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Nota del editor: Este es el segundo capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XIII
Los católicos romanos más tradicionales han considerado al siglo XIII como la edad de oro de la civilización católica romana. Indudablemente, ese siglo fue testigo de cómo el papado alcanzó la cúspide de su poder sobre la política y la cultura de Europa occidental.
EL REINADO DEL PAPA INOCENCIO III
El papa que presidió durante este «ápice» católico fue Inocencio III, quien fue obispo de Roma desde 1198 a 1216. El nombre con que fue bautizado era Lothario Conti. Nacido en 1160, Conti procedía de una de las familias aristócratas más antiguas de Roma. Tras estudiar teología y derecho en Roma, Bolonia y París, fue profesor en la escuela de derecho de Bolonia. En 1190, su carrera tomó un giro más eclesiástico cuando fue nombrado cardenal diácono de Roma. Luego, en 1198, a la corta edad de treinta y siete años, fue elegido papa por unanimidad, tomando el nombre de Inocencio III. Demostró ser un líder eclesiástico habilidoso, astuto y previsor, paciente y decidido, un maestro a la hora de usar incluso las circunstancias adversas para su propio beneficio.
Inocencio implementó un paquete importante de reformas eclesiásticas. Muchas de ellas se enfocaban en centrar las estructuras de la iglesia en torno al papado. Por ejemplo, Inocencio incrementó el sistema de legados (embajadores) papales. Los legados eran funcionarios que habían sido nombrados personalmente por el papa y eran responsables ante él. Su función era supervisar los asuntos eclesiásticos en diferentes regiones con el fin de asegurar que los obispos ejecutaran las políticas papales. Inocencio también consolidó el derecho papal de nombrar obispos en casos conflictivos. Un hecho célebre es que ejerció ese derecho en Inglaterra, donde obligó al rey Juan a aceptar al candidato papal Stephen Langton como arzobispo de Canterbury (en el proceso, la monarquía inglesa fue humillada miserablemente). En 1199, Inocencio decretó el primer impuesto general sobre la renta del clero, que debía pagarse a Roma.
EL CUARTO CONCILIO DE LETRÁN Y LA TRANSUBSTANCIACIÓN
Las actividades reformadoras de Inocencio tuvieron su broche final en el Cuarto Concilio de Letrán de 1215. El concilio promulgó amplias reformas relacionadas con la conducta moral del clero, la importancia de la predicación y cuestiones de disciplina eclesiástica. Por ejemplo, determinó que todos los cristianos deben confesar sus pecados ante su sacerdote al menos una vez al año y recibir la misa por lo menos una vez al año durante la Pascua.
El decreto más importante del concilio tenía que ver con la teología de la misa. Por primera vez, se definió oficialmente la doctrina de la transubstanciación. La definición dice:
En efecto, existe una sola iglesia universal de los fieles. Fuera de esta iglesia, nadie se salva. Dentro de esta iglesia, el mismo Sacerdote, Jesucristo, también es el sacrificio. Su cuerpo y Su sangre están contenidos genuinamente en el sacramento del altar, bajo las apariencias externas del pan y del vino. Por el poder de Dios, el pan se transubstancia en el cuerpo de Cristo, y el vino, en Su sangre. Así, nosotros recibimos de Él lo que Él recibió de nosotros [es decir, la carne y la sangre que Cristo recibió de nosotros en la encarnación]. De este modo, se concreta el misterio de la unidad [entre Cristo y la iglesia]. Nadie puede realizar este sacramento sino el sacerdote que ha sido debidamente ordenado según el poder de las llaves de la iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los apóstoles y a sus sucesores.
La palabra transubstanciación (cambio de sustancia) ya había sido utilizada antes de 1215 por hombres como Hildebert de Tours (mto. 1134), pero el Cuarto Concilio de Letrán le dio a esa palabra y al concepto asociado a ella el estatus de doctrina ortodoxa oficial de la Iglesia católica romana.
