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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Doctrinas mal entendidas
Como pastor presbiteriano, a menudo me preguntan por qué creo en el bautismo de infantes. La frecuencia con que lo hacen me dice que hay muchos malentendidos en torno a esta doctrina. Una de las razones de este desconocimiento es que muchos miembros de iglesias paidobautistas no han sido capaces de ofrecer una buena justificación bíblica de lo que creen. Eso puede deberse a que las iglesias paidobautistas no están preparando adecuadamente a sus miembros para hacerlo o simplemente a que el bautismo no es una doctrina que define a los paidobautistas de la misma manera en que sí define a muchos otros grupos. Por ejemplo, nuestros hermanos bautistas se diferencian de la mayoría de las otras tradiciones cristianas por su postura sobre el bautismo, lo que significa que el miembro promedio de sus iglesias a menudo recibe una enseñanza más cabal sobre esta doctrina que la que recibirán nuestros miembros.
Otra de las razones por las que la gente malentiende el paidobautismo es porque tiene nociones erradas sobre la teología del pacto que lo subyace. Hace poco dicté una clase sobre el bautismo en un seminario. En ella, les pedí a mis alumnos que leyeran un artículo escrito por un hermano bautista sobre los motivos por los que él creía que el paidobautismo no es bíblico. Lo que más me sorprendió del artículo de ese hermano fue la frecuencia con que malinterpretaba la teología del pacto y sus implicaciones para el bautismo. Antes de poder avanzar juntos en esta doctrina, debemos corregir estos malentendidos con tanta claridad y gracia como nos sea posible. Es en ese espíritu que presento el resto de este artículo.
Habiendo dicho eso, lo primero que quiero señalar es que la postura paidobautista acepta prácticamente todo lo planteado por la postura credobautista sobre los sujetos del bautismo. Afirmamos de todo corazón que el bautismo es legítimamente administrado a los adultos (que no han sido bautizados antes) cuando profesan su fe en Cristo. Por tanto, el término paidobautista es algo desacertado. No solo bautizamos niños pequeños; bautizamos tanto a los creyentes profesantes como a sus hijos pequeños, y, en este sentido, somos credobautistas y paidobautistas a la vez. Lo único que nos distingue de nuestros hermanos credobautistas es la palabra solo. Los credobautistas solo bautizan a los creyentes profesantes, mientras que nosotros bautizamos a los creyentes profesantes y a sus hijos.
Menciono esto para indicar que no basta con señalar los ejemplos de bautismos de creyentes profesantes en el Nuevo Testamento para demostrar la postura credobautista. Los paidobautistas también reconocemos el bautismo de los creyentes profesantes. Nuestros hermanos credobautistas deben demostrar que la Biblia enseña que solo los creyentes profesantes, y nadie más que ellos, deben ser bautizados.
El pacto abrahámico no era un pacto físico o temporal establecido con los descendientes biológicos de Abraham. Era un pacto espiritual establecido con los descendientes espirituales de Abraham.
Lo segundo que quiero decir es que Génesis 17 señala explícitamente que Dios ordenó que la señal externa de Su pacto (la circuncisión) fuera aplicada en los hijos infantes al octavo día de vida. Debido a esto, todo lo que necesitamos demostrar es que el pacto abrahámico es sustancialmente el mismo que el nuevo pacto y que la teología de la circuncisión refleja la teología del bautismo para validar que los hijos de los creyentes reciben la señal pactual bajo el nuevo pacto como obviamente ocurría bajo el pacto abrahámico.
Pasajes como Romanos 2:28-29 y 4:11, además de Deuteronomio 30:6 y Jeremías 9:25-26 (entre otros), indican que Dios nunca pretendió que la circuncisión fuera un distintivo de identidad étnica, sino una señal externa que apuntara a una realidad espiritual interna (la circuncisión del corazón). Apuntaba a lo que ya había ocurrido en el interior ―como en el caso de Abraham, que creyó y luego fue circuncidado― o a lo que se esperaba que ocurriera en el futuro,como en el caso de la mayoría de los judíos, que eran circuncidados a su octavo día de vida en la esperanza de que siguieran los pasos de la fe de Abraham cuando crecieran (Rom 4:12). Colosenses 2:11-12 muestra explícitamente la conexión teológica entre la circuncisión y el bautismo al aplicar al cristiano tanto la circuncisión espiritual (del corazón) como el bautismo espiritual (del Espíritu Santo). Si la circuncisión interna y el bautismo interno están ligados, entonces ciertamente sus señales externas (es decir, la circuncisión física y el bautismo con agua) también lo están.
Además, Gálatas 3:16 y Romanos 4:11-12 nos enseñan que el pacto abrahámico es esencialmente el mismo que el nuevo pacto. Gálatas 3:16 indica que Cristo es la descendencia de Abraham, lo que significa que solo los que están «en Cristo» son hijos de Abraham, vivan en el Antiguo o en el Nuevo Testamento (ver Gal 3:7, 14, 29). Romanos 4:11-12 confirma esta verdad cuando dice que Abraham es el padre de todo creyente gentil (incircunciso) y el padre de todo judío circuncidado que sigue «en los pasos de la fe que tenía nuestro padre Abraham cuando era incircunciso». Esta fe, como nos dice Juan 8:56, es una fe que ve a Cristo. Es una fe que ve el cielo y sus realidades y bendiciones espirituales en vez de una tierra prometida mundanal y sus realidades y bendiciones temporales (Heb 11:10, 16).
Por lo tanto, el pacto abrahámico no era un pacto físico o temporal establecido con los descendientes biológicos de Abraham. Era un pacto espiritual establecido con los descendientes espirituales de Abraham. Era un pacto sustancialmente igual al nuevo pacto. Cristo, la descendencia de Abraham, garantiza que es así. Además, la circuncisión no era una señal de identidad étnica, sino una que llamaba a los descendientes biológicos de Abraham a transformarse en sus descendientes espirituales siguiéndolo en la misma fe que él tuvo.
A la luz de todas estas realidades, no debería sorprendernos que el Nuevo Testamento hable de bautismos «de casas». La continuidad entre los pactos ―y entre las señales de los pactos― indica que eso es exactamente lo que deberíamos esperar. Desde Génesis 17, el pueblo de Dios había estado practicando circuncisiones «de casas», poniendo la señal externa del pacto interno de Dios en los creyentes profesantes adultos (que no la habían recibido antes) y en sus hijos. Ciertamente, esperaríamos encontrar alguna mención en el Nuevo Testamento si, luego de miles de años de incluir a los niños en la comunidad del pacto como receptores de la señal del pacto, las cosas debieran cambiar tan radicalmente en la era del nuevo pacto. ¿De verdad tenemos que creer que ahora los niños han sido arrancados de la comunidad del pacto y que por eso el antiguo pacto era mayor y más inclusivo que el nuevo? ¿Cuál es el fundamento para decir eso? Es contrario al principio de expansión que vemos en operación en todas partes cuando pasamos del Antiguo al Nuevo Testamento. El paidobautismo no solo es consistente con la continuidad que vemos entre los pactos y entre las señales de los pactos, sino que también es consistente con este principio de expansión, pues aplica la señal del pacto tanto sobre hombres y mujeres como sobre sus hijos e hijas.