Un vistazo al siglo XIX
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La vida cristiana sería mucho más fácil si el cristianismo fuera más inclusivo. Piensa en todas las cosas en las que podríamos creer y en todas las opciones intelectuales que tuviéramos a nuestra disposición en el vasto mercado de las ideas. ¿Que las verdades sean objetivas? Eso no importaría; podríamos dar rienda suelta a las interpretaciones subjetivas. ¿No somos los humanos una especie biológica más que evolucionó gradualmente a partir del patrón cíclico de la madre naturaleza? Y si nadie sale perjudicado, ¿por qué el género no puede ser tan fluido como una construcción social y el sexo una preferencia como una selección del menú de un restaurante?
Cuando las cosas importan, surge el conflicto, y en el cristianismo las cosas importan. La verdad objetiva importa, el estatus especial de la humanidad como portadora de la imagen de Dios importa, y el papel central del matrimonio y la familia son importantes para Dios. Y si le importa a Dios, debería importarnos a nosotros.
A lo largo de la historia, Dios ha puesto a Su pueblo en oposición a las culturas circundantes y sus ideas. Los cristianos han visto ataques provenientes de las ciencias naturales, las artes y el entretenimiento, la sociología, la psicología, la filosofía y casi cualquier otro dominio del conocimiento. Las personas que han dedicado su vida a especializarse en estas disciplinas a veces pueden presentar argumentos complejos y detallados contra el cristianismo. Por lo tanto, puede parecer que los cristianos tendrían que ser omniscientes para defenderse.
Aunque no podemos saberlo todo, tenemos a Alguien omnisciente de nuestro lado y Él no nos ha mantenido en la oscuridad intelectual. Él ha hablado. Aquel que satisface las necesidades diarias de Sus hijos también satisface las necesidades epistemológicas (de conocimiento) de Sus hijos.
Con demasiada frecuencia, los cristianos sufren amnesia teológica cuando abren sus Biblias. Olvidamos que estamos leyendo palabras que han sido orquestadas y dispuestas por un Dios omnisciente, omnipotente, soberano, bueno y omnipresente. Nada puede tomar a Dios por sorpresa. Él estaba allí cuando se escribió cada palabra, autorizando y asegurando divinamente la Palabra que ahora leemos. Y Él está ahora allí, en control soberano, omnipotente sobre la historia, con Su novia la iglesia después de que esa Palabra fue completada.
Cuando el cristianismo se enfrenta a un ataque, ya sea contra creyentes individuales o contra el cristianismo en su conjunto, es crucial que recordemos el carácter de Dios y Su testimonio en la Escritura. Él se ha señalado a Sí mismo como el origen del universo. Nos ha dicho que los seres humanos están hechos a Su imagen y semejanza y que eso nos diferencia de todo lo demás en la creación. Nos ha dicho que existe el bien y el mal. Nos ha contado muchas cosas sobre Su creación y sobre cómo funciona el mundo.
Así que no debería sorprendernos cuando los que están fuera de la Iglesia (o incluso dentro de ella) observan el mundo y llegan a creencias contradictorias sobre sus orígenes, el estatus y el rol de los humanos, lo que está bien y lo que está mal, etc. Dios nos dice en 1 Pedro 3:15-16:
… sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia, teniendo buena conciencia, para que en aquello en que son calumniados, sean avergonzados los que hablan mal de la buena conducta de ustedes en Cristo.
En este pasaje, Pedro nos da principios para vivir cuando nuestras creencias cristianas entran en conflicto con la cultura circundante. ¿Cuándo debemos estar preparados para defendernos? Siempre. Y al hacerlo, nos defendemos a nosotros mismos (y a nuestro Dios) con amabilidad y respeto. Nuestro comportamiento fluye naturalmente del honor que damos a Cristo cuando nosotros (y Él) somos calumniados.
Lo que Pedro da como un principio, Pablo lo pone en práctica. En Hechos 17, Pablo se encontró entre una compañía teológica mixta de judíos y griegos. La forma en que defendió su fe es digna de mención. En Tesalónica, Pablo razonó con ellos a partir de las Escrituras. En Berea, fueron los bereanos quienes comprobaron si lo que Pablo decía era cierto. Pero en Atenas, vemos más de cerca el modelo de defensa de Pablo.
Al interactuar con la gente de Atenas, se enfrenta a judíos y griegos, razonando con ambos al predicar a Cristo y Su resurrección (v. 18). Pablo vincula la razón con verdades como la resurrección de Cristo, verdades que algunos han tomado erróneamente como fuentes de vergüenza para los cristianos de entonces y de ahora. Pero también demuestra un profundo conocimiento de la cultura y creencias de ellos. Creen en un dios, pero no en el Dios verdadero. El Dios verdadero creó el mundo, creó a Adán y a todos los que vinieron después de él, y llama a todos a arrepentirse antes de que el Cristo resucitado vuelva en el día del juicio (v. 31). El método de Pablo consiste en narrar la historia de la creación, la caída, la redención y la consumación, y lo hace teniendo en cuenta la cultura a la que se dirige. Conoce la filosofía y el arte atenienses. Pablo modela ese equilibrio delicado entre ser inflexible en la defensa teológica y, al mismo tiempo, conocer la cultura y las creencias de quienes le desafían.
La vida cristiana en esta tierra no es (ni debe ser) una vida de facilidad intelectual. Dios ha tenido a bien rodear a Su iglesia de un aluvión interminable de desafíos procedentes de todas las disciplinas académicas. Pero Dios no solo ejerce un control soberano sobre cada desafío, sino que también nos ha proporcionado generosamente las herramientas para responder a esos desafíos. Aunque nos veamos obligados a decir «no sé» cuando nos enfrentemos a gigantes intelectuales, la confianza en nuestro Salvador omnisciente debería mantener siempre fuerte nuestra fe. Conocer a la persona contraria y a la cultura tanto como podamos no es solo una táctica persuasiva útil, sino que nuestra defensa del cristianismo sirve a quienes ni siquiera saben que la necesitan desesperadamente. Y una defensa adecuada en última instancia sirve a Aquel que creó tanto al desafiado como al desafiador.