ANTIJUDAÍSMO
El concilio también condenó las enseñanzas de movimientos disidentes como los valdenses y los cátaros (ver más abajo). Además, exigió que los judíos que no aceptaban el cristianismo usaran atuendos distintos y vivieran en zonas especiales para los judíos en los pueblos y las ciudades, segregados de la población cristiana. Este decreto refleja el creciente antijudaísmo que caracterizó a la sociedad occidental durante el resto de la Edad Media. Esta actitud condujo a la expulsión de todos los judíos de Inglaterra en 1209, de Francia en 1306, y nuevamente, de forma más efectiva, de Francia en 1394. Hubo una masacre general de judíos en España en 1391, y la monarquía española los expulsó oficialmente en 1492. Los portugueses los expulsaron en 1496. Los judíos no fueron expulsados de Alemania debido a que allí no había un gobierno central, pero probablemente allí el odio popular hacia los judíos era más fuerte que en ningún otro lugar. Por ejemplo, en 1349 una turba cristiana de Estrasburgo (que entonces estaba en Alemania, pero hoy está en Francia) acorraló hacia el cementerio local a toda la población judía de la ciudad, unas dos mil personas, y mataron a todos los que se negaron a abrazar el cristianismo.
Esta hostilidad popular de los cristianos hacia los judíos no bautizados se vio exacerbada por los rumores de que los judíos secuestraban y asesinaban bebés cristianos y practicaban ritos religiosos en que trataban a la hostia de la misa con una actitud burlona y blasfema. No hay ninguna razón para creer que esas historias eran ciertas, pero sí revelan el abismo social y religioso que ahora había entre la iglesia e Israel. Una explicación más pragmática del antijudaísmo cristiano fue que hasta el final de la Edad Media, la iglesia prohibió que los cristianos practicaran la usura (prestar dinero con intereses). Los judíos aprovecharon ese nicho y se convirtieron en los grandes prestamistas de la Edad Media. A los cristianos les parecía totalmente escandaloso que los judíos incrédulos ejercieran tal poder económico sobre ellos.
LA DISIDENCIA RELIGIOSA Y EL AUGE DEL CAPITALISMO
Uno de los mayores desafíos que enfrentó Inocencio III fue el gran auge de la disidencia religiosa en la Europa católica romana a partir de 1150. Esta proliferación de la disidencia probablemente estaba relacionada con los serios cambios socioeconómicos que se estaban produciendo en el mundo occidental de aquella época. En los Países Bajos, la Alemania occidental, el norte de Italia y Francia, el crecimiento de las ciudades, el comercio y la industria estaba socavando los cimientos del antiguo sistema feudal. El feudalismo se basaba en la tenencia de tierras. Sin embargo, ahora estaba surgiendo una nueva economía que se basaba cada vez más en el dinero y menos en la tierra. Así se establecieron los elementos claves del capitalismo (un sistema económico basado en el capital, es decir, en el dinero). Debido a esta economía precapitalista, los ricos medievales se volvieron ostensiblemente más ricos y numerosos; por otro lado, los pobres se volvieron ostensible y escandalosamente más pobres. Al mismo tiempo, hubo un crecimiento demográfico importante, de modo que la antigua forma de vida basada en la tierra del feudalismo fue perdiendo su capacidad de mantener a quienes vivían en las zonas rurales.
La clase campesina salió muy perjudicada de esta revolución socioeconómica, sobre todo cuando abandonaron las tierras sobrepobladas y emigraron a los pueblos y ciudades. En las antiguas aldeas feudales, el señor feudal cuidaba personalmente a los campesinos que trabajaban para él (pasara lo que pasara, no podía permitir que su mano de obra muriera de hambre). Sin embargo, los campesinos desempleados que vivían en la ciudad sí morían de hambre. Ya no pertenecían a un señor y, en ese sentido, habían ganado libertad. No obstante, junto con esta libertad, vino la disolución de los antiguos vínculos feudales de la comunidad, vínculos que antes garantizaban que incluso los más pobres tuvieran un lugar en la sociedad y estuvieran cuidados.
LOS VALDENSES Y LOS CÁTAROS
Esta pérdida del sentido de seguridad y pertenencia, y el desarrollo de una gran desigualdad social, produjo un suelo fértil para que florecieran nuevos movimientos religiosos. Los dos movimientos que más se expandieron fueron los valdenses y los cátaros. Los valdenses se originaron en Lyon en la década de 1170 como un movimiento de predicadores laicos cuyo fundador e inspirador parece haberse llamado Valdo. Sin embargo, sus fricciones con las autoridades episcopales locales terminaron desencadenando la expulsión de los valdenses de la iglesia. En lugar de extinguir el movimiento, eso permitió que creciera con rapidez y se extendiera ampliamente. Ahora que no tenían las restricciones de tener que conformarse a la ortodoxia católica romana, los valdenses se convirtieron en un movimiento germinal «protestante», que se anticipó a muchas de las preocupaciones de la Reforma del siglo XVI.
