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Nota del editor: Este es el segundo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Palabras y frases bíblicas mal entendidas
Dios «nos ha levantado un cuerno de salvación» (Lc 1:69). Así fue cómo Zacarías, sacerdote anciano y padre de Juan el Bautista, anunció el nacimiento inminente de Cristo. Pero ¿de qué manera nos informa su simbolismo de un «cuerno» sobre el advenimiento de Cristo y Su obra? ¿De dónde surge esta metáfora y qué nos enseña sobre nuestro Salvador y nuestra salvación?
David alabó a Dios como «el cuerno de [su] salvación» (Sal 18:2, LBLA), y por años Cristo había sido anunciado como el «cuerno» que sería levantado (1 S 2:10; Sal 132:17, RVA). Muchos creen que la imagen de un cuerno representa la fuerza y el dominio de un animal poderoso, y que esto simboliza la eficacia de la obra de Dios por medio de Cristo. Un cuerno también podría interpretarse como una imagen de exaltación, en la que «levantar el cuerno» representa la victoria de la gracia de Dios y la exaltación de Su pueblo (1 S 2:1; Sal 75:10, RVA). Aunque este simbolismo de fortaleza y exaltación es indudablemente bíblico, no explica completamente cómo un cuerno es una imagen de la salvación misma, llevada a cabo por un Salvador que vino como un cordero dócil y no como un ciervo imponente.
La palabra traducida como «cuerno» (qeren en hebreo) se utiliza principalmente en el Antiguo Testamento para referirse no a los animales sino a los altares del tabernáculo y el templo. Por ejemplo, los «cuernos» son una característica distintiva del altar del incienso (Éx 30:2-3). Es probable que estos cuernos fueran unos salientes ascendentes en las cuatro esquinas del altar. Dios ordenó que el sumo sacerdote hiciera «expiación sobre los cuernos del altar una vez al año» (Éx 30:10), algo que ocurría en el día de la expiación, cuando se ponía la sangre de un novillo y un macho cabrío «en los cuernos del altar por todos los lados» (Lv 16:18). Del mismo modo, la ofrenda por el pecado requería que se derramara la sangre de un novillo «sobre los cuernos del altar» (Lv 4:7). Era la sangre de novillos y machos cabríos la que simbolizaba la expiación, pero era en los cuernos del altar donde se simbolizaba la expiación con sangre.
En el servicio sacerdotal y en la vida de adoración de Israel, los cuernos del altar estaban asociados indeleblemente a la provisión de expiación mediante el derramamiento de sangre. Ocupaban un lugar importante en el simbolismo ritual del perdón de Dios que se cumpliría en Cristo. Es posible que esta conexión entre los cuernos del altar y la expiación del pecado sea la razón por la que varios personajes del Antiguo Testamento, cuando temían ser asesinados, se aferraban a los cuernos del altar. Hacer esto era implorar misericordia.
A la luz de este trasfondo, la asociación de los cuernos a la provisión de expiación habría sido natural para el sacerdote Zacarías. Por tanto, parece significativo que cuando Gabriel se le apareció a Zacarías, el ángel estaba de pie junto al altar del incienso, justo al lado de esos «cuernos» donde la obra de Cristo había sido simbolizada durante siglos (Lc 1:11). Zacarías quedó mudo durante un tiempo después de este encuentro, pero cuando por fin se le soltó la lengua, profetizó el nacimiento de Cristo y lo llamó «cuerno de salvación» para nosotros (Lc 1:69). En este Cuerno se derramaría una vez y para siempre la sangre de la expiación por nuestros pecados.
La sangre rociada sobre los cuernos del altar año tras año no podía lograr la salvación que simbolizaba (He 10:1-4). Cada elemento del santuario terrenal anunciaba la venida de Cristo, el gran Sumo Sacerdote cuyo sacrificio de Sí mismo expiaría completa y eternamente los pecados de Su pueblo (9:23-28). Ahora podemos regocijarnos y dar gracias porque se ha levantado un «cuerno de salvación» en lugar de los cuernos del antiguo altar. Este Cuerno fue ensangrentado una sola vez, pero con la única sangre que puede limpiarnos de todo pecado (1 Jn 1:7).
Aferrarse a los cuernos del altar puede haber sido una forma antigua de implorar misericordia, pero no era ninguna garantía. Tanto Adonías como Joab lo hicieron y aun así sufrieron la retribución por sus pecados (1 R 1:50-53; 2:25, 28-34). Sin embargo, Dios ha provisto a todo Su pueblo un cuerno de salvación verdadero y eterno en Jesucristo. Aferrarse solo a Él por la fe sola es encontrar la paz con Dios y el perdón de nuestros pecados.