEPTADO LA CIRCUNCISIÓN COMO NECESARIA?».
Respuesta: Es cierto que se pueden citar muchos pasajes de Pablo en respuesta a esta pregunta, pero la iglesia en general estableció esta respuesta tan temprano como en el año 50 d. C. en el concilio en Jerusalén, que dio una respuesta definitiva mucho antes de que Pablo escribiera Gálatas o Romanos. Es inconcebible que Pablo escribiera un tratado tan largo como el de Romanos después de que el asunto fuera resuelto sin utilizar la respuesta de la iglesia que él mismo había solicitado (Hch 15).
El ministerio evangélico, con su debido énfasis en la justificación y la imputación de la justicia de Cristo al pecador arrepentido y creyente, no necesita una nueva perspectiva, sino una renovación de la predicación llena del Espíritu.