Los cátaros son un movimiento más controversial. Una generación antigua de eruditos protestantes consideraba que eran básicamente afines a los valdenses, es decir, un movimiento evangélico disidente. Luego, eso dio paso a la opinión de que, en el fondo, eran un movimiento gnóstico. En la actualidad, algunos eruditos modernos niegan que hayan existido. Yo opino que sí existieron y que eran básicamente gnósticos. Una de las razones para adoptar este punto de vista es que hubo un movimiento paralelo en el mundo oriental bizantino, los bogomilos, que eran gnósticos y equivalían, por así decirlo, a los cátaros occidentales. No veo ninguna razón para dudar de la existencia de ese grupo. Los cátaros florecieron fuera de los confines de la iglesia (a la que denunciaban como la «gran ramera babilónica»), y tuvieron un notable impacto en el sur de Francia, donde se les conocía como albigenses.
LA CRUZADA ALBIGENSE Y LA INQUISICIÓN
La iglesia intentó romper el dominio albigense en el sur de Francia. Al principio, esos intentos fueron pacíficos y generaron el contexto para la predicación de Domingo, el fundador de los dominicos. Sin embargo, un espiral de violencia culminó en que el papa Inocencio III proclamara la cruzada albigense, que duró veinte años (1209-29). Cuando los cruzados lograron conquistar el sur de Francia, no solo los albigenses, sino también los valdenses perdieron su base de operaciones (los cruzados no hicieron muchas distinciones entre un hereje y otro). No obstante, el movimiento valdense encontró un hogar nuevo y permanente en los valles alpinos del norte de Italia.
Durante la cruzada albigense, Inocencio III dio un paso más hacia la centralización de la iglesia en torno al papado. Creó un sistema de legados especiales para erradicar a cualquier hereje que hubiera sobrevivido en el sur de Francia. Anteriormente, la iglesia dejaba las investigaciones de herejía en manos de los obispos locales, que por lo general no estaban interesados o eran incompetentes. Inocencio transformó a las investigaciones de herejía en una operación de control centralizada que se extendía por toda Europa. Sus acciones sentaron los cimientos para lo que en 1227 se convertiría en la «Inquisición» (o «Santo Oficio», que era su nombre oficial). La Inquisición era una organización separada dentro de la Iglesia que estaba libre del control episcopal, sujeta solo al papa y dedicada enteramente a desenmascarar y castigar a los herejes. Creció hasta convertirse en la organización más temida del resto de la Edad Media. Una vez que la Inquisición había acusado a alguien de herejía, resultaba prácticamente imposible que esa persona demostrara su inocencia. Los que confesaban recibían castigos económicos o actos de penitencia, como ir en peregrinación. Los que se negaban a confesar recibían distintos grados de castigo. Dependiendo de la gravedad de los errores, a algunos se les confiscaban todos sus bienes, otros eran encarcelados, quizá de por vida, y los infractores más severos eran entregados a las autoridades civiles para que los quemaran en la hoguera.
La Inquisición obligó a los movimientos disidentes a reunirse en secreto. Esta es la razón principal por la que sabemos tan poco sobre la historia de las disidencias religiosas en la Europa de la Baja Edad Media en comparación con lo que sabemos sobre la propia Iglesia católica romana.
LOS MENDICANTES
También fue durante la época de Inocencio III que florecieron las nuevas órdenes de frailes «mendicantes» (limosneros), principalmente los dominicos y los franciscanos, pero también los agustinos, los carmelitas y otros grupos. Podrás leer más sobre estas órdenes en los otros artículos de esta serie de Tabletalk. Basta con decir aquí que suscitaron y canalizaron nuevos torrentes de energía espiritual e intelectual, algunos de los cuales acabarían teniendo consecuencias sorprendentes. Pensemos en el fraile agustino más famoso: Martín Lutero.
LA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA
Los siglos XII y XIII fueron testigos de un rico florecimiento del conocimiento, en especial de la teología y la filosofía, en el cristianismo occidental. Ese crecimiento alcanzó su punto álgido en el siglo XIII, que fue la época por excelencia de la teología escolástica.
