Nota del editor: Este es el décimo de 13 capítulos en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El Mesías prometido.
Imagina que el país que una vez amaste ahora se encuentra dividido, destruido, invadido por un liderazgo corrupto, amenazado por grandes poderes internacionales y aparentemente a punto de colapsar. Imagina a tus mejores líderes paralizados por su falta de carácter, indecisión e imprudencia en las alianzas internacionales. Todas estas situaciones moldearon las condiciones políticas y culturales de Jerusalén en el siglo VIII a. C., las cuales proveyeron el trasfondo para el cumplimiento de la profecía de Isaías 9:6-7. El reino del norte de Israel se había rebelado contra el reino del sur, Judá, al unirse neciamente con Siria al norte, una coalición que conduciría a la destrucción de ambas partes a manos del ejército asirio. Judá se quedó solo y con escasas posibilidades de supervivencia.
En medio de esta terrible situación, Isaías pronunció un oráculo de esperanza acerca de un niño que nacería en el reino y traería la restauración nacional e internacional al mundo.
El pasaje comienza asegurando a la audiencia sureña que el reino del norte será incluido en la restauración del exilio (Is 9:1). La restauración venidera incluirá a todos los hijos de Israel, aun a las tribus rebeldes del norte (ver Ez 37:16-17). Llegará el día en que terminará la oscuridad del exilio hasta para el norte y su capital, Samaria; aparecerá la aurora de la restauración y del nuevo rey. El Evangelio de Mateo muestra cómo la restauración del reino llega a través del ministerio de Jesucristo (Mt 4:12-16). Él es la luz que brilla en las tinieblas.
Nuestra afirmación de que el Rey regresará es igualmente audaz, pero nosotros sabemos de qué Rey hablaba Isaías.
Desde la perspectiva de Isaías, lo importante es que esta restauración venidera traerá consigo la reunificación de los dos reinos de Israel a través de un rey del linaje de David (ver 2 Sam 7:14). El nacimiento del niño marcará el fin de su sufrimiento en el exilio. El niño en Isaías 9 es el nuevo rey que inaugurará el período de restauración para el pueblo de Dios luego de los largos años de exilio.
Isaías 9:1-7 evoca una ceremonia de coronación en la que los títulos de la realeza se leen en voz alta ante una audiencia de súbditos y dignatarios. En este caso, cada título representa las características superlativas del nuevo regente, las cuales le servirán en su reino venidero como la luz que reemplaza la oscuridad del exilio que se avecina.
Admirable Consejero: El significado de este título podría parecer poco claro para una audiencia moderna. En este caso, un consejero representa un maestro de la sabiduría y sus enseñanzas. Este sabio consejero serviría en la corte del rey, quien a su vez gobernaba como jefe del poder judicial de la nación. Sin embargo, el rey restaurador se destacará en todas las áreas de la sabiduría, así como Salomón en la antigüedad, pero él mismo será un consejero maravilloso cuyo consejo va acompañado de milagros que confirman su mensaje (Mt 12:42; Lc 11:31; 1 Co 1:24). Como tal, él resolverá el problema de liderazgo deficiente que ha habido a través de la historia (Is 3:3).
Dios Poderoso: Este título indica que el rey será identificado por la soberanía divina de la cual se deriva su autoridad. Este rey no será como el primer rey de Israel, Saúl, quien era «pequeño a [sus] propios ojos» (1 Sam 15:17). Esa inseguridad lo llevó a guiar a la nación según sus propios planes y no según los planes de Dios. El rey restaurador será identificado con el rey divino y soberano del cual él, y todo líder terrenal, recibe su autoridad en la tierra (Mt 28:18).
Padre Eterno: Este título implica otra característica del trono: el rey como padre de la nación. Los cristianos recordarán que la paternidad de Dios es el tema principal de la oración que Jesús enseñó a Sus discípulos (Mt 6:9). En la oración se anima al creyente a orar a Dios como a un Padre cuyo reino vendrá y cuya voluntad real debe cumplirse tanto en el ámbito terrenal como en el celestial. En Isaías 9, el lenguaje de paternidad en este pasaje no tiene la intención de transmitir una intimidad cercana sino la reverencia con la que uno se dirige al rey (Jn 10:30; 14:9-10).
Príncipe de Paz: Este último título se refiere a la abundancia y la totalidad del reino de restauración que está por venir. El título «príncipe« no es necesariamente un título de menor autoridad gubernamental que el de «rey«, sino que incluye a un grupo más amplio de gobernantes. El futuro hijo de David no solo será rey, sino que será un gobernante que marca el inicio de un período de shalom (paz), de bienestar y de integridad comunitaria para el reino. Se hará justicia. Se le dará descanso al pobre y al oprimido. Y cada uno vivirá plena y totalmente según la vocación que Dios le otorgó (Jn 17:20-23; Gál 3:27-29; Flp 1:6).
Para el profeta Isaías, la seguridad de este reino de restauración y de su rey proveían un gran motivo de esperanza y celebración. Los suyos eran tiempos oscuros, e iban a ser aún más oscuros, pero el Señor en Su «celo» (Is 9:7) no permitiría que la oscuridad durara para siempre. Tenemos mucho en común con la audiencia de Isaías. Cuanto más tiempo parecía Dios ausente en las sombrías realidades del exilio, más audaz era la afirmación de que venía un rey restaurador. Nuestra afirmación de que el Rey regresará es igualmente audaz, pero nosotros sabemos de qué Rey hablaba Isaías. Lo hemos conocido, y Él volverá por nosotros, y Su regreso será glorioso.
El Dr. Scott Redd es presidente y profesor asociado de Antiguo Testamento en el Reformed Theological Seminary en Washington, D.C. Es el autor de The Wholeness Imperative [El imperativo de la totalidad].
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