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Nota del editor: Este es el capítulo 13 de 25 en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Preguntas claves sobre la oración.

La postura no es algo que comentamos muy a menudo. De hecho, hablar sobre la postura —cómo posicionar el cuerpo cuando estamos en ciertos lugares para lograr ciertos propósitos— puede sonar absurdo hoy en día. En una sociedad que valora la libertad de expresión y el deshacerse de las ataduras de los modales antiguos, incluyendo las tradiciones, las prácticas y los valores bíblicos, ser intencional con nuestra postura no es una gran prioridad. Sin embargo, los discípulos de Jesucristo comprenden la importancia y el gran privilegio de venir ante nuestro santo y justo Dios en oración. Por lo tanto, al comunicarnos con nuestro Señor, debemos considerar cómo nuestra postura afecta nuestras oraciones.
Por Su gracia y misericordia, Dios inclina nuestros corazones para que crezcamos en amor, devoción e intimidad con Él mientras somos santificados por Su Palabra y por Su Espíritu.
En Occidente, el hombre típicamente se arrodilla al proponerle matrimonio a su futura esposa. Esta postura, por lo general, muestra la devoción, el amor y el deseo del hombre de servir a su futura esposa, la cual merece honor y respeto. Estar de rodillas también demuestra sumisión y vulnerabilidad. La capacidad de uno ver y moverse es muy limitada en esa posición. Este ejemplo nos ayuda a entender el significado de nuestra postura al orar.
Estar de rodillas es común para los que oran. Al igual que un hombre que está proponiendo matrimonio, el que está arrodillado en oración asume una posición baja y humilde, mostrando dependencia, devoción y honor al Señor. Vemos a nuestro Señor y Salvador Jesucristo demostrando Su dependencia al arrodillarse para orar en el jardín de Getsemaní (Lc 22:40-41). Pablo, luego de contarle a sus amigos sobre su partida, se arrodilló con los ancianos para orar (Hch 20:36). Pedro, antes de ordenarle a Tabita que se levantase de los muertos, se arrodilló y oró (9:40). Tanto al arrodillarse como al doblegarse, el cuerpo se encorva, limitando las distracciones, mostrando honor y trayendo a la memoria nuestra total dependencia del Señor.
Sentarse, ponerse de pie y levantar las manos en oración son otras posturas que encontramos en la Biblia. David se sienta ante el Señor en oración (2 Sam 7:18), Salomón se pone de pie y extiende sus manos en oración (1 Re 8:22), y Pablo exhorta a Timoteo y a otros a orar levantando manos santas (1 Tim 2:8). Durante el transcurso de un día normal, lo más común es que nos encontremos sentados o de pie. Tal vez estás sentado en una mesa, en un carro o en un escritorio. Quizás te gusta caminar, correr o hacer ejercicios. Cualquiera que sea el caso, es bueno, correcto y apropiado orar al Señor en estas distintas posturas. Las instrucciones de Pablo a orar en todo tiempo y sin cesar probablemente incluían el estar sentado y de pie, así como otras posiciones (Ef 6:18; 1 Tes 5:16-18).
De todos modos, lo más importante no es la postura externa del cuerpo, sino la postura interna del corazón; nuestros corazones deben expresar quebrantamiento, contrición, humildad y dependencia. Por Su gracia y misericordia, Dios inclina nuestros corazones para que crezcamos en amor, devoción e intimidad con Él mientras somos santificados por Su Palabra y por Su Espíritu. Comunicarse con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo es un privilegio indescriptible. Que nuestra postura, tanto la interna como la externa, demuestre nuestra sincera devoción y gratitud al Señor.