«Teología escolástica» significa «teología escolar», y la «escuela» en cuestión era la universidad. Las universidades occidentales empezaron a tomar forma a mediados del siglo XII, con París y Bolonia a la cabeza. Una universidad completamente desarrollada tenía cuatro departamentos o «facultades», que enseñaban teología, derecho, medicina y artes. El objetivo principal era que la universidad fuera un centro que almacenara y propagara la suma total del conocimiento humano.
Los teólogos que enseñaban en las universidades, los teólogos escolásticos, desarrollaron una forma distintiva de abordar la teología. Podemos resumirla de la siguiente manera.
• 1. Fe y razón
Los teólogos escolásticos se caracterizaban por su vivo interés en la relación entre la fe y la razón. ¿Qué podía descubrir la razón humana sobre Dios investigando la creación sin remitirse a la Biblia? Por ejemplo, ¿qué podía averiguar la mera razón sobre el Creador divino, la Trinidad o la providencia? Si una verdad revelada no podía demostrarse por la sola razón, ¿podía igualmente demostrarse que está en armonía con la razón? Por ejemplo, aunque la mera razón no pueda descubrir la Trinidad, ¿podemos demostrar que la Trinidad no contradice la razón? ¿Es posible que algo sea falso desde el punto de vista de la razón, pero verdadero desde el punto de vista de la revelación?
• 2. Teología sistemática
Los teólogos escolásticos querían ofrecer una exposición completa de la verdad cristiana. Eso significaba examinar lógicamente una doctrina concreta desde todos los puntos de vista. Sin embargo, el escolástico típico iba más allá e intentaba unir todo el conjunto de la verdad revelada en un sistema de teología. A ese sistema lo llamaban summa (resumen). En su esfuerzo por construir un sistema universal de la verdad, los escolásticos a veces gastaban su tiempo y energía en cuestiones que la mayoría de los cristianos de hoy probablemente considerarían absurdas. ¿Habría sido posible que Dios se encarnara como un animal o como una mujer? ¿Puede un ángel estar en dos lugares al mismo tiempo? ¿Pueden dos ángeles estar en el mismo lugar al mismo tiempo? ¿Quién pecó más, Adán o Eva?
• 3. Filosofía
Los escolásticos fueron los teólogos y filósofos de la Edad Media. Pretendían hacer una exposición completa, no solo de la enseñanza de la iglesia, sino también de toda la verdad. Por lo tanto, no se limitaron a los asuntos teológicos. También trataron de responder las preguntas filosóficas profundas. ¿Qué es la materia? ¿Qué es la mente? ¿Qué es la moral? ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el espacio? ¿Qué es el ser? ¿Cuál es la naturaleza de la causa y el efecto?
EL REDESCUBRIMIENTO DE ARISTÓTELES
En el siglo XIII, la teología escolástica aprovechó cada vez más la filosofía del gran pensador pagano Aristóteles (384-22 a. C.). Los primeros escolásticos conocían algunas obras de Aristóteles en sus traducciones latinas. Sin embargo, todos los escritos de Aristóteles fueron publicados en latín durante el siglo XII. Esto se debió en gran parte a dos grandes filósofos islámicos: el persa Avicena (980-1037) y el español Averroes (1126-98). Ellos tradujeron a Aristóteles del griego al árabe para el beneficio del mundo islámico. Luego, los eruditos cristianos tradujeron esos escritos del árabe al latín, junto a los comentarios islámicos sobre Aristóteles, para el beneficio del mundo cristiano. Las traducciones árabes de Aristóteles lograron llegar a la Europa cristiana principalmente a través de la España musulmana (recuerda que España estuvo bajo dominio islámico durante gran parte de la Edad Media).
El hecho de que la Europa católica romana redescubriera a Aristóteles tuvo un impacto intelectual enorme. En Aristóteles, los cristianos encontraron una comprensión de Dios, la humanidad y el cosmos que parecía lógica, exhaustiva y persuasiva; todo funcionaba sin ninguna referencia a la Biblia. Sin embargo, algunas de las enseñanzas de Aristóteles contradecían a la Biblia. Por ejemplo, Aristóteles enseñaba que el cosmos había existido desde la eternidad.
