Nota del editor: Este es el 11vo de 13 capítulos en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El Mesías prometido.
El profeta Isaías no tenía un árbol de Navidad. Tenía un tronco. Un tronco en el que crecía un solo retoño (Is 11:1). Según Isaías, ese es un verdadero árbol de Navidad. Pero ¿qué significa? ¿Por qué el profeta llama nuestra atención sobre este extraño y pequeño tronco de Navidad?
Es una imagen del Mesías prometido. Un Salvador que será el Rey. Él es un retoño del tronco de Isaí (Is 11:1). Isaí es el padre del rey David. Pero ahora todo lo que queda del glorioso reino de David es un tronco, tal como el Señor le prometió a Isaías cuando lo llamó (Is 6:13).
Desde Su nacimiento hasta Su resurrección, Jesús es el hombre del Espíritu por excelencia.
El pueblo de Dios se ha alejado. Se han apartado de su Dios, pero «las misericordias del SEÑOR jamás terminan» (Lm 3:22). Él promete levantar a Su libertador en medio de esta situación sombría y desesperada, de esta familia humilde y oscura. Y será como un retoño nuevo y vulnerable creciendo en el suelo del bosque. El Redentor prometido de Dios aparece en escena en las penumbras. Al principio parece ser débil y vulnerable. Saldrá de condiciones desesperantes, en aparente debilidad, pero Su carácter y reinado serán majestuosos.
Será la presencia del Espíritu Santo con Él lo que lo santificará y empoderará. «Reposará sobre Él el Espíritu del SEÑOR» (Is 11:2). El ungimiento de los reyes en Israel era una representación simbólica del Espíritu del Señor siendo derramado sobre ellos para que pudieran guiar al pueblo con sabiduría, justicia, fidelidad y poder (ver 1 Sam 16:13). Por el Espíritu, esta rama podrá saber lo que es correcto y ejecutar Su reinado en consecuencia.
Cuando llega el Mesías de Dios, descubrimos que Él no solo fue ungido con el Espíritu, como lo fueron los reyes de antaño, sino que en realidad fue concebido en el poder del Espíritu Santo (Lc 1:35). Desde Su nacimiento hasta Su resurrección (Rom 1:4), Jesús es el hombre del Espíritu por excelencia. En cada etapa de Su vida y ministerio, el Espíritu lo guía, lo dirige y lo empodera. Él sabe lo que se necesita para redimir a los Suyos, y el Espíritu lo capacita para salvar como corresponde.
El secreto de Su poder sabio es Su deleite en el temor del Señor (Is 11:3), el cual le es dado por el Espíritu. Él se deleita en el temor, una combinación curiosa. El principio de la sabiduría es el temor del Señor porque el que teme al Señor no temerá a nadie más. Esto es lo que lo habilita para ser un Juez equitativo (Is 11:4-5).
Esta es la esencia de la realeza. Él es un Juez misericordioso para los pobres y los afligidos [o humildes] (v. 4). «Bienaventurados los humildes», dijo Jesús. Los humildes son aquellos que conocen su necesidad y acuden humildemente a su Rey para recibir protección y cuidado.
Pero también es un Juez ferozmente justo que «herirá la tierra con la vara de Su boca» y «con el soplo de Sus labios matará al impío» (v. 4). Soplará sobre los orgullosos y los hará desaparecer. Los reyes justos y buenos traen justicia a la tierra. Jesús es el verdadero Juez (Jn 5:22).
La justicia produce paz. Por la sabiduría que le da el Espíritu y Su temor del Señor, Él marca el comienzo de un Reino mundial de paz. Allí los animales que suelen comerse unos a otros estarán morando en armonía (Is 11:6-7) y los niños estarán jugando con serpientes (v. 8). Ecos del Edén. Es un mundo donde la paz ha sido restaurada. Esto es lo que hacen los reyes buenos. Establecen la paz.
Desde la caída de Adán, la falta de armonía y el conflicto recorren todo el orden creado. Pero aquí, el depredador y la presa tienen naturalezas transformadas (v. 7), dando como resultado la paz. Incluso un niño podrá ejercer dominio sobre ellos, tal como Dios lo propuso desde el principio (v. 6; ver Gn 1:28).
La simiente de la serpiente ya no será temida (Is 11:8; ver Gn 3:15). En Jesús, la cabeza de la serpiente será aplastada, el enemigo será vencido. Aquí están las primicias proféticas de esa paz. Jesús ha venido como el Príncipe de Paz (Is 9:6). «La bendición del Salvador quitó la maldición».
¿Y cómo nos convertimos en ciudadanos de Su Reino, en herederos de esta paz? Isaías nos dice: «La tierra estará llena del conocimiento del SEÑOR como las aguas cubren el mar» (Is 11:9). Conocemos al Rey, el Señor; confiamos en Él y lo amamos. Personas de todas las naciones de la tierra llegarán a conocer al Señor a través de este Rey y Mesías (v. 11).
¿Lo conoces? ¿Has doblado la rodilla ante Él y confesado que Él es tu Rey y tu Salvador?
Para todos los que sí lo conocen, Isaías promete que Su lugar de descanso es glorioso (v. 10). Paz con Dios, protección contra el pecado y Satanás, consuelo en el Espíritu, sin condenación. Todo está allí; ¿lo ves? ¿Ves ese tronco, ese retoño, ese Rey? Feliz Navidad.
El Dr. Stephen J. Casselli es ministro principal de Holy Trinity Presbyterian Church en Tampa, Fla. Es autor de Divine Rule Maintained [Gobierno divino mantenido].
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