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Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Sal y luz
Según un artículo publicado en el año 2015 en la revista MIT Technology Review, la llama de una sola vela puede verse a simple vista en la oscuridad desde una distancia de 2,7 kilómetros. Incluso la luz más pequeña resalta, porque es muy diferente de la oscuridad que la rodea. Debe ser diferente para que se vea. Si es igual que el entorno que la rodea, no causará ningún impacto en el observador. Del mismo modo, como la luz del mundo (Mt 5:14), los cristianos deben sobresalir en el mundo: estamos llamados a ser santos, apartados, separados del mundo para Dios.
Pero ¿cómo debe ser esa separación? ¿Cómo se ve en la práctica? ¿Deberíamos refugiarnos en comunidades similares a los amish, evitando todo lo que sea «mundano?» La iglesia cristiana tiene una larga tradición de este tipo de separación, con eremitas y monjes que se remontan a los primeros tiempos de la iglesia.
Por ejemplo, cerca del año 429 d. C., un cristiano sirio llamado Simeón encontró una columna de quince metros de altura entre unas ruinas antiguas, construyó una pequeña plataforma en la cima y vivió allí los treinta y siete años que le quedaban de vida, dedicando sus días a la oración, la lectura y la meditación. Se le conoció como Simeón el Estilita (literalmente, «el hombre columna») e inspiró a una sucesión de seguidores que se instalaron en columnas para separarse del mundo abajo.
Simeón tiene hoy descendientes espirituales entre los cristianos que creen que deben tener el menor contacto posible con el mundo no cristiano, rechazando la televisión, la música, el cine y la literatura secular. Algunos creyentes incluso evitan por completo la amistad con los no creyentes. Después de todo, refiriéndose a los no creyentes, ¿no dice Pablo en 2 Corintios 6:17: «SALGAN DE EN MEDIO DE ELLOS Y APÁRTENSE»?
¿Es esto lo que significa ser luz en el mundo? No. La primera carta de Pablo a los corintios deja claro que separarse del mundo no significa apartarse totalmente de todo lo que no sea cristiano:
En mi carta les escribí que no anduvieran en compañía de personas inmorales. No me refería a la gente inmoral de este mundo, o a los codiciosos y estafadores, o a los idólatras, porque entonces tendrían ustedes que salirse del mundo (1 Co 5:9-10).
Parece que algunos en Corinto pudieron haber entendido estas palabras en el sentido de que nunca tenían que apartarse de cualquier tipo de interacción con los no cristianos. Esto se convirtió en un problema particular cuando eran invitados a cenar en el templo pagano local. En el mundo antiguo, los recintos de los templos tenían pequeños comedores donde los anfitriones podían invitar a amigos a comer (Corinto tenía al menos trece templos así). La carne del menú procedía de los sacrificios ofrecidos al dios o diosa del templo y durante la comida se oraba a esa deidad. Una cosa era ir a la casa de un incrédulo y comer carne comprada en el mercado que pudiera haber sido sacrificada a un ídolo, lo cual Pablo no prohíbe (1 Co 10:27), pero comer en el templo de un ídolo era participar con incrédulos en un acto de adoración pagana, algo que Pablo describe como estar «unidos en yugo desigual con los incrédulos» (2 Co 6:14).
Imaginemos dos animales unidos por un yugo para tirar de un arado: un buey enorme y poderoso, y un gato doméstico. Esa es la imagen que usa Pablo, y lo que quiere decir es que no hay forma de que criaturas tan diferentes puedan trabajar juntas en armonía. Sería el colmo de la insensatez intentar que lo hicieran. Un buey y un gato pueden vivir juntos en la misma granja, beneficiándose cada uno de manera diferente de la contribución que el otro hace al funcionamiento de la granja. Pero no pueden ser compañeros de yugo. Deben estar separados.
Los cristianos deben entender que hay situaciones en las que deben separarse de los no cristianos para evitar estar «unidos en yugo desigual». Pablo recalca este punto con cinco pares de realidades completamente contradictorias e incompatibles: justicia e iniquidad, luz y tinieblas, Cristo y Belial, creyentes e incrédulos, y el templo de Dios y el templo de los ídolos. Creyentes e incrédulos pertenecen a dos reinos tan completamente diferentes que simplemente no pueden estar unidos. No es que tiran en direcciones diferentes, sino que tiran en direcciones completamente opuestas.
Este principio tiene muchas aplicaciones relevantes y que presentan un desafío en nuestros días. Se aplica a cualquier tipo de culto multiconfesional: ¿Cómo podrían un cristiano y un musulmán tirar juntos del yugo de la adoración? Halarían en direcciones opuestas. Se aplica a la membresía de una iglesia que ha abandonado el evangelio y ha caído en la herejía. Ciertamente se aplica al matrimonio, ya que no hay relación más estrecha entre dos seres humanos que la unión en una sola carne que existe entre esposo y esposa, los cuales están unidos en un yugo de por vida. También se aplica, por extensión, a la relación de noviazgo o cortejo antes del matrimonio, en la que un hombre y una mujer se unen en una relación seria mientras exploran la posibilidad del matrimonio. A menudo es difícil para los cristianos tener como amigos íntimos a no cristianos, dadas las diferencias fundamentales y radicales que existen entre nosotros. Las sociedades de negocios con no cristianos pueden ser difíciles porque los valores y las prioridades son muy diferentes.
Esta separación puede implicar pérdidas dolorosas y sacrificios, especialmente cuando se trata de amigos. Puede que seamos escarnecidos, acusados de santurrones e intolerantes estrechos de mente. Pero brillaremos como luces en la oscuridad, dando gloria a Dios y testimonio al mundo que nos rodea. Más aún, hay un maravilloso estímulo para soportar esto en 2 Corintios 6:17-18, porque Dios mismo promete esto a aquellos que dejan brillar su luz de esta manera, que son objetos de burla y de insultos por causa de la santidad, que son incomprendidos y se quedan sin amigos: «“Yo los recibiré. / Yo seré un padre para ustedes, / Y ustedes serán para Mí hijos e hijas”, / dice el Señor Todopoderoso». Sin duda, esto compensa con creces cualquier pérdida o dolor.