Al principio, muchos teólogos católicos romanos reaccionaron contra Aristóteles, pues veían que su filosofía era una alternativa peligrosa al cristianismo. Muchos teólogos tradicionales preferían la filosofía de Platón antes que la de Aristóteles, sobre todo porque Agustín de Hipona, el mayor teólogo occidental, había sido platonista. Hubo una campaña para prohibir el estudio de los escritos de Aristóteles. Por un tiempo, este movimiento antiaristotélico gozó de cierto éxito. Sin embargo, en el siglo XIII, la marea había cambiado a favor de Aristóteles, y los teólogos escolásticos empezaron a considerarlo el gran precursor pagano de la verdad cristiana. Pensaban que su filosofía era excepcionalmente adecuada para fundamentar, expresar y ensalzar la teología de la iglesia. El mayor escolástico aristotélico fue Tomás de Aquino (1225-74), del que se habla en otro artículo de esta serie. Otros teólogos escolásticos destacados del siglo XIII fueron Alejandro de Hales (1170-1245), Alberto Magno (1193-1280), Buenaventura (1221-74) y Duns Escoto (1265-1308). La tradición teológica aristotélica ha continuado hasta nuestros días, sobre todo en los católicos romanos, pero con cierto apoyo protestante (por ejemplo, el reformador italiano Pedro Mártir Vermigli, el teólogo anglicano Richard Hooker y algunos aspectos de la escolástica luterana y reformada).
RELACIONES ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE: LA CUARTA CRUZADA
Las relaciones entre la Iglesia católica romana occidental y la Iglesia ortodoxa oriental llegaron a su punto más bajo en el siglo XIII. Inocencio III proclamó la cuarta cruzada, y los cruzados (que eran casi todos franceses) partieron en octubre de 1202. Tenían la intención de sacar a Egipto del control musulmán. Sin embargo, iban en barcos proporcionados por la república comercial italiana de Venecia, y esta insistió en que los cruzados conquistaran primero la ciudad de Zadar (en la actual Croacia) como parte del pago para su ciudad. Zadar se había separado recientemente del Imperio veneciano. Por lo tanto, la cuarta cruzada comenzó con los cruzados derramando la sangre de otros cristianos al asaltar Zadar. Inocencio III se indignó y excomulgó tanto a los franceses como a los venecianos. A la larga, perdonó a los cruzados franceses porque profesaron haberse arrepentido, pero se negó a levantar la sentencia de los venecianos.
En ese momento, Alejo Ángelo, hijo del depuesto emperador bizantino Isaac II, volvió a desviar a las fuerzas francesas y venecianas. Alejo les prometió a los cruzados que les daría un gran pago y que la Iglesia ortodoxa oriental se sometería al papado si lo ayudaban a conseguir el trono del Imperio bizantino. Los venecianos aceptaron la propuesta de Alejo porque querían asegurar el control de todo el comercio oriental. Inocencio III prohibió que los cruzados lucharan contra los bizantinos, pero ellos ignoraron a Inocencio, fueron a Constantinopla y colocaron a Alejo en el trono. Sin embargo, cuando Alejo no pudo cumplir con el extravagante pago que había prometido, los franceses y los venecianos sitiaron Constantinopla y la capturaron en abril de 1204. Los cruzados triunfantes saquearon los tesoros fabulosos de la capital bizantina. Un noble francés, Balduino de Flandes, se convirtió en el emperador del nuevo reino católico romano de Constantinopla, y otros nobles franceses se repartieron gran parte del Imperio bizantino. Los nuevos gobernantes de Bizancio establecieron un patriarca católico romano de Constantinopla y sometieron a la Iglesia ortodoxa oriental al papa. Aun así, salvo en los casos en que la fuerza occidental los obligó, los cristianos ortodoxos de Oriente siguieron despreciando al papado y permanecieron leales a su propia iglesia y a su propio patriarca.
La cuarta cruzada fue uno de los episodios más oscuros de la historia cristiana. Por primera vez, un ejército cruzado luchó contra otros cristianos, tanto católicos romanos en Zadar como ortodoxos orientales en Constantinopla, con la sola intención de obtener ganancias materiales. El Imperio bizantino recibió una herida mortal de la que en realidad nunca se recuperó. Aunque los bizantinos reconquistaron Constantinopla en 1261, el imperio terminó cayendo en manos de los turcos otomanos en 1453. De esta manera, la Iglesia occidental dejó un legado duradero de odio profundo en los ortodoxos orientales.